Amar y servir es muy importante, pero la clave está en el todo. Ahí, en lo difícil, está el tesoro.
Hace unas semanas en la misa de comunidad estuvimos cantando, durante la comunión, la canción “En todo amar y servir”. En mi comunidad ahora hay muchos compañeros jesuitas que tienen una voz privilegiada (no es mi caso) y emociona escucharlos. El otro día, cerré los ojos y me dejé llevar por la canción.
Hubo un momento en el que, tras varias repeticiones, toda mi atención se centró en la palabra “todo”, dejando un poco de lado las otras dos palabras, “amar” y “servir”. Ya sabemos que la vida del cristiano camina sobre estas dos piernas: el amor y el servicio, pero, al menos en mi caso, nunca he prestado la suficiente atención a la palabra “todo” y, sinceramente, creo que ahí está el meollo de la cuestión.
En nuestra vida siempre hay momentos de amor y servicio. Siempre hay personas o situaciones en las que tenemos la posibilidad de mostrar a alguien que lo amas (con palabras o sin ellas) o que le puedes ayudar (lo conozcas o no). Pero ¿qué nos está queriendo decir esta canción?, ¿donde quería poner San Ignacio la fuerza? No tanto en el servicio y el amor, que también, sino en el “todo”.
En nuestra vida siempre hay momentos de amor y servicio. Siempre hay personas o situaciones en las que tenemos la posibilidad de mostrar a alguien que lo amas (con palabras o sin ellas) o que le puedes ayudar (lo conozcas o no).
No siempre es fácil amar y servir a las personas que nos rodean; no siempre tenemos ganas; no siempre tenemos fuerzas; no siempre tenemos tiempo; no siempre encontramos el sentido; no siempre pensamos que “se lo merecen”, pero ahí, cuando la otra persona no nos cae bien, cuando no tenemos ganas, cuando no tenemos fuerzas, cuando no tenemos tiempo es cuando el mensaje del Señor adquiere sentido, es ahí donde San Ignacio quería que pusiéramos nuestras fuerzas. Amar y servir es muy importante, pero la clave está en el todo. Ahí, en lo difícil, está el tesoro.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.