“70 mensajes para el futuro” presenta la entrevista de Nemo Castelli sj con Javier Melloni, sacerdote jesuita, escritor, antropólogo, teólogo, especializado en diálogo interreligioso. “La clave a mi entender es lo no-dual integrador a un nivel profundo. Dios y nosotros somos lo mismo y al mismo tiempo somos distintos. Esta es la clave de todas las religiones”.
Ha pasado varias temporadas en la India. Su biografía reúne la tradición occidental con la tradición oriental. ¿Cuál es la condición espiritual de Occidente? ¿En qué se distingue de Oriente?
Yo diría que la condición no sólo espiritual, sino cosmovisional de Occidente —de lo cual lo espiritual es un elemento más—, es la fascinación por la forma y la individuación, es decir, por lo concreto y particular. Por eso en Occidente hemos apostado civilizatoriamente por un proceso de transformación de la materia y del mundo, dando valor al conocimiento técnico. Occidente destaca la importancia del individuo, del rostro de cada persona, de los Derechos Humanos, etc., se fija en las partes y en cada parte. Oriente, en cambio, mira el todo; no se detiene en los procesos sino que el origen y la meta se dan al mismo tiempo en el presente. Occidente está entre la memoria del pasado y el anhelo del futuro. Oriente está arraigado en la fuerza del instante. Es decir, Oriente vive la simultaneidad del pasado y el futuro en el presente, mientras que Occidente vive en la linealidad, en la procesualidad, que tiende a separar pasado, presente y futuro.
—En su experiencia, ¿hay tensión entre Oriente y Occidente?
Oriente y Occidente no se oponen, se fecundan mutuamente. La posibilidad de vivir con plenitud cada momento supone integrar que somos hijos de nuestro pasado y al mismo tiempo, somos padres de nuestro futuro. Es bueno y necesario tener memoria de lo vivido así como tener proyectos; necesitamos anticiparnos y prever las cosas, pero cuidándonos de que el recuerdo del pasado y la proyección hacia el futuro no nos secuestren o expulsen del presente. Oriente y Occidente se necesitan mutuamente.
Dicho esto, creo que a Oriente y a Occidente les falta un tercer ángulo de mirada: la experiencia aborigen, de las religiones de la Tierra, que no es ni Oriente ni Occidente, es otra cosa. Hoy día con la crisis socioecológica fruto de nuestra separación respecto de la Tierra, esto se hace más urgente. El peligro de Oriente es ser acósmico, como el Occidente con la tentación de ser totalmente antropocéntrico olvidándose de la Tierra, necesitan el aporte de los pueblos originarios cuyos restos todavía perduran en los diferentes continentes. Hay que rescatarlos y mirarlos con el mismo respeto que a las grandes tradiciones culturales y religiosas. No tienen literatura escrita ni han construido grandes templos… pero nos enseñan que su templo es la naturaleza y que su sabiduría está inscrita en su instinto, que viene de la relación con la Madre Tierra.
Si perdemos cualquier referencia de esta triangulación en el futuro, perecemos. Necesitamos las tres. Necesitamos proyecto, necesitamos presente y necesitamos arraigo en la conciencia de que no estamos solos, sino que somos una forma de la Tierra y por lo tanto no nos podemos desarraigar de nuestra Madre Tierra que nos constituye.
Ese desarraigo nos ha convertido en una especie que amenaza la vida en el planeta. Al dañar la Tierra nos dañamos a nosotros mismos, pues somos una sola cosa, una sola vida. Somos de la Tierra, somos Tierra, somos una forma de ella. Por eso padecemos el daño que hacemos.
—¿Qué lugar le corresponde a la religión en este desafío?
Contra los dualismos espiritualistas —que nos alienan de la Tierra— o materialistas —que nos alienan del cielo—, el gran desafío se llama “integración”. Integración de todos los elementos simultáneos y al mismo tiempo distinguibles. Hay que poner a las personas en conexión con la totalidad de la que forman parte y con la totalidad de sí mismos. Este es el punto clave de las religiones y de la espiritualidad: ayudar a la conciencia de que formamos parte de la totalidad en cuanto que humanos, y a tomar consciencia de la especificidad, de la irrepetibilidad que somos cada uno de nosotros. La espiritualidad debe ayudar a las personas a descubrir que tienen 14mil millones de años, pues nuestra existencia es fruto de 14mil millones de años que han sido necesarios para llegar a ser lo que somos. Desde esta consciencia de la conspiración cósmica que ha habido para que existas, nace el deseo de que tu existencia sea digna de ser vivida, existida. Y desde esta comunión con todo brota una acción que no sea dañina, ni a la Tierra, ni a la sociedad, ni a las relaciones en cualquiera de sus formas.
