Muchos aprendimos en las clases de historia de las escuelas chilenas que existió una pacificación en la Araucanía. ¿Coincide usted con esa visión histórica?
Bueno, yo también estudié la historia de Chile tal como la estudió usted. Obviamente, hoy no comparto esa visión que se tuvo hasta hace aproximadamente 20 o 25 años atrás. Debemos hablar más bien de la ‘ocupación’ o ‘invasión’, porque lo que se produjo fue precisamente una invasión del territorio por parte del Estado a mediados del siglo XIX. Es una historia compleja, de mucha violencia y creo que ahí está el origen del conflicto que tenemos hoy día en la región. De manera que no coincido con esa visión que lamentablemente se sigue transmitiendo en algunos textos escolares. En este momento, gracias a una invitación del Ministerio de Educación, estamos revisando muchos textos y me ha sorprendido esa manera de transmitir un mensaje que no corresponde a lo que efectivamente ocurrió en el siglo XIX.
—¿Hay registros de lo que realmente ocurrió?
¡Numerosos registros, numerosos registros! Yo diría que basta revisar la prensa de la época, El Mercurio de Valparaíso y El ferrocarril de Valparaíso, por ejemplo, para encontrar una serie de artículos que dan cuenta de cómo el Estado empezó a avanzar hacia la Araucanía, e incluso algunas crónicas hacen directa relación a la crisis económica como la causa de este avance, ya que en ese momento el Estado descubrió que en el sur “hay tierras buenas, pero indios malos”. Y que el futuro del país estaba en el sur y no en el norte, porque hasta ese momento la riqueza provenía de la plata, del cobre y del salitre del norte, y de la agricultura del valle central. Pero de pronto se dirigió la mirada hacia la tierra productiva del sur, a tal punto que pronto se transformaría en el granero de Chile, sosteniendo las exportaciones de trigo. Hay muchos registros, hay debates parlamentarios también, de manera que eso está absolutamente documentado.
—En base a su investigación y estudio sobre el tema del conflicto en Wallmapu, ¿cuándo y por qué este conflicto recrudeció, llegando a la situación actual?
Tal como he señalado, yo creo que el conflicto que tenemos actualmente en la Araucanía es producto de lo que ocurrió a partir de esa ocupación a mediados del siglo XIX, cuando el Estado decidió invadir este territorio y al mismo tiempo transformar al mapuche en un enemigo, al cual, como textualmente dijo Benjamín Vicuña Mackenna, había que exterminar, no solo matarlo culturalmente sino que, de alguna manera, acabar con el indígena. Mientras no tenga certeza de que eso fue debido a otro factor, esto se produjo por la grave crisis económica que afectó al país en la década del 50 y que obligó al Estado a expandir las fronteras. En cierta medida, la crisis económica de 1857 explicaría que la clase dirigente que conducía el país en ese entonces, decidiera invadir el territorio. Y lo hizo con extrema violencia. Y esa violencia fue la que gatilló, creo yo, el conflicto que tenemos hoy. Porque durante la Colonia, después del siglo XVI, una vez firmado el tratado de Quillín, esta región vivió al amparo de una tranquilidad y armonía que se interrumpió muy pocas veces, gracias a los parlamentos. El Estado desconoció esa práctica de entendimiento con el pueblo mapuche en 1857 y definitivamente utilizó la violencia para incorporar el territorio. Ese es el origen del conflicto. Ahora, este conflicto se mantiene en el curso del siglo XIX y el siglo XX porque el Estado no fue capaz de reparar el daño que había provocado y además invisibilizó los hechos, tal como comentamos en la pregunta anterior. La enseñanza de la historia ocultó este proceso tan doloroso para el pueblo mapuche y la crisis se agudizó, pienso, a fines de los noventa cuando ciertos sectores de la sociedad mapuche, ciertas comunidades, decidieron enfrentar a la violencia del Estado con su propia violencia. Eso fue lo que generó el surgimiento de la coordinadora Arauco Malleco, la CAM, que se justifica a sí misma como respuesta a la violencia que el Estado instala, una violencia que el Estado reprime pero al mismo tiempo ampara cuando protege a las empresas forestales, hidroeléctricas, que capturan el agua, que instalan el pino, que provocan enorme daño al territorio y a la población sobre todo. En fin, hay toda una literatura sobre el tema. Ahora, en la última década estos conflictos se han ido agravando porque han aparecido otras situaciones muy complejas, por ejemplo, la droga. Hoy día muchas de las situaciones de violencia que se producen en la región tienen directa relación con el tráfico de estupefacientes y hasta se podría hablar de ajustes de cuenta, como ocurrió este año. El robo de madera es otra de estas situaciones que ha aumentado la violencia. A esto se suma la reacción de algunas personas que se han visto perjudicadas por la violencia rural y que para protegerse exigen protección de parte del Estado. Eso genera más violencia por la represión de los cuerpos policiales que el Estado envía a la zona. Ese es más o menos el panorama que veo hoy: un conflicto que se genera en 1857, agudizado a partir de 1998 por el surgimiento de la CAM y que se agrava en la última década.
