La ciencia y la tecnología son oportunidades de desarrollarnos como seres humanos, y nuestra capacidad de hacer el bien, haciéndonos co-creadores de la obra de Dios. Pero el peligro es olvidarnos de que somos creaturas.
La IA, en sentido amplio, se define como la disciplina que busca realizar mediante máquinas tareas que requerirían inteligencia humana. Como cualquier otro salto tecnológico, está introduciendo cambios en la sociedad, y nos enfrenta a preguntas y decisiones que eran difíciles de anticipar. Por eso podemos decir que es una frontera.
Todos estos cambios requieren reflexión desde múltiples puntos de vista. Aquí quisiera destacar solo uno. Toda tecnología extiende nuestras capacidades, y hace accesibles bienes que antes eran difíciles o imposibles de alcanzar. Pero siempre que esto ocurre, le entregamos una parte de nuestra autonomía. Por tanto, nos da poder, pero al mismo tiempo nos hace dependientes, vulnerables. Esto es inevitable, porque somos esencialmente seres limitados.
Toda tecnología extiende nuestras capacidades, y hace accesibles bienes que antes eran difíciles o imposibles de alcanzar. Pero siempre que esto ocurre, le entregamos una parte de nuestra autonomía.
No podemos renunciar a la tecnología, porque no hay civilización sin tecnología (la misma Historia se define por la aparición de una tecnología, la escritura). Pero la mentira de la tecnología es que puede eliminar nuestra limitación. La ciencia y la tecnología son oportunidades de desarrollarnos como seres humanos, y nuestra capacidad de hacer el bien, haciéndonos co-creadores de la obra de Dios. Pero el peligro es olvidarnos de que somos creaturas.
En un mundo en desarrollo tecnológico, es importante adquirir competencias para entender estos cambios y cómo nos afectan. Pero para que este mundo siga siendo humano, más importante aún es aprender a habitar esa limitación, y descubrirla como lugar habitado por Dios.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.