Aumenta el número de personas que huyen de las regiones entre Tigray y Amhara debido a los persistentes enfrentamientos. Las Naciones Unidas han dado la voz de alarma, en un momento en que se ha reanudado la violencia entre tigrayanos y ahmaranos. El director del Centro de Estudios Internacionales, Marco Di Liddo: “Etiopía sigue viviendo la larga ola de la guerra civil de 2018”.
El clima de tensión persiste en Etiopía, donde a principios de febrero se reanudaron los violentos combates en una de las zonas en disputa entre las regiones de Tigray y Amhara, en el norte del país. Según Naciones Unidas, más de 50.000 personas fueron desplazadas por los enfrentamientos armados en las localidades de Alamata, Raya Alamata, Zata y Ofla, que tuvieron lugar entre el 13 y el 14 de abril. “Creo que la cifra expresada por la ONU es ligeramente baja, incluso comparada con la situación actual”, comenta a Radio Vaticano-Vatican News Marco Di Liddo, director del Centro de Estudios Internacionales (CESI).
“La guerra de 2018 —explica Di Liddo— tuvo una fase inicial de enfrentamiento entre las tropas del gobierno central y las tropas de Tigray, el grupo étnico presente en la región norte del país, es decir Tigray. Hoy, sin embargo, el conflicto, tras años de enfrentamientos, se centra, señala el experto, “entre el gobierno central de Adis Abeba, las milicias tigray y las milicias ultranacionalistas ahmara, que en la zona centro-norte del país luchan por un nuevo reparto territorial de las distintas regiones federales”. Entre los territorios más disputados se encuentra el distrito de Raya Alamata, reclamado por ambos grupos. Inicialmente bajo control de Tigray, está ocupado por las fuerzas amháricas desde 2020. Tras unos meses de pausa en el conflicto, la violencia se recrudeció en abril y el miércoles 17 funcionarios amhara acusaron a los combatientes de Tigray de “llevar a cabo una invasión” en total violación del Acuerdo de Pretoria firmado en noviembre de 2022 por el gobierno federal etíope y los líderes de Tigray. Los Acuerdos de Pretoria, comenta Di Liddo, “contentaron a algunas de las partes, pero obviamente disgustaron a otras. Todos los que no se beneficiaron de los acuerdos siguieron empuñando las armas: es lo que ocurrió con el frente Ahmara y en esto hay una sensación de inestabilidad etíope”.
Además de los conflictos internos, Etiopía se enfrenta a crisis económicas y climáticas, con un agravamiento de la crisis alimentaria y de malnutrición. En la situación, subraya Di Liddo, “se concentran diferentes factores de inseguridad, sin duda relacionados con los combates, pero sobre todo con la emergencia humanitaria y la falta de productos de primera necesidad, empezando por alimentos, medicinas, agua o un simple refugio frente a la violencia y los enfrentamientos”. Además, Etiopía es uno de los países más afectados por “el impacto del cambio climático, tanto en términos de desertificación como de fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones y huracanes, que afectan a los pequeños productores agrarios e imposibilitan la creación de un mero mercado de alimentos”.
Además de los conflictos internos, Etiopía se enfrenta a crisis económicas y climáticas, con un agravamiento de la crisis alimentaria y de malnutrición.
El 16 de abril, la ONU declaró que este año se necesitarían hasta 3.400 millones de dólares para Etiopía, entre otras cosas para ayudar a los aproximadamente 4 millones de desplazados internos, pero hasta ahora el plan se ha financiado en menos de un 5%. También según la ONU, el país necesita un primer billón de dólares para responder a las necesidades urgentes de la población, al menos hasta finales de junio, cuando Etiopía se verá afectada por la temporada de sequía —de julio a septiembre— y unos 11 millones de personas sufrirán una grave inseguridad alimentaria. Los fondos movilizados a corto plazo, confirma el director del CESI, “tienen el potencial de paliar la emergencia, pero no resuelven los problemas estructurales. Para ellos necesitamos un plan de intervención a largo plazo”. Además, no solo se necesita dinero “aportado por donantes internacionales, sino sobre todo un cambio de política por parte de los actores locales”. “Con un conflicto tan persistente”, concluye Marco Di Liddo, “es imposible centrarse en el desarrollo económico”.
Fuente: www.vaticannews.va/es / Imagen: Pexels.