Si aumentamos todavía más la perspectiva, percibiremos que estamos sostenidos por un alientum… por el Ser que nos hace ser y que muchos llamamos Dios. Es Aquello que nos hace ser, es anterior a la misma Tierra, es la sustancia misma del universo, y podemos participar de Aquello-Aquel que es. Esa es la maravilla: sentir que uno es. Pero lo olvidamos, lo damos por supuesto. Y esto es para caer de rodillas y en adoración. ¡Somos! ¡¿Qué podemos añadir a eso…?! Es la experiencia de que somos y de que existimos… y por lo tanto que respiramos, amamos, nos movemos, etc.
Y si por supuesto que hay que atender a lo concreto de cada día, como el comer, beber, trabajar, formar parte de la sociedad, propio del homo faber, lo que entiendo por espiritualidad es hacer todo eso como expresión de nuestro ser. Y captar casi instintivamente todo aquello que no sea expresión de lo que somos, porque daña o al otro, o a mí, o al colectivo o a la tierra.
—Pero las mismas religiones, ¿no tienen algún grado de responsabilidad o participación en la alienación que experimentamos respecto de la realidad o de nosotros mismos?
Yo parto desde la visión Panikkeriana de la religación cosmoteándrica. Todas las religiones son cosmoteándricas, es decir, vinculan con lo invisible (theos), vinculan con lo humano (andros), dando pautas de comportamiento ético, y religan con la tierra. Las religiones son todas originariamente geo-históricas. Han surgido en un tiempo determinado y en un lugar determinado, y desde ese epicentro se han ido extendiendo por todo el planeta.
Lo que es absoluto en las religiones es su vínculo con el Absoluto. Pero el modo en que tiene que vincularse cada una con el Absoluto no es absoluto, sino que es relativo, histórico y está situado. Cristalizan en textos, simbolismos, rituales y normas morales para abrir en el ser humano su vínculo con lo esencial, permitiéndole ser plenamente el que es —como comunidad y como individuo— en el entorno de la Tierra en el que ha nacido. Evidentemente cada religión tiene sus acentos, sus aciertos y sus descuidos.
El error de nuestra cultura llamada del “bienestar” es dar por supuesto todo aquello que posibilita que existamos. Damos por supuesto que hay cosas que nos están sosteniendo y vivimos sin darnos cuenta de que nos sostienen. Y al darlo por supuesto, dominamos sobre ello sin saber que pertenecemos a aquello mismo que creemos estar dominando. Las religiones no son ajenas a esta tentación.
La religiosidad alienante es creernos Dios. Ésta olvida que los seres humanos estamos para descubrir que estamos llamados a ser lo que Dios es, pero que no somos Dios. Y nos hacemos infalibles, omnipotentes, invulnerables, incuestionables. Agarramos el fruto de la religión y devoramos la idea que tenemos de Dios y en esa borrachera nos alienamos, pues seguimos siendo falibles y necesitándonos unos a los otros y deseamos crear comunidad. El peligro de la pseudomística es emborracharse de “iluminismo”, creyendo que podemos hacer cualquier cosa sin límites. La pseudomística del progreso nos ha endiosado y autocentrado antropocéntricamente, creyendo que somos dominadores y señores.
Toda esta pretensión de poder y de omnipotencia se nos acaba si estamos un minuto y medio sin respirar o varios días sin beber agua. Pereceríamos. Formamos parte vital de la totalidad. Es en colaboración y comunión con esa totalidad como vamos a encontrar nuestro lugar y redescubriremos que nuestro desarrollo no es dominar la Tierra sino custodiarla y cuidarla.
—¿Y cómo intuye que será la religión del futuro?
La experiencia religiosa que tenemos todavía está proyectada desde un nivel de consciencia bastante elemental del ser humano. En el fondo nuestra mentalidad sigue siendo geocéntrica, y nuestra memoria no va más allá de 4mil años atrás. Todavía vivimos en una pequeña tribu, la vida que nos interesa es la de cada uno, nuestra familia, país, y si pertenecemos a una religión, no mucho más. Todo lo demás no nos interesa demasiado, salvo para consumirlo o si nos sentimos amenazados. Aún somos hordas tribales del desierto, pero con acceso a computadores y vestidos con ropas que ya no son pieles.
