Que tu memoria sea eterna, padre Gustavo, amante del pozo.
Ha fallecido Gustavo Gutiérrez (1928-2024). Hace unos meses fallecía el teólogo protestante Jürgen Moltmann. ¿Qué decir, en la rapidez de unos cuantos párrafos sobre Gustavo Gutiérrez? Quiero pensar algunos elementos in memoriam del teólogo peruano.
Gustavo Gutiérrez nos enseñó en su obra más emblemática, Teología de la liberación, perspectivas (1971) que la teología es un momento segundo. El primer momento es entrar al pozo (usando la idea de su Beber en su propio pozo de 1985), es sentir su agua y sus murmullos. El momento teórico está vacío si no hay una implicancia con la vida misma. Por ello esa vida es el humus vital desde donde se hace teología. Sin pozo no hay teología. La teología sin el pozo no tiene sentido.
Hay una hondura en el pozo que se va develando mientras se sube el agua. El pozo profundo es lento, es un proceso, así como la teología debe ser un proceso de la hondura, de lo callado y de lo sonoro, a la vez, del agua. Gustavo Gutiérrez entró a ese pozo profundo llamado América Latina, de ese continente que recibió creativamente el Vaticano II en Medellín en 1968, recepción que trajo también la teología de la liberación.
Fue tanto ese amor por el pozo, que Gutiérrez tuvo la sensibilidad profética de emprender la teología de la liberación, esa teología hecha con amasijos de barro, de campesinos, de ciudades del sur, de rostros curtidos en las luchas. América Latina regaló al mundo una teología dinámica, que es estudiada y vista como un punto clave en las construcciones intelectuales y prácticas de una Iglesia desafiada. ¡Cuántos desafíos para nosotros los teólogos/as!
Cuando estudié el Magíster en Teología trabajé mi tesis en el pensamiento del teólogo alemán Johann Baptist Metz, fallecido en diciembre de 2019. Metz fue el responsable del prólogo a la edición alemana de Teología de la Liberación. En ese prólogo y en otros intercambios académicos entre el alemán y el peruano, Metz decía que en Los Andes llovía tristeza, mostrando su afinidad con nuestra teología continental. Esos Andes fueron el espacio que Gustavo Gutiérrez comprendió como verdadero lugar teológico donde Dios irrumpe salvado en medio de los pueblos pobres y de su “fuerza histórica” (La fuerza histórica de los pobres, 1978).
El gran canon de la teología del siglo XX se va cerrando. Ahora vienen las lecturas y las nuevas interpretaciones, las vidas compartidas y las búsquedas del Reino, semilla de liberación.
Que tu memoria sea eterna, padre Gustavo, amante del pozo.
¡Paz a tu tumba!
Imagen: De Mohan – Trabajo propio, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2894684