La humildad de Jesús es una elección radical para todos nosotros: no se trata de cuánto poder o éxito tengamos, sino de cómo usamos lo que tenemos para servir a los demás.
«Un gran poder conlleva una gran responsabilidad». Este antiguo adagio, popularizado en la película de Spiderman, resuena con la advertencia que el profeta Ezequiel nos ofrece en el capítulo 28. Habla de un rey cuyo corazón se llenó de orgullo, hasta el punto de creerse igual a Dios. Este pasaje nos recuerda que, por más poder o sabiduría que creamos tener, seguimos siendo humanos, con nuestras limitaciones y defectos.
En nuestra sociedad, a veces parece que olvidamos esta realidad. Vemos a líderes políticos, figuras públicas, e incluso a personas comunes, actuar como si fueran infalibles, como si tuvieran todas las respuestas y estuvieran por encima de los demás. Nos enseñan que tener poder o éxito nos hace superiores, pero esta es una trampa peligrosa. El orgullo y la arrogancia nos alejan de los demás, nos hacen ciegos a nuestros propios errores, y nos llevan a tomar decisiones que no siempre son justas o correctas. Por eso miremos a Jesús, que nos enseña que el poder no es vanagloria sino servicio. Jesús, a pesar de tener todo el poder, nunca se envaneció ni se creyó superior. Al contrario, se hizo siervo, lavó los pies de sus discípulos y se entregó en la cruz por amor a nosotros. La humildad de Jesús es una elección radical para todos nosotros: no se trata de cuánto poder o éxito tengamos, sino de cómo usamos lo que tenemos para servir a los demás.
El orgullo y la arrogancia nos alejan de los demás, nos hacen ciegos a nuestros propios errores, y nos llevan a tomar decisiones que no siempre son justas o correctas.
Reconozcamos que no somos perfectos, que podemos aprender de los demás y que estamos llamados a servir con humildad y amor. En un mundo donde tantos buscan poder y control, ser humildes como Jesús es un acto de valentía y un camino hacia una vida más plena y en sintonía con el Evangelio. «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29).
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.