Para salir hacia un nuevo horizonte es necesario de alguna manera romper con el lugar que nos cobijaba hasta el momento.
La vida es un camino, una peregrinación con muchas etapas. Y como jesuita son muchas las veces en las que toca volver a ponerse en marcha después de haber hecho una etapa de camino. Ello siempre conlleva tener que hacer mudanzas y equipajes. Momentos en los que se aprovecha para hacer limpieza y deshacerse de cosas que llevas tiempo sin usar, en los que vuelven a pasar por tus manos fotos, escritos y recuerdos que te evocan personas importantes de tu vida, experiencias vividas, etc. Y al empaquetar, siempre tienes la sensación de estar precintando toda tu vida en cajas de cartón, a la espera de volver a recolocarla en otras estanterías y armarios que el futuro tiene preparado.
Y es que, en el fondo, al hacer maletas y viajar, sea más lejos o más cerca, de manera temporal o definitiva, siempre hay algo de nosotros que muere, algo que se queda y algo que se va. Algo que muere, como las cosas que tiramos a la basura, puesto que para salir hacia un nuevo horizonte es necesario de alguna manera romper con el lugar que nos cobijaba hasta el momento. Y esto es algo que ni las comunicaciones ni las redes sociales han podido solucionar. Algo que se queda, como las cosas que regalamos a gente querida, porque hay una serie de personas que paradójicamente permanecen a nuestro lado cuando nos marchamos. Son aquellas personas que nos han marcado, en las que hemos confiado y con las que mantendremos una relación más o menos frecuente, pero con la conciencia de que desde allí estarán con nosotros. Y algo que se va, que se viene con nosotros dentro del equipaje, como los regalos de despedida que se unen a nuestras pertenencias. Porque al marchar de un lugar, siempre nos llevamos con nosotros todas aquellas personas y experiencias que nos han marcado, haciéndonos crecer y madurar, cambiando nuestra manera de ser y de pensar.
Caminar, salir, marchar, dejar, permanecer, morir… son verbos que hablan de experiencias fundamentales de la existencia que nos hacen más humanos, y que en el fondo nos enseñan que en esta vida es tan importante saber decir hola, como aprender a decir adiós.
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Fuente: https://pastoralsj.org