Sr. Director:
Es una noticia esperanzadora el anuncio de que el papa Francisco visitará Irak en marzo próximo. Este viaje puede ser vital para salvar de la extinción a su antigua comunidad cristiana. Los cristianos están presentes en ese país desde el siglo I, ya que fueron evangelizados por Santo Tomás. Sin embargo, la suya ha sido una historia de persecución y discriminación, sobre todo desde 2014, cuando los yihadistas de ISIS se tomaron el norte del país.
Seis meses después de la irrupción de ese grupo, participé de una delegación de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) que viajó allá. En Erbil —ciudad que acogió a decenas de miles de desplazados— observamos a sacerdotes, religiosas, seminaristas y laicos volcados a ayudar a quienes lo habían perdido todo. Cualquier lugar servía para alojar a familias enteras: los jardines de los templos, los patios y canchas de las escuelas… En la parroquia Mar Elias el padre Douglas Bazi había habilitado containers como casas; a pocas cuadras, el padre Benham Benoka estaba a cargo de un improvisado consultorio; las religiosas dominicas visitaban a las personas para consolarlas, aunque ellas mismas habían llegado huyendo de yihadistas que destruyeron su convento en Qaraqosh. A diario, conocíamos innumerables testimonios de entrega total, heroísmo y fe.
Tras la noticia del viaje papal, nos comunicamos con monseñor Bashar Warda, de la Iglesia católica oriental caldea, en Erbil, quien nos dijo: «Que Su Santidad venga a visitarnos ahora, puede ser nuestro salvavidas. Pondrá una luz que alumbrará para que todo el mundo nos vea».
Estamos convencidos que esta visita proporcionará fuerza y valor a los cristianos iraquíes para permanecer en su patria y reconstruirla. Es una muestra más de la cercanía y preocupación del Papa por los cristianos de Irak y de Medio Oriente. Sin su apoyo, y el de la Iglesia universal, estas comunidades, que fueron la cuna del cristianismo, podrían desaparecer.
Magdalena Lira Valdés
Directora nacional ACN Chile