Hermanarse con el lenguaje de la naturaleza

Hay en la visión de lo natural una atención especial, una sensibilidad particular, un modo de comprendernos y comprender que nos remece, y que nos remece hasta el alma.

El filósofo alemán Martin Heidegger, en su ensayo poético-filosófico “Camino de campo”, ofrece al lector algunas reflexiones y pistas que son una invitación a poder hermanarse con el lenguaje de la naturaleza. Algo nos sucede cuando miramos los espacios naturales, cuando nos sobrecogemos por la belleza del “cielo nacido tras la lluvia”, como dice el poeta Jorge Teillier, cuando incluso miramos el pasto seco que el frío del invierno deja en las plazas, jardines y patios de nuestras casas. Algo nos pasa interior y exteriormente. Sabemos que ese ‘algo’ es importante, que nos sacude, que nos hace mirar de nuevo, casi con ‘respeto’, como afirma Josep María Esquirol en su libro sobre el respeto o sobre la mirada atenta. Hay en la visión de lo natural una atención especial, una sensibilidad particular, un modo de comprendernos y comprender que nos remece, y que nos remece hasta el alma.

En el “Camino de campo” de Heidegger aparecen indicaciones sugerentes: saludar un viejo roble, doblar por cierto camino, reconocer una senda ondulante que va por el vasto terreno, saber tomar el aroma y los colores de la madera. En otro momento Heidegger dice que el mismo terreno que recorremos toma diferentes tonalidades de acuerdo al tiempo en el que se encuentra ese espacio: los colores vivos del verano, los naranjas y amarillos del otoño, los grises y celestes del invierno, los renuevos de la primavera. Pasa algo así como que la naturaleza se acompasa a nuestra vida o, más bien, que nuestra vida se profundiza en esa paleta de colores que da sentido a los espacios abiertos de un camino de campo.

Ahora bien: Heidegger nos lanza a una advertencia, que es en definitiva una advertencia al ser humano moderno, a aquellos que no viven sino concentrados en la maquinaria de las causas y efectos, a aquellos y aquellas que no perciben ese lenguaje escondido de la naturaleza. Dice Heidegger: “Pero el aliento del camino de campo solo habla mientras existan hombres que, nacidos en su aire, puedan oírle. Están sujetos a su origen, pero no son siervos de manejos. El hombre, cuando no está en la estela del aliento del camino de campo, en vano planifica e intenta imponer un orden a la tierra. Amenaza el peligro de que los hombres de hoy permanezcan sordos a su lenguaje. A sus oídos solo llega el ruido de los aparatos que, casi, tiene por la voz de Dios”.

Esta cita que puede y debe (pienso) complementarse con otro texto fundamental de Heidegger titulado “Serenidad”, nos coloca en la perspectiva de una decisión fundamental: o hermanarnos al sonido y a la estela silenciosa y musical del camino de campo o seguir estando concentrados en elementos que nos privan de la belleza de ese sendero. La advertencia de Heidegger no es menor: a veces tomamos lo accesorio como divino y dejamos a lo divino de la vida, a lo santo de todos los días, a lo sutil del camino de campo en el rincón de los accesorios.

Heidegger nos habla de aprender a oír un lenguaje diferente, a reconocer otros registros, a profundizar en otras lógicas. Entrar al camino de campo tiene que ver con entrar en los caminos vitales, en los encuentros gratuitos de todos los caminos, en la profundización de nuestra espiritualidad. ¡Feliz recorrido por el camino de campo, de todos los campos!

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