Al escribir la carta en Navidad también se puede hacer pedagogía, como seguro lo hicieron aquellos sabios de Oriente ante el niño Dios cuando le regalaron oro, incienso y mirra.
Se acerca la Navidad y, con ella, seamos creyentes y no creyentes, aparecen en el horizonte los regalos. Que todos sabemos que no son lo importante, pero la publicidad nos lleva a ello y se ve en todos los hogares. Y en parte es bueno que así sea, porque lo contrario sería preocupante. Y con eso, también surge en algunas familias una duda importante: ¿A quién escribir la carta, a papá Noël o a los Reyes Magos? Como te puedes imaginar, yo tengo mi opinión clarísima, como habrá otras mucho más sólidas y respetables, pero sí me gustaría aportar una clave que quizás puede ayudar, porque de todo se puede hacer pedagogía. Al menos que nos lleve a cuestionar nuestros propios criterios.
Uno de los motivos fundamentales para adelantar la llegada de los regalos es la utilidad de disfrutar “más” de las vacaciones: ¿acaso no es más útil jugar durante las vacaciones con los regalos? ¿Qué sentido tiene alargar la espera todas las vacaciones? Quizás es legítimo, pero el criterio de la utilidad puede estar envenenado, porque lo útil en la vida no tiene por qué ser lo importante —de hecho, suele ser lo contrario—. Y a veces, con las cosas buenas, para disfrutar de ellas también es necesario esperar, como ocurre cuando preparamos algo grande. El arte de esperar también es educativo.
Sin embargo, el criterio a veces puede cambiar. Porque todo transmite un mensaje secundario, que dice más de lo que cada uno piensa. Por eso, escribir a los Reyes Magos nos hace recordar sus orígenes, que no son otros que el reconocimiento de unos sabios ante la pequeñez y la grandeza de la infancia. Un Niño que a los pocos días huyó como un refugiado más ante el horror de la violencia, también en Tierra Santa. Recordar que toda vida humana vale, y por tanto que toda vida humana es valiosa. Que Dios decide nacer en este mundo roto y que necesitamos reconocer y contagiarnos de la alegría y la esperanza de la infancia. Y no olvidemos que no hay mejor enseñanza que aprender que la vida es un regalo. Ahí es nada.
Escribir a los Reyes Magos nos hace recordar sus orígenes, que no son otros que el reconocimiento de unos sabios ante la pequeñez y la grandeza de la infancia.
No solo hay que valorar la cantidad de regalos, también el sentido de ellos. El porqué de las cosas. Ojalá no nos equivoquemos, y recordemos que al escribir la carta en Navidad también se puede hacer pedagogía, como seguro lo hicieron aquellos sabios de Oriente ante el niño Dios cuando le regalaron oro, incienso y mirra.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.