Sr. Director:
Los lamentables episodios que hemos observado recientemente en el Instituto Nacional Barros Arana (INBA), el último de los cuales dejó con graves secuelas a numerosos estudiantes, deben ser afrontados con genuina responsabilidad por parte de la comunidad educativa y las autoridades. Esto implica asumir que los cánones y los patrones de apreciación de esos hechos deben ser congruentes con la realidad que viven los estudiantes. Es decir, se podrá mejorar la convivencia en ese establecimiento y habrá un mejor desempeño de las tareas de enseñanza y formación únicamente si se entiende que los límites y parámetros de la educación son —por la fuerza de los hechos— diferentes a los tradicionales. Así, toda conducción de la comunidad debe hacerse asumiendo que estamos inmersos en una sociedad líquida, parafraseando a Jean Baudrillard, en la que los límites son difusos.
Las expresiones de parte de algunos apoderados que tienden a justificar o a comprender la acción de estudiantes que querían protestar empleando bombas molotov, son expresiones que no reflejan un esfuerzo por comprender las motivaciones profundas que estos tenían. Desde la otra vereda, las evaluaciones que hacen ciertos sectores, en relación a endurecer las normas para contener estas conductas, ciertamente tampoco van en el camino para la búsqueda de soluciones, las que deben ser integrales. Entonces, cabe preguntarse: ¿cómo viven hoy esos jóvenes su inserción en la comunidad educativa? ¿Qué expectativas tienen ellos realmente y cómo pueden ser conducidas estas? Estas interrogantes son algunas de las que debieran hacerse para buscar soluciones a esa tensión que se vive en el INBA. Sin que esta tarea implique que no deba ejercerse la ley para penalizar eventuales delitos, se hace importante un ejercicio por comprender mejor la realidad en que habitan los jóvenes y, en base a esa comprensión, actuar.
Mario Ibáñez Pizarro