Historiador y académico de la USACH, plantea cómo los principios del pueblo mapuche referidos al Buen Vivir, el cuidado de los ecosistemas y el respeto a las identidades pueden ser punto de encuentro para el Chile de hoy y mañana.
En los últimos estudios de opinión sobre Pueblos Originarios y Nueva Constitución, del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), al menos un 75% de los integrantes del pueblo mapuche se declara partidario de que la nueva Constitución establezca su autodeterminación. Se refuerza una tendencia predominante desde hace años en esa materia y, a juicio de Fernando Pairican, doctor en Historia y profesor de la Universidad Santiago, eso ratifica que no habrá una solución a la tensión que se vive en el Wallmapu, en concreto en parte del Biobío y la Araucanía, si esa aspiración no se concreta institucionalmente.
Ahora bien, ¿qué formas podría adoptar una “autonomía”? Según el académico, la opinión mayoritaria expresada en las encuestas incluye visiones diversas sobre la materia. Entre ellas, la de un sector del pueblo mapuche que rechaza el proceso constituyente, al considerar que la muy probable declaración de plurinacionalidad para el Estado chileno sería una reafirmación de la legitimidad del actual Estado chileno. En ese sentido, la pregunta sobre las modalidades autonómicas conduce a una discusión muy compleja, según advierte Pairicán, quien de todos modos mantiene su optimismo sobre lo que ocurrirá en los próximos meses.
Y es que, en su rol de académico, ya tiene en mente algunas fórmulas institucionales sobre cómo abordar ese desafío. A la vez, defiende que conceptos como el Buen Vivir, el respeto a la naturaleza o la valoración de la propiedad colectiva tengan un espacio en los futuros debates y sirvan para un acercamiento entre la sociedad chilena y la mapuche. Ha formado su visión del tema tras años de estudio. Nacido en Santiago, desde muy joven se interesó por la historia de sus antepasados y desde hace ya dos décadas forma parte de agrupaciones mapuche, y ha escrito una serie de libros vinculados al tema: Malón (2014), La biografía de Matías Catrileo (2017) y Toqui: Guerra y Tradición en el siglo XIX (2021).
—En el actual proceso en nuestro país, predomina el llamado a un cambio de modelo. ¿En qué sentido cree que la idea del Buen Vivir, tan propia del pueblo mapuche, podría influir?
Ese concepto se inserta en un largo debate indígena en América Latina y pienso que tendrá mucha proyección. La idea del Buen Vivir comienza a ser desarrollada por los hermanos andinos, en Bolivia y Ecuador, principalmente, en la década de los ochenta, y apunta a un equilibrio entre el extractivismo económico y su impacto en el territorio y el desarrollo integral de la población indígena. Se formula considerando que en general la población indígena es muy pobre. Es el sumak kawsay, como lo llaman en Bolivia, que es el país que mejor ha desarrollado esas ideas, pues ha convertido ese principio en un poder de Estado a partir de algunos ministerios recientemente construidos que lo tienen presente. Desde ahí es tomado por el mundo aymara en Chile. Luego, los mapuche lo desarrollan en el concepto de Küme Mongen, y en los últimos años el movimiento mapuche ha ido asumiendo con mayor fuerza la idea del Itrofil Mogen —las distintas vidas—, involucrando el territorio, la autodeterminación y el ejercicio de una producción agrícola en el marco del Buen Vivir. Esta última apunta a la reforestación del territorio mapuche a partir del bosque nativo, que es el que produce el agua, que permite a la vez la agricultura. En ese contexto, el trabajo mapuche permite un ecosistema en equilibrio, el que debiéramos defender en la Convención.
Existe en el mundo mapuche, por otra parte, un movimiento autonomista rupturista, que lucha por un control territorial de espacios de autonomía política económica y social que permitan desarrollar en la práctica estas ideas. Hay, así, alguna diversidad de posturas, pero la inspiración de ellas es la misma.
POSIBILIDADES EN EL MULTICULTURALISMO
—¿Ve factible que en el proceso constituyente se avance a ese ecosistema en equilibrio?
Sí, pues hay simpatía por esa idea en muchos otros. En el proceso constituyente, por ejemplo, la Lista del Pueblo tiene algunos conceptos como la plurinacionalidad o el Buen Vivir. Desde el ámbito de los empresarios, se ha planteado la idea del multiculturalismo y esto puede también representar un punto de diálogo con el mundo indígena.
—¿En qué sentido puede darse eso?
