Debemos pensar en cómo las sectas están presentes en nuestra sociedad, el daño que causan y en su ejercicio de poder coercitivo.
Recientemente se estrenó el documental “Antares de la Luz: la ‘secta del fin del mundo’”, dirigido por Santiago Correa. Esta obra cinematográfica presenta testimonios de investigadores y de exmiembros de la mencionada secta, la cual estuvo involucrada en una serie de eventos trágicos en la víspera del supuesto fin del mundo, que ocurriría en 2012. Diversas “teorías conspirativas”, que proliferaban en internet antes de esa fecha, afirmaban que los mayas habían predicho el final del calendario para el 21 de diciembre de 2012. No solo era una mala interpretación del baktún (el calendario de cuenta larga), sino que tampoco había ninguna evidencia histórica o arqueológica que sugiriera que los mayas predijeron que el mundo acabaría en esa fecha. Todo se reducía a teorías de conspiración, en el mismo nivel de aquellas que sostienen que la Tierra es plana.
El documental de Santiago Correa recoge testimonios de diversas fuentes relacionadas con el caso, incluyendo personal policial, el fiscal a cargo de la investigación, miembros de la secta, el tío de Antares de la Luz y otras personas involucradas, tanto directa como indirectamente. Cabe recordar que la historia de Ramón Castillo Gaete, también conocido como “Antares de la Luz”, culmina con su suicidio el 1 de mayo de 2013 en Cusco, Perú, lo que impidió que enfrentara la justicia por sus actos.
El documental nos muestra claramente que estamos ante una secta coercitiva, (Rodríguez Carballeira 2004). Esto implica que el liderazgo de Antares de la Luz se basaba en un control total sobre la vida de sus seguidores, privándolos de su voluntad y de la capacidad de pensamiento crítico. Incluso llegaba al punto de sembrar dudas sobre un aspecto fundamental de la naturaleza humana: la distinción entre el bien y el mal.
Esta dinámica resulta clave para comprender la postura de Pablo Undurraga, uno de los seguidores de Antares que aparece en el documental y que fue condenado por la justicia por su participación en el sacrificio de un recién nacido en una hoguera. La defensa de los acusados apeló a conceptos como “control mental”, “delirio místico”, “psicosis compartida” y “enajenación mental”. Estos argumentos plantean interrogantes sobre si toda persona, en cualquier situación, puede distinguir entre el bien y el mal, más allá de parámetros religiosos o éticos, incluso si no se conoce el imperativo categórico de Kant.
Entendamos que en situaciones mentales donde el juicio o la capacidad de discernimiento están comprometidos, como en el caso de las alucinaciones, se considera la posibilidad de inimputabilidad. En estos casos, la ley otorga un tratamiento especial, ya que la persona no puede evaluar adecuadamente la juridicidad o antijuridicidad de sus acciones (Agudelo 2007). Eso se argumenta para absolver a los acusados en el asesinato del recién nacido dentro del contexto de un macabro “ritual” que llevaron a cabo. Surgen interrogantes razonables en torno a la responsabilidad y el estado mental de los seguidores, así como su posible implicación legal. ¿El consumo repetido de sustancias alucinógenas como la Ayahuasca podría eximir de responsabilidad por las acciones llevadas a cabo bajo su influencia?
Se puede observar una dinámica similar en las acciones instrumentales que revelan una planificación. Por ejemplo, cuando recurren a la clínica para el parto y cometen un acto de engaño, o cuando los protagonistas huyen y se esconden en el sur de Chile. Asimismo, hay otras reacciones que muestran tensión o perturbación emocional, como el distanciamiento de Pablo Undurraga de su hijo debido a su lealtad a los requerimientos de Antares.
