La llamada del Señor “no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una ‘jaula’ sino “la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro”, afirma el Papa en el Mensaje con ocasión de la 56ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
“La valentía de arriesgar por la promesa de Dios” es el título del Mensaje del Papa hecho público para la 56ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que este año se celebra el domingo 12 de mayo.
En el Mensaje, con fecha 31 de enero, Memoria de san Juan Bosco, Francisco retoma como punto de reflexión lo que compartió con los jóvenes en Panamá en la 34ª Jornada Mundial de la Juventud, precisando que este evento, junto a la “fructífera experiencia del Sínodo dedicado a los jóvenes” del mes de octubre, ayudó a “que la Iglesia prestase más atención a la voz del Espíritu y también a la vida de los jóvenes, a sus interrogantes, al cansancio que los sobrecarga y a las esperanzas que albergan”.
PROMESA Y RIESGO
La reflexión del Papa en esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones se centra en “cómo la llamada del Señor nos hace portadores de una promesa y, al mismo tiempo, nos pide la valentía de arriesgarnos con él y por él”. Y para ello el Obispo de Roma se basa en “la escena evangélica de la llamada de los primeros discípulos en el lago de Galilea” (Mc 1,16-20), que relata la experiencia de dos parejas de hermanos pescadores, Simón y Andrés, junto a Santiago y Juan: “En ciertos días, la pesca abundante recompensaba el duro esfuerzo, pero otras veces, el trabajo de toda una noche no era suficiente para llenar las redes y regresaban a la orilla cansados y decepcionados”, afirma el Papa, señalando que “Estas son las situaciones ordinarias de la vida”, en las que cada persona “se esfuerza en actividades que confía en que sean fructíferas, avanza en el ‘mar’ de muchas posibilidades en busca de la ruta adecuada que pueda satisfacer su sed de felicidad. A veces se obtiene una buena pesca, otras veces, en cambio, hay que armarse de valor para pilotar una barca golpeada por las olas, o hay que lidiar con la frustración de verse con las redes vacías”.
JESÚS ROMPE LA PARÁLISIS DE LA NORMALIDAD
Como en cada llamada —continúa el Papa—, también en este caso se produce un encuentro y “aquel día Jesús fue al encuentro de aquellos pescadores, rompiendo la «parálisis de la normalidad» y les hizo una promesa: Os haré pescadores de hombres”.
PARTE DE UN GRAN PROYECTO
El Santo Padre explica entonces que la llamada del Señor, “no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una ‘jaula’ sino que, al contrario, “es la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro” para invitarnos a ser parte de “gran proyecto”, “mostrándonos en el horizonte un mar más amplio y una pesca sobreabundante”. Porque —agrega— “el deseo de Dios es que nuestra vida no acabe siendo prisionera de lo obvio, que no se vea arrastrada por la inercia de los hábitos diarios”. Porque “cada uno de nosotros está llamado de diferentes maneras a algo grande”, y “que la vida no debe quedar atrapada en las redes de lo absurdo y de lo que anestesia el corazón”.
“La vocación es una invitación a no quedarnos en la orilla con las redes en la mano, sino a seguir a Jesús por el camino que ha pensado para nosotros, para nuestra felicidad y para el bien de los que nos rodean”.
CORRER EL RIESGO
Necesario para abrazar esta promesa es “el valor de arriesgarse y decidir” e implicarnos “con todo nuestro ser y correr el riesgo de enfrentarnos a un desafío desconocido” —agrega el Santo Padre—, porque “cuando estamos ante el vasto mar de la vocación, no podemos quedarnos a reparar nuestras redes, en la barca que nos da seguridad, sino que debemos fiarnos de la promesa del Señor”.
“Me refiero sobre todo a la llamada a la vida cristiana —explica Francisco— que todos recibimos con el bautismo y que nos recuerda que nuestra vida no es fruto del azar, sino el don de ser hijos amados por el Señor, reunidos en la gran familia de la Iglesia. “La Iglesia es nuestra madre” —afirma— y “debemos amarla” aun “cuando descubramos en su rostro las arrugas de la fragilidad y del pecado”, y “contribuir a que sea siempre más hermosa y luminosa, para que pueda ser en el mundo testigo del amor de Dios”.
LAS ELECCIONES DE LA VIDA CRISTIANA: VOCACIONES
El Papa explica a continuación que la vida cristiana se expresa en elecciones “que dan una dirección precisa a nuestra navegación”, y “contribuyen al crecimiento del Reino de Dios en la sociedad”. “Me refiero a la decisión de casarse en Cristo y formar una familia, así como a otras vocaciones vinculadas al mundo del trabajo y de las profesiones, al compromiso en el campo de la caridad y de la solidaridad, a las responsabilidades sociales y políticas”. Todas “vocaciones que nos hacen portadores de una promesa de bien, de amor y de justicia no solo para nosotros, sino también para los ambientes sociales y culturales en los que vivimos”, explica.
VIDA CONSAGRADA: NO CAER EN EL CANSANCIO DE LA ESPERANZA
Y alguno, en el encuentro con el Señor, “puede sentir la fascinación de la llamada a la vida consagrada o al sacerdocio ordenado”, continúa el Pontífice. Esta llamada a convertirse “pescador de hombres” es “un descubrimiento que entusiasma y al mismo tiempo asusta”, dice el Papa, señalando al mismo tiempo que “muchas resistencias interiores pueden obstaculizar una decisión semejante, así como en ciertos ambientes muy secularizados, en los que parece que ya no hay espacio para Dios y para el Evangelio, se puede caer en el desaliento y en el ‘cansancio de la esperanza’”.
JÓVENES NO SE DEJEN CONTAGIAR POR EL MIEDO
Franciscos se dirige en particular a los jóvenes, exhortándolos a no ser “sordos ante la llamada del Señor”, a confiarse en él. “No se dejen contagiar por el miedo, que nos paraliza ante las altas cumbres que el Señor nos propone”.
QUE LA IGLESIA OFREZCA A LOS JÓVENES ESCUCHA Y DISCERNIMIENTO
El Papa también escribe que no siempre es fácil discernir la propia vocación y orientar la vida de la manera correcta. Por este motivo, es necesario un compromiso renovado por parte de toda la Iglesia —sacerdotes, religiosos, animadores pastorales, educadores— para que se les ofrezcan, especialmente a los jóvenes, posibilidades de escucha y de discernimiento. De ahí la necesidad de una pastoral juvenil y vocacional —añade— que ayude al descubrimiento del plan de Dios, especialmente a través de la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la adoración eucarística y el acompañamiento espiritual.
MIRAR A MARÍA
Finalmente, como se ha hablado varias veces durante la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, el Pontífice invita nuevamente a “mirar a María”, porque también para ella “la vocación fue al mismo tiempo una promesa y un riesgo”. “Su misión no fue fácil, sin embargo, no permitió que el miedo se apoderara de ella. Y su sí “fue el ‘sí’ de quien quiere comprometerse y el que quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa”.
Y a ellos, a los jóvenes, pregunta: ¿Se sienten portadores de una promesa? María, ejemplifica el Papa, “tendría una ‘misión difícil’, pero esto no sería un motivo para decir ‘no’”. Y concluye su mensaje con una oración en esta Jornada, “pidiéndole al Señor que nos descubra su proyecto de amor para nuestra vida y que nos dé el valor para arriesgarnos en el camino que él ha pensado para nosotros desde la eternidad”.
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Fuente: www.vaticannews.va