Son las grandes catástrofes como la 1ª y 2ª Guerra Mundial, donde vimos el abismo de nuestra propia locura con los genocidios nazi y soviéticos, las que nos enfrentan a la pregunta sobre qué es lo que tenemos en común, qué es lo que nos hace ser humanos. De ahí surgió la declaración de los DDHH de la ONU en 1948, uno de los textos más nobles de la humanidad, consensuado por una gran cantidad de países que participaron. Esta representó un paso cualitativo de nuestra conciencia sobre qué es el ser humano.
Creo que ahora estamos dando pasos mayores y el signo de esto es un nuevo nivel de conciencia planetaria que se está dando. Creo profundamente que el intercambio cultural, cognitivo, instrumental, tecnológico y nuestra nueva comprensión de la materia que procede de la física cuántica y de la comprensión interestelar… están abriéndonos a algo nuevo e inaudito.
En este contexto la religión del futuro será una nueva manera de entender la religión, una nueva manera de religarse con el Absoluto, entre nosotros y con la misma Madre Tierra. No creo que las actuales tradiciones desaparezcan pero van a ser transformadas.
—¿Podría desarrollar esta idea? ¿Cuál es la clave?
Hoy no hay el rechazo de la religión propio del ateísmo militante de los 60’s. Pero cada vez más personas no pueden aceptar el tipo de religión que aún se transmite, reducida a lo moral, o a lo mágico. La clave a mi entender es lo no-dual integrador a un nivel profundo. Dios y nosotros somos lo mismo y al mismo tiempo somos distintos. Esta es la clave de todas las religiones. No es una idea; si lo viviéramos así sería todo muy diferente. La imagen más bella que tengo para expresar esta relación es así: (Saca una hoja de papel y pregunta:) ¿Cuál es la radical alteridad de este lado de la cara del papel? La contracara. Sin embargo es la misma… ¿Dónde está la otra cara sino en sí misma? Esta cara no existiría sin esta otra cara… Esta cara es constituye al mismo papel pero no es la misma cara. Algo así pasa con Dios y nosotros. Nosotros somos lo visible de lo invisible, somos la cara visible de Eso que nos sostiene y que siempre será invisible. Se hace visible a través de lo que somos y sin embargo no somos la otra cara. Eso es lo que más se parece a la experiencia mística y es la experiencia futura y la manera de entender la religión del futuro y de entenderlo todo… la materia, el espíritu, la historia, etc. Esta permanente comunión de todos los elementos… creo es lo que mucha gente está intuyendo.
El error de las religiones es interpretar literalmente lo que dicen de forma simbólica: un Dios en el Cielo, y los seres humanos en la Tierra, como si hubiera dos realidades. Tenemos también una visión demasiado antropomórfica de la Trinidad. Un Dios Padre con barba blanca, Jesús sentado a su derecha que es enviado a la Tierra. Pero, ¿de dónde lo va a enviar? ¿Desde arriba de qué? ¿Qué significa que es su hijo?
Las palabras Creación y Encarnación son expresiones para decir algo sublime pero lo transformamos en un cuento. La Creación no sucedió en un momento determinado sino que está dándose continuamente, como la Encarnación, en Jesús aconteció de modo pleno pero continúa a través de cada uno de nosotros hasta la consumación final. Todo es creación (nacimiento) encarnación (concreción en la historia humana) y avanzamos hacia la divinización personal y colectiva. Y esto está sucediendo en todos, seas ateo, musulmán o cristiano.
Entre Dios y nosotros hay distinción pero no separación. Pues sólo hay una Realidad. Dios no es otra realidad… Dios es-el-que-es por excelencia desde el cual brota todo, incluso este instante en que estamos hablando y que hace que nos comprendamos. Todo es sagrado. No hay nada que no sea sagrado. Todo está brotando de la nada —entendida como el Fondo de Dios— y haciéndose concreto en cada una de las cosas que vivimos.
—¿Cómo este nuevo modo de conciencia humana religiosa relacional puede ser fermento de relaciones de justicia? En este sentido, ¿dónde se juntan estas hebras: fe y justicia, o religión y política?
Todo está junto… pero hay que explicitarlo, para hacerlo ver. La justicia es inversamente proporcional a nuestro instinto de depredación. Cualquier forma de injusticia o el secuestro de bienes a costa de excluir o expoliar a otros tiene estas dos cuestiones inseparables. La justicia necesita de la fe o de la apertura a la trascendencia para lograr que el ser humano supere sus pulsiones más instintivas. La trascendencia permite desplegar el deseo más allá de su inmediatez. Mientras no somos libres de nuestros deseos, no nos damos cuenta del daño que causamos.