Para ese multiculturalismo, que ya es acogido por distintos sectores y por algunos de la empresa, importa que el mundo indígena sea parte del proceso que hoy se desarrolla bajo la lógica del capital. Se considera que eso se puede lograr con la incorporación de quienes pertenecen a ese mundo indígena, incorporándose ya sea como propietario o como alguien que obtiene beneficios de una relación laboral o económica, a partir de ciertas políticas que lo regulen. Y, por otra parte, los efectos positivos de la aceptación del multiculturalismo los vi mucho, por ejemplo, en el Centro de Estudios Públicos en debates sobre el proceso constitucional, donde escuché testimonios al respecto de personas de Nueva Zelanda o de Irlanda, mientras aprecié cómo en Estados Unidos existe una extendida noción de multicuturalismo, que tiene una aplicación en varias dimensiones.
Esto, sin embargo, no es suficiente para solventar el problema de fondo en Chile. Algunos incluso han planteado acá que se puede reemplazar a las empresas forestales actuales por forestales que sean de propiedad mapuche. Pero eso no es posible, pues el problema está en que son las plantaciones forestales, extensas, que están provocando la crisis ambiental en el territorio mapuche.
CONCEPTOS DE PROPIEDAD PRIVADA
—¿Cree que haya espacios, en algún sentido, para que a futuro la conducción económica pueda ir acorde a los derechos colectivos y de la naturaleza, considerados en la cultura mapuche?
Esa es la discusión que se llevará adelante. Y en eso, aspiramos a que haya autonomía, posibilidad de aplicar políticas propias en el territorio. Las propuestas mapuche y, en general, las indígenas tienen una contradicción muy radical con la noción de propiedad privada que rige hoy en Chile, que está muy asociada al extractivismo económico y que además da forma a una explotación muy brutal, que termina secando o generando erosiones y contaminación en el territorio. Es, por lo demás, algo muy alejado de conceptos de propiedad privada que se dan en Nueva Zelanda o Gran Bretaña, donde esta se entiende de otra manera.
La tarea de superar la falta de equilibrio que tienen los modelos capitalistas puede ser un punto de partida; es una tarea en virtud de la cual se puede dialogar con el mundo indígena. Este no está equivocado en lo que sostiene, pues está poniendo atención en una situación económica, ecológica y política que provoca daño a la naturaleza y pobreza. Es indesmentible que el mundo indígena ha sido empobrecido en los doscientos años bajo la república chilena y, además, su territorio ha sido diezmado y destruido en distintas formas. Una de ellas es que el capital no toma en cuenta el tiempo que se requiere para renovar la tierra o lo que llama “los recursos”, y que los mapuche llamamos “las otras vidas”. Muchos creemos que la agenda política del mundo indígena puede ser un tremendo aporte para reconceptualizar el país en el que estamos viviendo, integrando sus distintas identidades nacionales.
FORMAS PARA LA AUTODETERMINACIÓN
—¿Cómo se pueden asumir, concretamente, en la nueva institucionalidad las expectativas de autodeterminación del pueblo mapuche?
He observado las experiencias de Ecuador y Bolivia, porque en esos países ha habido desarrollo institucional en ese aspecto. Me agrada el Ministerio de Descolonización y Despatriarcado que hay en Bolivia, como instancia útil para generar una política social y cultural sobre las demandas que se han ido desplegando desde los movimientos sociales. También, sería interesante que existiesen ministerios que den espacio para repensar la descentralización desde una perspectiva autonómica.
—¿Qué fórmulas concretas considera factibles?
En el proceso constituyente en curso, los espacios de diálogo que se abren pueden ser positivos para considerar ideas como las que han desarrollado los intelectuales del Wallmapuwen, que apuntan a que convivan en un territorio determinado —en este caso, el Wallmapu— autonomías según sus procedencias originarias. En el caso del Wallmapu, que este sea un territorio mapuche administrado por mapuche y que otros, no indígenas, puedan vivir en ese territorio bajo la administración de un mundo indígena. Están ahí las experiencias autonómicas de España, sobre todo, teniendo a la vista los ejemplos de Cataluña o el País Vasco. Eso es posible en territorios de la Araucanía.
Sin embargo, en el Biobío, donde hay otra forma de construcción nacional, parece más posible la plurinacionalidad como forma de desarrollo. Esto, también en zonas andinas del norte, donde los poblados conviven con territorios indígenas.
