Estas ideas y discursos están presentes, circulan, y no se pueden ignorar.
La candidatura presidencial de José Antonio Kast está configurando una alternativa de derecha radical dirigida principalmente a sectores sociales que se han visto postergados e inhibidos por el “estallido social” y por los cambios sociopolíticos y culturales acontecidos en Chile en estos últimos dos años. Kast, con una retórica afable y educada, intenta orientar su discurso a aquellos sujetos insatisfechos por los gobiernos de la Concertación y del presidente Sebastián Piñera, y también a los nostálgicos del régimen militar, de la figura del general Augusto Pinochet y de lo que ellos habitualmente han calificado como la “sociedad libre”. No hay que olvidar que Pinochet obtuvo un 43,01% en el plebiscito de 1988, lo cual puede ser un antecedente a la hora de entender cómo este discurso, a simple vista minoritario, tiene una conexión de sentido con grupos que votan por la derecha.
A mi juicio, una de las debilidades que posee esta candidatura es que no tiene una base popular amplia, pues aún está enclaustrada en la figura de Kast, exdiputado por la UDI, representante de la elite de la sociedad chilena.
En ese contexto, hay un elemento que puede constituir una útil idea fuerza para José Antonio Kast: la migración. En entrevistas recientes en televisión, él ha hecho uso político del tema del fenómeno migratorio, empleándolo como una estrategia electoral, lo que puede ser sumamente eficaz no solo para sus adherentes, sino también para quienes han experimentado la “ocupación” de sus barrios y puestos de trabajo por parte de migrantes. Esto es un punto relevante, ya que no se necesitaría ser de “derecha” para rechazar o “sentirse invadido” por los migrantes. De hecho, puede darse la eventualidad que una persona haya votado por el “Apruebo” para cambiar la Constitución de 1980, pero tener, al mismo tiempo, actitudes xenófobas (aunque no hacia “todos” los extranjeros, sino específicamente hacia migrantes colombianos, venezolanos y haitianos). No hay que desconocer que hay también personas de izquierda que rechazan a los migrantes venezolanos anti-Maduro o anti-castristas, como se ha observado en la protesta en las afueras de la Embajada de Cuba en Santiago. Las prácticas políticas del ciudadano común pueden resultar paradojales y no necesariamente siguen un patrón “ideal”, sino que, muchas veces, en ellas hay distintos intereses y conveniencias: el llamado “pueblo” puede votar por un candidato del Frente Amplio, por ejemplo, o estar a favor de las “farmacias populares” del alcalde comunista Daniel Jadue, y también puede tener actitudes xenófobas.
En el caso específico de las ideas radicales de derecha, puede ser interesante analizar corrientes ideológicas diversas que van hacia la “raíz” de ellas, porque pueden ser atractivas para algunos votantes. Recordemos que el nacionalismo de derecha chileno, a lo largo del siglo XX, por minoritario y falto de consistencia ideológica que haya sido, ha podido ser eficaz en momentos de crisis, ofreciendo ideas fuerza que hacen sentido a determinados sectores. La actual crisis social, política y económica puede gatillar ideas en direcciones inconvenientes para la convivencia nacional y “crear” otros “enemigos internos” (como ya acontece con los mapuche), que podrían personificarse en los migrantes.
En ese marco, actualmente los canales de televisión y las redes sociales facilitan la propagación de discursos xenófobos con casos de delincuencia y narcotráfico, en algunos de los cuales están implicados ciudadanos extranjeros. Los comentarios en redes sociales sobredimensionan estos delitos y repiten el discurso xenófobo, configurando una imagen hostil. Incluso más: hace algún tiempo, un reportaje en televisión exhibía el problema de los ghettos verticales ubicados en la comuna de Estación Central, “tomados” por extranjeros, los cuales tenían conflictos con los vecinos de las casas contiguas, y donde había fiestas, música a alto volumen, lanzamiento de objetos desde los departamentos hacia los hogares, etcétera. La idea latente del “choque cultural” o la “extranjerización” de determinadas comunas (Estación Central, Independencia y Santiago), junto con la condena moral hacia el “adversario”, genera en el imaginario nacional la percepción de invasión y miedo, lo cual impulsa, paralelamente, a una agresividad discursiva (por ahora) y una tibia socialización basada en el odio y miedo a lo foráneo.
En virtud de lo anterior, estas ideas y discursos están presentes, circulan, y no se pueden ignorar y, dadas las circunstancias actuales, pueden ser canalizadas por algún movimiento de derecha radical en nuestro país. Quizás sea José Antonio Kast, o algún otro grupo existente, como Acción Identitaria, el Movimiento Social Patriota u otro. El asunto es que, si resulta electo Gabriel Boric en la Presidencia, junto a una nueva Constitución, debemos observar el grado de acción y convocatoria de estos discursos en la oposición, y si estarán dispuestos a utilizar la violencia física, por ejemplo, como forma de protesta hacia determinados grupos (migrantes, Instituto de Derechos Humanos, Servicio Jesuita Migrante, personas de izquierda, etcétera).