—Durante la Colonia existió una figura que protegía las tierras de los indígenas, ¿en qué minuto desaparece ese personaje que impedía las compras o ventas fraudulentas de tierras?
En la zona norte existían los ‘protectores de indios’, pero no en la Araucanía, porque la Araucanía quedó en poder del pueblo mapuche, el pueblo mapuche tenía control de su territorio, tanto así que para entrar a la Araucanía había que entrar con pasaporte; en el año 1828, cuando se discutió la Constitución de aquel año, uno de los miembros de la Comisión Constituyente que elaboró esa Carta Magna, Gaspar Marín, señaló claramente que el Estado tenía que relacionarse con el pueblo mapuche de nación a nación y que el pueblo mapuche tenía derecho a conservar la autonomía y el control de su territorio, es decir, que se podía construir Chile respetando la diversidad y una suerte de Estado plurinacional. Eso en el siglo XIX, en 1828. Es muy interesante revisar esa Constitución, que obviamente ya no volvió a debatirse en esos términos.
—A través del trabajo del instituto Ta Iñ Pewam ustedes han señalado que el conflicto en la Araucanía tiene características similares a otros que se viven en diferentes lugares de Chile y el mundo, ¿por qué?
Porque obviamente este es un conflicto entre la región y el Estado, un Estado centralista que todo lo decide en Santiago. Ese es un sentimiento compartido por las regiones. por lo tanto, la región se siente de algún modo aplastada por este Estado centralista, y notablemente perjudicada; los empresarios de esta región, desde que llega el Estado en el siglo XIX hasta el día de hoy, están interpelando al Estado y se produce una situación muy curiosa, porque tanto los empresarios como el pueblo mapuche interpelan al Estado. Y eso ocurre en otras regiones del país, que piden descentralización y desconcentración, por lo tanto, algunos de los conflictos que tenemos acá se repiten. En el plano del conflicto Estado y pueblo mapuche, sin duda, aquí hay una dimensión distinta; no la veo en Coquimbo con el pueblo diaguita; en el Valle de Huasco ni más al norte, con los atacameños; tampoco con los aymaras y quechuas, pero también hay un grado de demanda al Estado de reconocimiento, que es lo mismo que están buscando en la Araucanía. Por ende, hay similitud. Y respecto del mundo, todos los pueblos que han sido postergados y aplastados por los estados nacionales están levantando su voz en son de protesta y están luchando por su reconocimiento. En Perú, Colombia, Ecuador, México…, hay un movimiento indígena muy fuerte que está justamente buscando reconocimiento y respeto, que es lo que observamos nosotros en la región de la Araucanía.
—¿Existen posibilidades reales de solución en la región? ¿Qué condiciones deben cumplirse?
