Quisiera articular una reflexión a partir de las propuestas filosóficas del pensador surcoreano que reside en Alemania, Byung-Chul Han, y el concepto de itinerarios creyentes no-transparentes.
Este filósofo, teólogo y pensador de la cultura actual se caracteriza por proponer una serie de conceptos que ayudan a acercarse a las tramas sociales, políticas y antropológicas que dan relato a nuestra época. A lo largo de su prolífica obra, todas traducidas al español, el autor va construyendo una narrativa a partir de conceptos que cruzan transversalmente su propuesta. Los conceptos de Han se caracterizan por moverse desde una cuestión polar, es decir, constatar cómo a la situación propia del capitalismo hedonista, acumulativo y destructivo de los relatos y de la imaginación humana se enfrentan conceptos y experiencias que intentan construir un relato más humanizador y abierto a lo nuevo. Algunos de esos conceptos son: el eros – lo porno, la sociedad transparente contra la sociedad negativa o no-transparente; la imagen de que el ser humano sería un procesador o una máquina contra la imagen antropológica de que somos proceso y por tanto lentitud o de que vivimos en una sociedad pulida ante la que se opone una sociedad no-pulida.
En sintonía con la intención de este artículo la propuesta se centrará en la distinción de lo transparente y de lo no-transparente, conceptos trabajados sobre todo en la obra de Han La sociedad de la transparencia (2018). Byung-Chul Han indica que vivimos en una época “positiva”, en donde todo se muestra y en donde todo aparece como disponible e inmediato. La sociedad positiva priva al ser humano de la imposibilidad de conocer de manera total, de acercarse de manera lenta y progresiva a aquellas situaciones que marcan la propia vida humana. La sociedad transparente no es lenta, carece de imaginación y de misterio en cuanto todo se muestra de manera automática. En la lógica de la transparencia no hay verdadera relación con el otro, en cuanto esa relación supone que a nuestro interlocutor no podemos capturarlo y transformarlo en un objeto. Entre un sujeto y otro debe existir una distancia, un misterio o un silencio, elementos que son anulados por la exposición y visibilidad de la transparencia. Tampoco existe la conciencia de sabernos en medio de situaciones de negatividad, dolor, enfermedad o muerte en cuanto la sociedad transparente da más cabida al éxito y al tú puedes hacer todo. Incluso esta sociedad transparente entra en lo religioso y en los itinerarios creyentes.
La sociedad positiva priva al ser humano de la imposibilidad de conocer de manera total, de acercarse de manera lenta y progresiva a aquellas situaciones que marcan la propia vida humana.
Entenderé por itinerarios creyentes las formas a través de las cuales el ser humano experimenta a Dios y su fuerza transformadora. Son el camino que se recorre para abrazar el centro de la vida en el Dios revelado, pero no expuesto, es decir, que comunicándose y dándose a los seres humanos y al mundo no puede ser capturado. Dios no es transparente. Como indiqué en otra columna, el becerro de oro de pura transparencia y exposición, por ello es un ídolo. Dios no es exposición, se mantiene en el misterio y es acogido por la lentitud humana. Formalmente no tenemos un conocimiento total o material de Dios, no lo tenemos en la mano al modo de los objetos. Como dijo Karl Rahner Dios es más que una fórmula científica o una ecuación matemática, sino que es una Presencia que no se deja capturar. Por ello es sugerente pensar cómo Dios inaugura un espacio teológico de la no-transparencia, un espacio de itinerarios creyentes no-transparentes.
Los itinerarios creyentes no-transparentes son espacios del despliegue del eros, del deseo, de la conciencia de la no posesión. Byung-Chul Han (2018) cita a san Agustín cuando dice que “Dios utilizó metáforas y oscureció la Sagrada Escritura intencionalmente, para engendrar más placer (…) si se oculta algo de esta manera, eso no se hace por envidia frente a los que tienen deseos de aprender; más bien, con ellos las cosas se muestran mejor para que las apetezcamos con mayor ardor de tal manera que, cuando una cosa se nos sustrae, encontramos lo anhelado con tanto mayor alegría”. Así es el itinerario creyente no-transparente: es la chispa del deseo que busca al Dios que se nos regala, que nos interpela, que se nos dona amorosamente pero no transparentemente, sino que, escondido en las metáforas, en los momentos más sutiles de la vida humana, en la santa vida de todos los días.
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