Hasta ahora se ha pensado en un triángulo —profesores, alumnos y padres— como el que da forma a la comunidad educativa. El informe de la Unesco The future of education (2021-2050) abre esa figura y plantea que la escuela es centro de aprendizaje para toda la comunidad e invita a un diálogo y a una co-construcción con distintos actores de la sociedad.
Pensar en la educación de cara al año 2050 es el reto que planteó la Unesco a un grupo internacional de expertos, liderado por la presidenta de la República Democrática Federal de Etiopía, Sahle-Work Zewde. Fernando M. Reimers, venezolano, director del máster en política educativa internacional de la Universidad de Harvard, considera importante señalar que en temas de educación hay tres momentos clave desde que fue creada la Unesco:
—El primero es en 1968, un año convulsionado por la Guerra de Vietnam, con grandes movilizaciones estudiantiles y tomas en las universidades de muchos países. Unesco reúne a un pequeño grupo en torno a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la educación?”. Ellos reconocen los cambios que están ocurriendo en el mundo y dicen: “La educación es aprender a hacer. No se queden ustedes contentos con enseñar lecturas y matemáticas. Aquí hay que cultivar al ser y hay que preparar a las personas para que se hagan cargo de su aprendizaje toda la vida”. Es una idea revolucionaria.
La segunda vez que Unesco hace lo mismo es en 1992, cuando la tecnología está cambiando todos los procesos y además se acerca el fin del milenio. Después de tres años en consultas, básicamente el informe dice que la educación descansa sobre cuatro pilares: aprender a convivir porque la globalización nos va a poner en contacto con gente muy diversa, las autonomías de las escuelas, el gobierno de los sistemas educativos y el papel de los profesores. Hace tres años, nuevamente la directora de educación de Unesco, Stefania Giannini, decide hacer un ejercicio parecido y me invitan a trabajar en este equipo, que publicará en noviembre de este año su informe. Me siento muy honrado.
EDUCACIÓN Y DESIGUALDAD
—¿Qué lo atrajo del mundo de la educación? Porque esa no es su carrera de origen.
Nací en Venezuela. Mis padres habían emigrado de España y mi madre siempre decía: “Hace falta mucha educación”. Era un mantra para ella y crecí escuchando esa idea. Estando en quinto grado, empecé a escribir una serie de ensayos para la escuela y uno de estos fue sobre educación. Seguramente, eché mano a eso que oía decir a mi madre. Cuando estaba terminando bachillerato, tenía la intención de estudiar leyes y recuerdo haber leído un libro que publicó un político en 1974, Luis Alberto Machado, titulado La Revolución de la Inteligencia. Su tesis es muy simple: la inteligencia es un talento que se desarrolla, no es un talento innato. Justo en esa época, para trasladarme al colegio, yo debía recorrer dos horas en transporte público y en ese trayecto veía muchísimo de la diversidad, no solo geográfica sino socioeconómica, de Caracas. Veía a muchos niños trabajando, lustrando zapatos, vendiendo periódicos. Pasaba por unos barrios muy pobres, sin alcantarillado, con desagües abiertos y casas de cartón. Entonces, a los quince años, al ver toda esa desigualdad, inevitablemente me pregunté ¿cómo puede haber tanta diferencia dentro de una misma ciudad? Al año siguiente, este mismo autor, Luis Alberto Machado, escribió otro libro titulado El Derecho a Ser Inteligente. Y la tesis del libro era que un Estado democrático tiene la obligación de crear las condiciones para que la gente desarrolle su talento. Aquello me movió de una manera increíble y descubrí mi vocación. Me ayudó a conectar todas las preguntas que me hacía sobre las grandes desigualdades que observaba entre mi comunidad, la comunidad donde estaba este colegio y las comunidades mucho menos aventajadas por las que yo pasaba. Esa misma semana cambié de idea y dije “quiero estudiar Educación”. Por supuesto, fue muy desorientador, porque en aquel momento en Venezuela la educación tenía muy poca valoración como profesión, incluso entre los mismos profesores. Entonces, el que dijera que en vez de estudiar leyes iba a estudiar Educación era casi como decir que no iba a ir a la universidad. Entonces, transamos en que estudiaría Psicología. Terminé la carrera y mi tesis fue sobre las contribuciones psicológicas a la educación. Ese es el camino un poco azaroso y accidentado por el cual llegué a este tema.
—Desde su perspectiva, ¿qué es lo que más debiera urgirnos en el mundo de la educación?
Después de más treinta años trabajando en esto, creo que una de las cosas más importantes que hace la educación es permitir a las personas desarrollar las capacidades creativas y la agencia; agencia para hacerse cargo de su vida, o sea, para desarrollar un proyecto de vida y para que ese proyecto de vida te conecte con tu comunidad para ser un factor de mejoramiento de esa comunidad de la que formas parte. Pero lo que nos debe preocupar, por supuesto, es que mucho se podría hacer mejor. Hay muchos niños que pasan un montón de tiempo en la escuela y no desarrollan agencias, no desarrollan creatividad y la experiencia escolar es más debilitante que otra cosa. O sea, si tú vas a una escuela donde te convencen de tus propias debilidades, en vez de apoyar tus fortalezas, terminas abandonando la escuela, desertando. Eso, ¿qué quiere decir? Que debemos movernos hacia hacer que las escuelas sean lo que deberían ser, cultivar agencia, creatividad y capacidad de colaborar con otros en las comunidades.