Creemos en un nuevo tipo de contrato social y que Chile podrá ser reconstruido en un Estado plurinacional con una perspectiva de respetar las autonomías, es decir, con el ejercicio de las autonomías territoriales en el rapa nui, en el territorio mapuche y también en la zona andina con nuestros hermanos quechua.
Luego, habrá que construir, por supuesto, las políticas y la burocracia que permitan eso, pero las enunciaciones que se formulen en la Constitución permitirían un nuevo marco político y de regulación muy importante.
RECONOCIMIENTO Y CULTURA
—Dentro de sus expectativas para la Convención, ¿estas son las prioritarias?
Establecería, en las primeras partes de la Constitución, que Chile reconoce como sujetos de derecho a las distintas naciones originarias; que los idiomas oficiales son el castellano, el mapuzungun, el licanantai, el quechua, el rapanui y también el creolé: esto último sería un interesante avance para reconocer al mundo migrante, que es sujeto de derecho según el Convenio 169 de la OIT. Las primeras enunciaciones de una nueva Constitución deben ser las de una buena relación y un llamado de convivencia con lo que es hoy este país, que es un país intercultural, en la práctica.
—Ud. ha señalado que la historia mapuche de los últimos treinta años ha estado marcada por un crecimiento político-intelectual. ¿Cómo observa que evolucionará ese proceso?
Habrá un mayor crecimiento y hegemonía de parte de la escritura mapuche. Se observará mayor presencia mapuche tanto en las ciencias sociales como en otras ramas. En una amplia amalgama de profesionales mapuche existe hoy una reivindicación étnica. Lo vemos en la ingeniería, en la alta costura, en el deporte —está la árbitro mapuche de fútbol, Cindy Nahuelcoy—, la música —recordemos al cantante de ópera Miguel Ángel Pellao— o el teatro, etc. Observo la posibilidad de un movimiento de derechos civiles con clara pertenencia étnica. En los pueblos originarios, ya no hay una vergüenza, sino una autoafirmación política y eso creo que hay que potenciarlo aún más.
—En ese sentido, ¿cómo apreció la elección de Elisa Loncon en la presidencia de la Convención y la presencia que en esta han tenido los pueblos originarios?
Es resultado, en buena medida, del movimiento mapuche que apostó por actuar por la vía institucional. Hubo un esfuerzo por lograr escaños reservados. Luego, por competir en lo electoral. Más tarde, por trabajar por la presidencia de la Convención. Ha sido un triunfo de la plurinacionalidad que se proyecta hacia el futuro, indesmentiblemente. Emocionó el discurso de Elisa Loncon al asumir el cargo, pues puso al mapuzungun en un lugar del que ya no lo apartarán: así entró a la historia. Y, en sus palabras, ella conectó muy bien con un alma mistraliana, al dar relevancia al valor de los niños, al mundo indígena, al mundo mestizo: en otras palabras, a un país diverso, plurinacional, pluricultural.
La Convención proyectará esta fuerza de los postergados, presente en los distintos pueblos originarios.
LA FRAGILIDAD DE LA DEMOCRACIA
—¿Qué, de lo que hoy está ocurriendo, le preocupa?
Preocupa la crisis de la democracia, el modo como se está desarrollando en el mundo y no solo en América Latina. Han surgido muchas expresiones, dirigencias y políticas de carácter autoritario. En esto, ha resultado perjudicial el ascenso de manifestaciones autoritarias en el plano político y también desde movimientos religiosos cristianos, musulmanes, etc., que asumen una visión restrictiva de la sociedad en cuanto a que únicamente consideran válido lo que surge de sus creencias. Vivimos tiempos de incertidumbre e inseguridad en los que la democracia aparece cuestionada. Uno se pregunta si el actual modelo democrático representativo será capaz de dar respuestas favorables para el grueso de la población, pues parece que hay una captura de la democracia por parte de muchos grupos de la elite. Tal pregunta es válida porque el modelo a veces parece hoy capturado por la elite, que emplea ese modelo para administrar una economía que no beneficia a todos, como bien lo han denunciado en el último tiempo tantos movimientos sociales en tantas partes del mundo.
—¿En qué tiene usted esperanza?
En el movimiento social registrado desde octubre de 2019, pues pone en lugar visible ideas que habían estado un poco postergadas. Aunque la pandemia apagó un poco su manifestación en las calles, me gustó esta especie de primavera que se expresó en plazas y lugares que fueron usados para el debate público, con foros, debates, muros pintados, etc. Se trató de un retorno a la ciudadanía, la que se expresó en muy distintas maneras. Me gusta una revuelta que genera todo un movimiento político y social con una gran potencialidad de hacer cambios. Es un movimiento que se mantendrá y que me abre a muchas esperanzas.
