Espíritu de… normalidad

Un Espíritu que no hace ruido, no hace falta hablar de él, explicarlo o ni siquiera nombrarlo. Pero se sabe que está.

Es el Espíritu de las cosas del día a día, de lo cotidiano. El que se cuela en conversaciones con una cerveza en la mano, en comidas con amigos, en tardes de cine o en ratos de deporte compartido.

Es un Espíritu que no hace ruido, no hace falta hablar de él, explicarlo o ni siquiera nombrarlo. Pero se sabe que está. En el momento, aunque se esté haciendo lo mismo de siempre, se nota que algo es distinto. Después, al recordar, uno se da cuenta de que allí estaba este Espíritu, en medio de la normalidad, del día a día.

Un Espíritu que sienten y reconocen los creyentes y los no creyentes. Aunque cada uno lo llame de una manera, se dan cuenta de que allí hay una presencia o alegría que, sin cambiar nada externamente, lo hace todo distinto.

Un Espíritu por el que hay que apostar, y estar dispuesto a “perder tiempo”. Porque este Espíritu nos acerca a todas las personas, enseñándonos lo que de verdad importa en la vida. Y, sobre todo, porque cuando dedicamos tiempo a otros de esta manera, este Espíritu lleva con nosotros el Evangelio a lugares a los que de otra manera no llegaría.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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