Luego, la fe es simultánea a la interiorización del deseo, a la apertura a la alteridad y al respeto a la Tierra. Es una triangulación en que va todo a la vez. ¿Por dónde se empieza? Depende; cada cual empezará desde su sensibilidad… pero estas no se oponen.
Los que tienen sensibilidad ecológica, llegarán a la justicia y a la interiorización del deseo por el amor a la tierra. Los que tengan sensibilidad más político-social llegarán a la interiorización del deseo y el respeto a la tierra por el sentido de la justicia. Y los que tengan un trabajo más interior y sean más monásticos de manera de ser, llegaran a la justicia y la ecología por la humanización de sus deseos. Son tres accesos diferentes y simultáneos… y no se oponen el uno al otro.
La mirada integral es la capacidad de ponerlo en relación porque todo va a la vez… Pero aún seguimos partiendo de un fuerte antropocentrismo, sea de derecha o de izquierda, que no nos deja ver otras cosas. La clave es la mirada que abraza la totalidad sin descuidar nada. Todo es sagrado. Cada gesto, cada movimiento, cada cosa que utilizamos, cada café que nos tomamos, cada zapato que nos calzamos, cada vehículo en que nos montamos… es sagrado, Deberíamos vivir en un estado de gratitud permanente y pasar de tener una relación instrumental-objetual a tener un vínculo comunional o comulgante, hasta hacerse parte de nosotros.
Si comprendemos de verdad, veneramos, pues no se trata de comprender sino de llegar a venerar. Mientras no veneras algo o a alguien, no lo entiendes, no lo conoces… Lo primero que hay que hacer es venerarnos los unos a los otros, venerar a la Tierra y venerar el misterio de Dios… Sólo ahí empezaremos a comprender y a comprendernos…
Estamos llamados a ser más finos en la mirada, más abnegados y más entregados en todos los ámbitos de nuestra vida. Esto es lo que nos diviniza (no nos endiosa), en el sentido de que nos hace ser lo que Dios es: puro amor y pura entrega.
Esa es la nueva hermenéutica respecto a la realidad: la confluencia de todos los elementos y de todas las dimensiones. Entonces no hay separación entre inmanencia y trascendencia. Hay algo Anterior a todo que no es dual… Es lo que muchos hombres y mujeres viven sin ponerle nombre. Hemos de saber descubrir lo que las personas viven como algo sagrado y saber potenciarlo para que realmente les de vida.
El punto de vista dual nos enreda. Integrar no es fusionar, integrar es incorporar pero al mismo tiempo en un grado superior de comprensión. Esta es la nueva religión, esta relación donde todo confluye en el Uno sin que desaparezca el aspecto único y sagrado de cada cosa.
—¿Qué le hace estar optimista, tener confianza y esperanza en el futuro?
Sentirme sostenido, sentir que todo está sostenido.
—¿Qué es lo que más nos debería preocupar del presente?
El mismo presente (…) Aquí y ahora. El presente no es el instante. No son lo mismo. El instante es efímero; nuestra cultura tiende a consumir los instantes sin vivir en el presente. El Presente, en cambio, contiene la totalidad del pasado, del presente y del futuro.
—¿Y qué cree usted que es lo que lo está cambiando todo?
El aliento del Espíritu. El dinamismo mismo de la Creación, todo está en movimiento, de Alfa a Omega. Está cambiando el mismo aliento del Espíritu, del cual nosotros somos partícipes, estamos dentro de esa etapa.
—¿Qué pensadores cree que están aportando puntos de vista humanizadores?
Hay mucha gente lúcida en todas partes que alimenta. No habría que buscar solo a nombres muy específicos, sino que creo que hay mucha gente despierta y bien colocada en todos los rincones de la tierra.
—¿Qué le gustaría decirles a los jóvenes sobre el futuro?
Escúchense y tengan la capacidad de escucha, tanto de lo que les precede como de lo que os habita por dentro, como de lo inédito que les toca vivir. Atrévanse a ser audaces y a abordar los retos han de afrontar. Confíen en ustedes porque Dios les ha dado vida para que recreen la Vida. MSJ
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Javier Melloni sj. Sacerdote jesuita, escritor, antropólogo, teólogo, especializado en diálogo interreligioso y mística comparada. Vive en Manresa, Cataluña, en la comunidad jesuita instalada sobre la cueva donde San Ignacio de Loyola vivió el segundo momento de su conversión en 1522.