INTELECTUALIDADES EN LAS AMÉRICAS
—¿Qué pensadores cree usted que están aportando interesantes puntos de vista, ya sea en Chile o en el mundo?
Desde la visión de la raza, como un concepto político teórico, es muy interesante lo que ha estado escribiendo la estadounidense Zadie Smith sobre el papel de la multiculturalidad, la raza, el género, la clase y el capital. Ella es una novelista del Primer Mundo que analiza las relaciones con que el capitalismo asume el multiculturalismo —reconoce que a veces hay un mal uso de este— y observa el modo como la mujer tiene un papel en él.
En el caso de América Latina, me parece que los intelectuales mayas ofrecen un buen debate sobre multiculturalismo, en referencia a la apropiación de la raza y de la identidad indígena. Por ejemplo, en Guatemala, está la escritora Aura Cumes, quien ayuda a reflexionar sobre la comercialización de la multiculturalidad. Ella hace una crítica desde el feminismo. Alerta sobre cómo en su país se ha comercializado la forma de ser maya, en una perspectiva que a fin de cuentas puede representar violencia contra la mujer, perpetuación de pobreza y poco empoderamiento del movimiento indígena. Es decir, la suya es una voz que advierte cómo el multiculturalismo puede ser usado como una acción contrainsurgente, pudiendo constituir algún grado de violencia.
En Sudamérica, la intelectualidad boliviana es fascinante en su esfuerzo por analizar el futuro, en tareas que tienen cabida en sus editoriales que funcionan a muy bajo costo y que permiten a gran parte de la población el acceso a sus libros. Hay en ella una tradición muy valiosa, que data de los años veinte y treinta del siglo XX. Generó mucha prensa y muchos libros. En los años setenta creció con la revolución indiana. Se desarrollaron talleres de historia oral de gran importancia, involucrando interés en comprender el mundo antigulo aimara. Todo ese pensamiento se sustentó en los años ochenta, noventa y dos mil, y mantiene vigor.
En el caso de Chile, creo que los movimientos indígenas y el movimiento feminista están desarrollando un nuevo tipo de comprensión de este nuevo país.
LA CONTRIBUCIÓN DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
—Finalmente, ¿qué mensaje dejaría para las generaciones futuras?
Que siempre importa mucho tener presente los efectos medioambientales y las consecuencias sociales de las decisiones económicas que se adopten. Estamos en un país que contamina de manera abismante, en grave perjuicio a las generaciones siguientes.
Igualmente, es imprescindible evitar que crezcan las diferencias económicas entre los que tienen mucho y los que tienen poco. Eso es básico, pues la democracia por sí sola puede no ser capaz de afrontar las exigencias de convivencia que representan las desigualdades. Estas son un caldo de cultivo para nuevos tipos de nacionalismo. Son incluso favorables a populismos y autoritarismos, por lo cual esa materia debe estar en el centro de las preocupaciones.
En tercer lugar, importará tener muy presente que el componente indígena no debe ser nunca el último vagón del tren. Hoy observamos cómo, tras el 18 de octubre de 2019, se ve mucha bandera mapuche y que muchos hablan del tema indígena. Sin embargo, el mundo indígena está tensionado por sentirse subordinado frente a la lógica de los no indígenas. A futuro, para avanzar, es crítico que se vaya afirmando la idea de que el multiculturalismo, en una perspectiva racial, sigue siendo una deuda tanto de sectores de izquierda como de derecha. Y que será necesario tomar en cuenta el gigantesco potencial que tienen las propuestas indígenas, que son integrales y permiten un buen punto de equilibrio para, incluso, articular a los sectores más conservadores con los de la izquierda.
Creo que perfectamente el mundo indígena puede nutrir de manera decisiva el proceso constituyente para hacerlo llegar a un buen resultado. Me parece coherente esto con una historia de los pueblos indígenas que en nuestro continente han tenido muchas experiencias de gobierno exitosas. MSJ
_________________________
Fernando Pairican Padilla es Doctor en Historia de la Universidad de Santiago, donde es académico. Dirige la colección de pensamiento mapuche contemporáneo de Pehuén editores. Es investigador asociado en el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas de la P. Universidad Católica de Chile.