El empleo de norcoreanos despierta controversias en la comunidad internacional. Varias organizaciones humanitarias los describen como esclavos y rehenes.
El fútbol es uno de mis deportes favoritos. Crecí jugando béisbol, practicando boxeo y corriendo detrás de un balón de fútbol. Mi carrera en el balompié naufragó temprano, a consecuencia de un patadón en la rótula derecha. No obstante, siempre me mantengo pendiente de este deporte. Fue así como, revisando los espacios que albergarán la fiesta de la FIFA, Rusia 2018, me topé con la información de que el estadio más costoso del planeta, fue construido por “esclavos contemporáneos”.
Una investigación de la revista noruega Josimar, pone al descubierto una trama que mezcla corrupción y esclavitud en la construcción del estadio Zenit Arena de San Petersburgo. Para los efectos de este artículo me centraré en el segundo aspecto. La citada investigación comprobó cómo al menos 110 ciudadanos norcoreanos han trabajado en las obras de este estadio, sufriendo violaciones a sus derechos humanos. “Los norcoreanos son como robots. Todo lo que hacen es trabajar, trabajar y trabajar. Trabajan desde las siete de la mañana hasta la medianoche. Cada día. Nunca libran. Son muy buenos trabajadores, pero parecen infelices. No tienen vida”, afirma un obrero ruso.
Un funcionario ruso le declaró a la revista noruega que “un mínimo de 1.500 obreros han trabajado en el Zenit Arena desde 2009. Es lo que nosotros sabemos. Y muchos de ellos eran inmigrantes. No han recibido un trato correcto y a nadie le preocupa la ley, su protección, sus contratos, porque los inmigrantes no tienen derechos”. Los norcoreanos que salen a trabajar al extranjero son cuidadosamente seleccionados: deben ser hombres adultos, casados y tener hijos. Deben pagar 700 dólares para salir del país y el mecanismo para garantizar su retorno es confiscando sus pasaportes. Otra medida de presión para que no deserten es amenazarlos; si se quedan en el extranjero, sus familias serán castigadas duramente.
La “exportación de mano de obra” se ha convertido en una de las principales fuentes de ingresos del régimen de Kim Jong-un. El país ha enviado 100 mil obreros al exterior, quizá el doble. La mayoría rumbo a China, Rusia y Oriente Medio. Treinta mil de ellos se encuentran en la Federación Rusa, originariamente en la industria maderera siberiana”. El dictador de ese país envía mano de obra al extranjero y se queda con el 90% de los sueldos de esos trabajadores. “Los del Zenit Arena vivían en campos de concentración y su alimentación diaria era una manzana, un huevo y un puñado de arroz. No tenían agua corriente y la mayoría estaban cubiertos de piojos”, dice BBC Mundo.
El empleo de norcoreanos despierta controversias en la comunidad internacional. Varias organizaciones humanitarias los describen como esclavos y rehenes. “Día libre” es un concepto desconocido para ellos. Pasan las 24 horas del día bajo vigilancia. Carecen de derechos. El régimen de Pyongyang abusa de ellos, exactamente igual que quienes los emplean en el extranjero. Para la mayoría de norcoreanos, es casi imposible salir del país. “Nos tratan como a perros”. La frase es de uno de los 150 mil norcoreanos que se “estima que trabajan para el régimen en el extranjero”. Se calcula que generan casi US$1.500 millones al año y un ex diplomático norcoreano aseguró a la BBC que gran parte de ese dinero “va destinado al programa nuclear y de misiles”.
Uno podría pensar que en los tiempos actuales la esclavitud ha sido superada, pero cuando se encuentra con hechos como estos, se da cuenta que la servidumbre forzada solo ha mutado sus características. La trata de seres humanos, el chantaje económico y social que aplican algunos gobiernos, la persecución por motivos políticos y la servidumbre por deudas, son solo algunos ejemplos. Pero esto no significa que estas aberraciones sean inevitables. Un esfuerzo coordinado de la ONU con activistas en todo el mundo puede poner fin a todas las causas de esclavitud moderna.
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Fuente: http://revistasic.gumilla.org