En la primavera se incrementa la capacidad de absorción de los vegetales, que se reduce en el invierno… el rol de los océanos.
Esta semana, un grupo de investigadores de la NASA ha publicado varios estudios que permiten conocer más en profundidad el ciclo del dióxido de carbono en diferentes zonas del planeta, tanto terrestres como oceánicas. Los datos provienen de la misión Observatorio Orbital 2 del Carbono (OCO-2), realizada precisamente para este fin.
El estudio brinda información preciosa para analizar cómo actuar ante el incremento de este gas en la atmósfera, puesto que el “OCO-2 tiene la precisión, la resolución y la cobertura necesarias para abordar las preguntas clave relacionadas con el ciclo del carbono en el sistema terrestre”. Así lo destaca a la agencia Sinc Annmarie Eldering, del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, autora principal del primer trabajo. “Esta misión fue diseñada para ayudar a localizar e identificar los procesos regionales naturales que sirven como fuentes y sumideros de CO2 atmosférico, y cómo estos varían en el tiempo y el espacio”.
Los datos fueron recogidos durante más de tres años, desde que en julio de 2014 fue lanzado OCO-2, y reflejan los patrones del dióxido de carbono de todo el mundo a lo largo de ciclos de 16 días, tomando aproximadamente dos millones de estimaciones de sus niveles cada mes.
Eldering explica que estas mediciones del CO2 “se pueden combinar con observaciones de la humedad del suelo, precipitaciones, incendios forestales y otros datos ambientales en escalas regionales, para ayudarnos a entender por qué la cantidad de dióxido absorbido por los sumideros varía drásticamente de un año para otro mientras aumentan constantemente sus emisiones”.
En efecto, hubo un cambio notable entre las distintas estaciones en el ciclo del carbono en el hemisferio norte, donde se produce una significativa absorción de CO2 por parte de las plantas terrestres en primavera. Sin embargo, durante los meses de frío lo retienen mínimamente, mientras que la descomposición del material vegetal lo emite a la atmósfera.
Como resultado de este ciclo, junto con las emisiones continuas procedentes del uso de combustibles fósiles (en particular desde China, Europa y Estados Unidos), los niveles de carbono alcanzan un máximo estacional en el hemisferio norte durante el mes de abril, justo antes de que las plantas comiencen a absorber más CO2. El sumidero vegetal primaveral empieza a actuar en Europa y se propaga hacia el este, a través de Asia y Norteamérica, durante los meses de mayo y junio.
Los datos de OCO-2 también han servido para obtener valiosa información sobre El Niño, una fluctuación periódica en la temperatura superficial del mar y en la presión del aire en el océano Pacífico que causa variabilidad climática a lo largo de años e incluso décadas.
“Tuvimos la suerte de tener un gran El Niño en 2015-2016, todo un experimento natural, que cambió dramáticamente la lluvia y el calor en los trópicos”, señala Eldering. “Con las mediciones de OCO-2, pudimos ver la respuesta y cuantificar cuánto menos carbono absorbían los bosques tropicales”. De hecho, las emisiones desde las áreas terrestres durante El Niño aumentaron entre 2,5 y 3 gigatoneladas respecto del año de referencia, 2011. El 80% de este aumento procedía de las selvas. En los tres bosques tropicales más grandes el aumento tuvo una causa diferente, algo que no conocíamos antes de este trabajo”.
Así, detectaron que el incremento de la liberación de CO2 por la quema de biomasa en Asia tropical, la menor precipitación en América del Sur y el aumento de la temperatura en África fueron los factores principales, y los dos últimos, además, se espera que sigan sucediendo este siglo debido al cambio climático. De este modo, el papel de las tierras tropicales como amortiguador de las emisiones de combustibles fósiles podría reducirse en el futuro.
El equipo también registró la liberación de CO2 en los océanos. Los datos de OCO-2 muestran que en los primeros meses de El Niño 2015-16, la tasa de dióxido de carbono emitido desde el Pacífico tropical a la atmósfera disminuyó entre un 26 y 54%. Según los autores, esto se traduce en una reducción a corto plazo de 0,4 a 0,5 partes por millón en la concentración atmosférica, o cerca de 0,1% del CO2 atmosférico total.
“Como parte de la circulación global de los océanos, el agua fría, rica en dióxido de carbono, llega hasta la superficie de esta región y el CO2 adicional sale a la atmósfera”, explica la investigadora de la NASA, que añade: “Pero debido a que los eventos de El Niño suprimen esta afloración, los científicos han conjeturado que reduce las emisiones del océano y, por tanto, provoca una desaceleración en la tasa de crecimiento de las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico”.
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Fuente: http://ciudadnueva.com.ar