En ese episodio relata haber sentido malestar, sufrimiento, lo cual denota una consciencia o evaluación esperable del hecho como negativo. En este sentido es posible pensar que él termina cediendo, alejándose de su hijo, no por inconciencia o falta de una evaluación ad-hoc, sino más bien por debilidades atribuibles a su carácter. Pero esas razones de carácter o personalidad, aunque pueden ser comprensibles, no absuelven de juicio moral y menos legal, cuando hay delito o falta grave. Si ese fuera el caso, muchos otros quedarían absueltos, especialmente personas que se han desarrollado en condiciones muy precarias o desfavorables y que incluso en el presente se encuentran atrapadas en una red de influencias potentes. Por eso, emerge con gran claridad la pregunta: “¿Qué suerte habrían corrido si fueran jóvenes de origen humilde después del trágico suceso del bebé?”. Esta reflexión da sentido a la idea que ha circulado recientemente de que el documental acaba siendo una suerte de estrategia de limpieza de imagen para estos jóvenes de clase acomodada que se presentan como “víctimas”.
Uno de los aspectos preocupantes del documental es el uso incorrecto del término “chamanismo”. Se nos presenta a Jorge Herreros, quien se autoproclama chamán y comparte su testimonio, pero el documental no brinda detalles sobre su procedencia, a qué comunidad pertenece, qué tipo de chamanismo practica o, lo más importante, cómo se convirtió en chamán. Un chamán es un psicopompo, un curandero y un mago (Eliade 1951), pero, para ser reconocido como tal, necesita la aprobación de su comunidad, así como haber pasado por un proceso de formación que generalmente incluye sueños premonitorios y revelaciones. El documental no ahonda en estos aspectos de Herreros, solo menciona que Antares de la Luz visitó su casa para consumir medicina tradicional, ¿qué medicina?
Otro detalle relevante es que Antares alentaba a sus seguidores a leer toda la obra de Carlos Castaneda, un escritor enigmático que se autodenominaba chamán. Sus textos ahora considerados ficticios por la comunidad antropológica, y han sido ampliamente refutados por estudiosos como Marvin Harris. El problema surge cuando los lectores toman estas obras como verdades históricas en lugar de apreciarlas como creación literaria. De este malentendido nace el concepto de “acecho”, una forma de manipulación de personas con el fin de lograr determinados objetivos.
La primera señal de alarma debió encenderse cuando Antares de la Luz ordenó el sacrificio de la gata de Pablo Undurraga, quien era su anfitrión en ese momento. Antares afirmó que el animal, que estaba preñado, llevaba en su vientre a la progenie de Lucifer y, por lo tanto, debía ser arrojado al río en una caja. Según los testimonios de los exmiembros de la secta, el sacrificio de animales era una práctica común y aceptada en este grupo, lo que denota el nivel de control y depravación al que llegaba el líder sectario.
Pablo Undurraga relata que conoció a Antares de la Luz a través de su maestro de reiki. Este detalle suscita preguntas inquietantes: ¿Quién era su maestro de reiki? ¿Qué lo habilitaba para ser considerado un maestro? ¿Es posible que cualquiera pueda asumir este título? ¿Qué se necesita realmente para convertirse en un maestro de reiki?
Antares de la Luz se autoproclamaba una encarnación de Dios, afirmando que en vidas pasadas había sido Jesús, Buda y Krishna. Este tipo de afirmación nos muestra cómo combinaba elementos de diferentes tradiciones religiosas, tanto del mundo abrahámico como de las religiones orientales. Para crear esta narrativa, Ramón Castillo Gaete, probablemente tuvo que investigar y leer acerca de varias religiones, seleccionando y mezclando aspectos de cada una para elaborar un relato atractivo para sus seguidores, creando a su vez una amalgama de creencias de origen sincrético, lo que legitimaba su doctrina espiritual. Sin embargo, esta amalgama no es una propuesta excepcional o peculiar de Antares, sino más bien, es la tónica de estos tiempos en materia de expresión espiritual: el collage de saberes y tradiciones, la búsqueda espiritual casi como de “consumo en supermercado”, en el sentido de un individuo que busca lo que le parece atractivo o “hace sentido”, armando un repertorio de prácticas a la carta. Esto se refleja también en la oferta presentada por los maestros de estas corrientes espirituales contemporáneas, quienes ofrecen una variedad infinita de prácticas para explorar el propio ser. En este sentido, Antares y sus seguidores encajan perfectamente.
Antares de la Luz se autoproclamaba una encarnación de Dios, afirmando que en vidas pasadas había sido Jesús, Buda y Krishna.