Confiamos en que los esfuerzos que está haciendo un grupo de estudiosos permita avanzar en la solución del conflicto, aunque no creo que se vaya a resolver prontamente. Me refiero a la iniciativa que tomaron los rectores de las universidades, de Temuco, encabezados por el obispo Héctor Vargas, que ha jugado un rol muy importante en esto. La Universidad Católica de Temuco, a través de su rector, el doctor Aliro Bórquez, también está siendo clave para abrir un cauce. El Instituto Ta Iñ Pewam busca precisamente ser espacio de encuentro y transformaciones de las relaciones intercelulares, incorporando los saberes ancestrales. Todas estas iniciativas, junto con la colaboración del centro noruego Nansen para la Paz y el Diálogo, que está presente en la Araucanía a través del profesor Alfredo Zamudio, trabajan por encontrar salidas al conflicto. También existe hoy otra oportunidad que no podemos desconocer, que es la redacción de la nueva Constitución; yo creo que la Convención Constituyente tiene un rol protagónico en estos momentos y tengo la impresión de que finalmente vamos a tener una Constitución que reconozca nuestra condición de Estado plurinacional, la autonomía territorial del pueblo mapuche dentro del Estado y acoja sus demandas históricas. Yo creo que todo esto abre esperanzas, sobre todo en un momento en que también el país tiene una sensibilidad distinta. Hoy Chile, desde Arica hasta el sur, o desde Magallanes hasta el norte, está más consciente de que esta es una situación cuya solución es impostergable. Es decir, hay esperanza.
—¿Qué debería preocuparnos del presente?
Creo que, en primer lugar, debemos seguir luchando contra la pandemia y las que probablemente vengan en adelante a nivel planetario, por las características propias de un ciclo que estamos viviendo en la Tierra y que nos muestran que hemos equivocado el camino. Creo que hoy, para proteger a la población, no se requieren ejércitos ni armas, sino fortalecer los sistemas de salud.
La preocupación del presente, hoy día, en el año 2021, debiera ser cómo vamos a enfrentar la recuperación en todos los planos, económico, psicológico, laboral… La segunda cuestión es cómo defenderemos el planeta de aquí en adelante, porque hemos entendido que no podemos seguir explotándolo de este modo. Y la tercera, que me parece importante, es entender la unidad de todos los que formamos parte de la humanidad. A mi juicio, estos son los temas que debemos discutir en el marco de una sociedad que se ha extraviado por el consumismo y adoptado prácticas que están agotando el planeta, provocando injusticias y profundizando la desigualdad entre los seres humanos.
—¿Qué cree usted que lo está cambiando todo hoy, respecto del pasado?
¡Tantas cosas! Lo primero, podría señalar que estamos viviendo una etapa en la cual los cambios son muy acelerados. Un historiador decía que la Edad Media había empezado hacía el siglo X y terminado a fines del siglo XIX. Vale decir, había durado prácticamente mil años, ¡mil años! Hoy, los ciclos históricos se reducen a 40 años. El siglo XX cronológicamente empezó en 1901 y terminó el 2000, pero todos los autores señalan que el siglo XX empezó con la revolución rusa y otros el año 30, terminando por los años 80, entonces es un siglo de 40 o 50 años. Y los ciclos económicos, los estados de bienestar social duraron 35 o 40 años; el modelo neoliberal está prácticamente agotado, en 50 años. Y no solo cambian los modelos económicos, sino también los momentos culturales que acompañan a esos modelos. Estamos en procesos de cambios muy acelerados. Pero también hay otro fenómeno interesante: estos cambios acelerados no han ocurrido simultáneamente en todos los planos, por ejemplo, la economía tiende a cambiar rápidamente, pero en el plano de la política tenemos estados anquilosados, que no se han modernizado y siguen operando como en el siglo XIX. De hecho, las protestas que empiezan en octubre de 2019 se explican, en parte, porque la economía avanzó muy rápido, y los manejos políticos no operaron del mismo modo.
—¿Los cambios han llegado también al pueblo mapuche?
