El encuentro de Jesús con el rico Zaqueo es un relato conocido. La escena ha sido muy trabajada por Lucas, preocupado tal vez por la dificultad que encontraban algunas familias ricas para integrarse en las primeras comunidades cristianas.
Zaqueo es un rico bien conocido en Jericó. “Pequeño de estatura”, pero poderoso “jefe de los recaudadores” que controlan el paso de mercancías en una importante encrucijada de caminos. No es un hombre querido. La gente lo considera “pecador”, excluido de la Alianza. Vive explotando a los demás. “No es hijo de Abrahán”.
Sin embargo, este hombre quiere ver “quién es Jesús”. Ha oído hablar de él, pero no lo conoce. No le importa hacer el ridículo actuando de manera poco acorde con su dignidad: como un chiquillo más, “corre” para tomar la delantera a todos y “se sube a una higuera”. Solo busca “ver” a Jesús. Probablemente ni él mismo sabe que está buscando paz, verdad, un sentido más digno para su vida.
Al llegar Jesús a aquel punto, “levanta los ojos” y ve a Zaqueo. El relato sugiere un intercambio de miradas entre el profeta defensor de los pobres y aquel rico explotador. Jesús lo llama por su nombre: “Zaqueo, baja enseguida”. No hay que perder más tiempo. “Hoy mismo tengo que alojarme en tu casa y estar contigo”. Jesús quiere entrar en el mundo de este rico.
Zaqueo le abre la puerta de su casa con alegría. Le deja entrar en su mundo de dinero y poder, mientras en Jericó todos critican a Jesús por haber entrado “en casa de un pecador”.
Al contacto con Jesús, Zaqueo cambia. Empieza a pensar en los “pobres”: compartirá con ellos sus bienes. Se acuerda de los que son víctimas de sus negocios: les devolverá con creces lo que les ha robado. Deja que Jesús introduzca en su vida verdad, justicia y compasión. Zaqueo se siente otro. Con Jesús todo es posible.
Jesús se alegra porque la “salvación” ha llegado también a esa casa poderosa y rica. A esto ha venido él: “a buscar y salvar lo que está perdido”. Jesús es sincero: la vida de quienes son esclavos del dinero son vidas perdidas, vidas sin verdad, sin justicia y sin compasión hacia los que sufren. Pero Jesús ama a los ricos. No quiere que ninguno de ellos eche a perder su vida. Todo rico que le deje entrar en su mundo experimentará su fuerza salvadora.
Jesús se alegra porque la “salvación” ha llegado también a esa casa poderosa y rica.
31 Tiempo ordinario – C
(Lucas 19,1-10)
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