Volviendo sobre lo mencionado antes, el consumo de ayahuasca es otro aspecto que no puede pasarse por alto. Según testimonios de los propios involucrados, tanto el líder de la secta como sus seguidores consumían esta bebida con frecuencia para alcanzar visiones y estados alterados de conciencia. La ayahuasca es un psicoactivo tradicionalmente utilizado en contextos espirituales y ceremoniales por diversas comunidades indígenas en países como Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador y Colombia, entre otros. Su uso en prácticas chamánicas ha sido documentado por investigadores como López-Pavillard (2018).
Un momento crucial es el nacimiento del bebé de Natalia Guerra. Se relata que, como el parto no pudo realizarse en el fundo de Colliguay donde se encontraban, Natalia fue trasladada a la clínica Reñaca, donde dio a luz a un niño bautizado como Jesús. Este bebé, hijo de Ramón Castillo Gaete, fue luego llevado a Colliguay, donde Antares de la Luz decidió quemarlo en una hoguera, argumentando que era un engendro de Lucifer.
Lo inquietante es que, según el testimonio de Carolina Vargas, otra exintegrante de la secta, Natalia llegó a la clínica vestida con una túnica calipso, descalza, sin ropa interior y cubierta de barro y sangre. Vargas afirma que esta situación, que debería haber sido motivo de alarma, no llamó la atención de nadie en la clínica. Aunque ella esperaba que se llamara a Carabineros, esto no ocurrió.
¿Cómo puede ser que una mujer en esas condiciones no despierte sospechas o al menos provoque un escrutinio más cuidadoso? Es muy raro, considerando que es habitual someter a las personas a firmar un pagaré y entregar una serie de antecedentes personales antes de ser atendidas.
Una pregunta que surge del documental es sobre el valor del testimonio de Gustavo Gaete, el tío de Antares de la Luz. En sus declaraciones, parece minimizar las acciones de su sobrino y evita abordar temas más profundos sobre su vida familiar, su infancia y el entorno en el que creció. Uno esperaría que, como pariente cercano, Gustavo Gaete pudiera ofrecer información sobre el trasfondo de Ramón Castillo Gaete, arrojando luz sobre sus influencias y experiencias tempranas que pudieran haber contribuido a su desarrollo como líder sectario. Sin embargo, su testimonio parece superficial, evitando ahondar en estos aspectos.
Casi al final, en los fragmentos de prensa, nos encontramos con la periodista Mónica Pérez diciendo que “se trata del primer sacrificio humano de nuestra historia”. Afirmación totalmente alejada de la realidad, solo basta con recordar el sacrificio de un niño en el contexto de un ritual mapuche en la localidad de Collileufú en 1960.
Antares, cuando comienza a ser buscado por la policía, al no ser reconocido como guía espiritual, como la encarnación de la divinidad, como Dios vivo, decide privar al mundo de su presencia, por ende, se quita la vida.
Casi al finalizar viene lo más irrisorio. Vemos a Jaime Undurraga, padre de Pablo, quien habla sobre lo que le parece una “falta de ética elemental” por parte de un perito psiquiatra, quien realiza un metaanálisis de los informes de los imputados. Al parecer esa ética que pregona conocer no se aplicó durante la crianza de Pablo, mucho menos fue una ética del discernimiento.
Debemos pensar en cómo las sectas están presentes en nuestra sociedad, el daño que causan y el ejercicio del poder coercitivo en general. Hay que educar para estar alertas, preocuparse por la salud mental de las personas y generar espacios seguros. La educación resulta fundamental para prevenir o disminuir el riesgo de llegar a extremos como lo expuesto en el documental. No es sorpresa para nadie el aumento sostenido en las últimas décadas de las creencias en teorías de la conspiración, el pensamiento paranormal, supersticioso o mágico. Este tipo de creencias ha sido asociado en la investigación psicológica a una disminución del pensamiento reflexivo o crítico, a una formación escolar disminuida en pensamiento científico y al impacto de los medios de comunicación en la validación de ciertos “saberes”, es cosa de ver el tiempo que los matinales destinan a espacios que abordan estas materias. Una búsqueda espiritual es totalmente válida, pero no puede terminar en situaciones como las generadas por la “secta del fin del mundo”.
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