Es compleja la pregunta y me cuesta contestar en realidad. Yo diría que no, porque la lucha del pueblo mapuche se inicia desde que el Estado llega, no es un fenómeno nuevo. Basta revisar la historia: desde el siglo XIX el pueblo mapuche levantó su voz para protestar por la acción del Estado. El lonko Pascual Coña relató su vida al misionero capuchino Ernesto Wilhelm de Moesbach y también deja entrever ese estado de ánimo de quien se siente derrotado por un Estado que los aplastó. Más adelante, Manuel Manquilef, profesor y político chileno, dejó su testimonio a comienzos del siglo XX, igual que Venancio Coñoepan, diputado conservador. En fin, en ese sentido no ha habido cambio. Las demandas se han agudizado y radicalizado, pero esta es una lucha que el pueblo mapuche inició en el siglo XIX.
—¿Sobre qué es usted optimista?
¡Sobre muchas cosas! Soy optimista porque creo que hay una generación de jóvenes en los cuales podemos confiar. Los jóvenes van a construir un futuro mejor que el que le dejamos los viejos, tienen mayor conciencia de las dificultades que hay en un país como Chile, pero también de las potencialidades del país. tengo confianza en los jóvenes y en los líderes juveniles que están levantando un discurso independiente del color político que tengas, que quieren construir una sociedad que no se olvide de que hemos venido al mundo para ser felices. Yo confío en eso.
En segundo lugar, confío en que este país va a recapacitar respecto de los errores que cometió en el pasado, también hay mayor sensibilidad en Chile al respecto. Y también, finalmente, confió en que la humanidad ha enfrentado otras situaciones tan adversas como esta y ha salido adelante. Mire, en historia, a mi juicio, no hay tiempos fáciles ni tiempos difíciles, simplemente hay tiempos diferentes. Los tiempos son diferentes, pero cada generación ha tenido la capacidad para superar las adversidades de esos tiempos diferentes. ¿Por qué no tener esa confianza hoy? Debemos tenerla y mirar el futuro con confianza y sobre todo pensando en los jóvenes.
—¿Qué pensadores cree usted que están aportando interesantes puntos de vista sobre este tema hoy?
Podría contestar con una larga lista que incluye unos veinte nombres de escriotres novelistas, politicos, cientistas sociales que me han impactado. Pero me voy a quedar con dos nombres. En un concierto de nombres que van desde Marx, que me dio luces muy potentes para entender cómo funciona el capitalismo, la teoría política de Marx no resiste ningún análisis, se desplomó completamente, pero la capacidad de análisis del sistema capitalista, me parece muy iluminador. Frantz Fanon, su libro Los condenados de la Tierra, es uno de los libros de los años 50 que más me ha impactado. También Freud, un pequeño ensayo que me causó un gran impacto, que se llama El malestar de la Cultura, se lo recomiendo siempre a mis alumnos. Es un ensayo que pudo haber sido escrito el año 2021. Ciro Alegría, El mundo es largo y ajeno. Un hombre de acción, José Mujica.
—¿Qué mensaje daría usted a la humanidad del siglo XXI y qué considera clave para el futuro?
Que no se nos olvide ser felices, que abandonemos la cultura del consumismo para volver a la cultura de la solidaridad, de la justicia, la diversidad, que son precisamente las virtudes de los jóvenes, por eso uno se rejuvenece con los jóvenes, creo que es la única virtud de un académico, que uno rejuvenece con los alumnos. Que no se nos olvide que hemos venido al mundo para ser felices. MSJ
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Jorge Pinto. Premio Nacional de Historia 2012. Es profesor de Geografía y Educación Cívica de la Universidad de Chile y doctor en Filosofía con mención en Historia por la Universidad de Southampton, Inglaterra. Ha sido integrante de sociedades científicas en Chile, Argentina, Inglaterra y Estados Unidos, en los ámbitos de Historia Económica y de Latinoamérica. Ha participado como consultor de la Cámara de Diputados en materias indígenas y también académico en diversas universidades a lo largo de Chile. Autor de numerosos libros, el último de ellos La Araucanía: Cinco siglos de historia y conflictos no resueltos (2021). Actualmente es director del Instituto Ta Iñ Pewan de la Universidad Católica de Temuco.