En las fronteras de las redes sociales

En una sociedad cada vez más sectaria, donde las personas tienden a irse refugiando en sus grupos de afines, las redes sociales son punto de encuentro entre los distintos. Son frontera entre iglesias, punto intermedio entre polaridades explosivas, lugar de encuentro de personas distintas. ¿Se puede hallar a Dios en un mundo así?

El mundo digital tiene mucho de frontera. En el sentido de límite y de lugar de encuentro entre los distintos. En las redes te encuentras un abanico absolutamente colorido de personas, situaciones y formas de pensar. Aquí están el creyente y el ateo, el practicante y el que pasa. Está el teólogo, el ideólogo y el “todólogo”, que habla de todo sin profundizar en nada. Está el agresivo y el pacífico, el tranquilo y el exaltado, el hombre, la mujer, y tantas otras identidades que hoy pueblan la cultura contemporánea. En una sociedad cada vez más sectaria, donde las personas tienden a irse refugiando en sus grupos de afines, las redes sociales son punto de encuentro entre los distintos. Y así se convierten en frontera entre iglesias, en punto intermedio entre polaridades explosivas, en lugar de encuentro de personas distintas. ¿Se puede hallar a Dios en un mundo así?

Lo cierto es que está. Al menos de palabra. En casi cualquier red, un buscador en el que uno escribiese “Dios” te devolverá un torrente de contenidos. Explicaciones, plegarias, imágenes, dibujos, invocaciones, reproches, y todo un mundo de testimonios de agentes de evangelización, a menudo seguidos de respuestas —unas entusiastas y otras furiosas—.

En casi cualquier red, un buscador en el que uno escribiese “Dios” te devolverá un torrente de contenidos. Explicaciones, plegarias, imágenes, dibujos, invocaciones, reproches…

Pero ¿dónde está Dios ahí? No necesariamente en las palabras. Hay quien habla de Dios, pero su intención al hacerlo es el rechazo a quien piensa distinto, la soberbia, o la descalificación. ¿A quién creemos, a las palabras o a la actitud?

Me inclino a pensar que Dios está en el testimonio de aquellos que, con sus palabras y actitudes (ambas al tiempo) apuntan hacia Él. Quienes hablan de amor sin trivializarlo ni reducirlo a un empalagoso sucedáneo. Quienes claman por la justicia que nace de la fe. Quienes muestran misericordia en sus opiniones y juicios. Y quienes hablan, con pasión, de la fe en el Dios vivo, que da sentido a los días, a los límites y a los anhelos que nos mueven.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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