Yo creo que la mejor manera de que lograr estos objetivos es entender que la escuela no opera en un vacío, opera en un contexto social. Y cuando el contexto social está comprometido con la idea de que todas las personas tienen los mismos derechos, porque son seres humanos, y que tienen el mismo potencial y que tienen la libertad para desarrollarse, necesariamente las fuerzas se concentran en lograr cumplir con los objetivos de las escuelas.
Esa preocupación en torno a la educación se relaciona con una preocupación más general. El proyecto de los pensadores de la ilustración se levanta sobre la idea de que los seres humanos tienen la capacidad de gobernarse a sí mismos y de asociarse con una imagen y mejorar su mundo. De este proyecto derivan tres instituciones muy importantes, que son la democracia, la escuela pública para todos y la universidad moderna; estas tres instituciones facilitarían encontrar un equilibrio entre la libertad y la solidaridad. Y yo tengo la impresión de que este equilibrio está hoy un poco desbalanceado y que en algunos sitios estamos mucho mejor en la libertad y no tan bien en la solidaridad, y eso genera ciertos descalabros en la democracia como forma de vida. Creo que debe preocuparnos, pensando en la sociedad y no solo en la escuela, cómo lograr un mundo incluyente, donde todos podamos relacionarnos con las demás personas en paz, donde todos tengan bienestar y donde ese bienestar sea sustentable, es decir, que sea duradero y que esté basado en una manera de relacionarnos con el medio ambiente que sea sustentable.
—Después de este recorrido trabajando en educación y con mirada universal, ¿qué factores cree usted que hoy lo está cambiando todo?
Yo creo que hay cuatro vectores que están cambiando objetivamente nuestro modo de vivir y de entender el mundo. El primero de ellos es el cambio climático, que está afectando nuestro hábitat, destruyendo las formas de vida en algunas comunidades y forzando a muchas personas a migrar. Otro vector es el desarrollo de la tecnología y sus efectos en la manera de producir, de relacionarnos, de intercambiar, en algunos casos para bien y, en otros, para mal. El tercero es un crecimiento de la intolerancia. Veo que hay grupos extremistas, como el de los Oath keepers acá en Estados Unidos, no comprometidos con formas pacíficas para resolver nuestras diferencias, que se plantea la posibilidad de una guerra civil como manera de resolver diferencias. Luego, el cuarto vector ha sido la pandemia, acelerando algunos de estos cambios. Esos cuatro vectores nos están complicando, pero a la vez dando posibilidades.
—Usted forma parte del grupo de expertos que entregará este año el informe The Future of Education, ¿qué puede adelantar?
En una sección inicial habla de cuáles son los cambios en el contexto actual: la fragmentación social, los riesgos para la democracia, el cambio climático, la desigualdad y la necesidad de alinear mucho más intencionalmente a las instituciones educativas con esa realidad. Y luego vamos a ver en ese informe una idea de que la escuela debe ser un centro de aprendizaje en todas las comunidades, no solamente para los estudiantes que están en la escuela. Esta es una novedad en relación a los otros dos informes y se invita a una conversación, a un diálogo y una co-construcción con distintos actores de la sociedad. Yo creo que este informe, a diferencia de los dos anteriores, va a reconocer mucho más explícitamente la enorme importancia de la sociedad civil, de los actores más allá del gobierno, como agentes de cambio, como agentes de innovación educativa y va a invitar a que sean esos actores, junto con los gobiernos, los que decidan en el contexto de cada comunidad.
—¿Qué pensadores o escritores lo inspiran actualmente?
Bueno, estoy leyendo mucho sobre cambio climático, democracia, tolerancia… Creo que el trabajo que ha hecho Bill Gates sobre el cambio climático es muy bueno. Robert Putnam, aunque se refiere más a los EE.UU., aborda el tema de la fragmentación social de modo muy profundo. He leído a Ibram Kendi, que ha escrito Cómo ser un antiracista, Otro autor que habla de escenarios del futuro es Michio Kaku, sobre cómo las ciencias, las tecnologías, pueden cambiar el futuro.
—¿Qué mensaje daría usted a un lector común, para construir el futuro de la humanidad?
Yo creo en la importancia de construir un orden mundial, basado en la idea simple, pero profundamente revolucionaria, de que todas las personas tienen ciertos derechos, porque son humanos, simplemente. Y para el logro de esos derechos es muy importante construir un orden que respete y que permita la libertad y la solidaridad. Creo que esa idea nunca ha tenido más fuerza porque si no lo hacemos, si no construimos ese mundo sustentable, no sé qué va a pasar primero. Si vamos a tener algún tipo de conflicto dentro de los países, me refiero a guerras civiles; o entre países, me refiero a una guerra mundial, o una hecatombe climática. Y no sé tampoco si estas cosas van a manifestarse como un gran evento, una gran explosión, o pequeños eventos, uno tras otro, hasta que llegue un momento que miremos para atrás y digamos: “Oye, nos quedamos sin libertad. Desapareció la democracia. Nos quedamos sin planeta y no nos dimos cuenta mientras estaba ocurriendo”. La idea de crear un mundo mejor implica ser conscientes de los riesgos. Ese es el mensaje que yo daría. Todos están invitados a ser partícipes en construir ese mundo porque está al alcance de todos el poder hacer algo desde la esfera de actuación de cada quien para construir ese mundo, más que nunca. MSJ
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Fernando M. Reimers. Venezuela, es experto en programas en educación para la ciudadanía mundial, dirige el máster en política educativa internacional y el programa de investigación Iniciativa Global de Innovación Educativas en la Universidad de Harvard. Es profesor de práctica de la educación en la Fundación Ford. Autor de más de treinta libros sobre el tema, entre ellos Educación global para mejorar el mundo, y Enseñanza y aprendizaje en el siglo XXI.