La confesión de Francisco: “Todos sabemos qué es la tentación, todos la hemos sentido”

“La oración de Jesús nos deja la más preciosa de las herencias: la presencia del Hijo de Dios que nos ha liberado del mal, luchando por convertirlo”.

“Líbranos del mal”. Así concluye el Padre Nuestro, la oración que Jesús nos dejó antes de partir. A lo largo de siete semanas, el Papa ha desarrollado en su catequesis las oraciones que se encierran en ‘la’ oración. En una mañana lluviosa, Francisco ha concluido con las mismas, recordando que, pese a la tentación y la persecución, Dios siempre combate con nosotros, no contra nosotros.

Y lo demostró llevando en el papamóvil a ocho niños procedentes de Libia, y que llegaron a través de los corredores humanitarios de Sant’Egidio, y de un bote, hace unos meses a Italia. Los niños provienen de Siria, Nigeria y Congo, y se encuentran alojados con sus familias en el Centro “Mondo Migliore” en Rocca di Papa, atendidos por la Cooperativa “Auxilium”, según informo Alessandro Gisotti.

“Todos nosotros sabemos qué es la tentación, la hemos sentido… y también al tentador, que nos empuja al mal”, clamó el Papa, sin papeles. En su discurso, recordó cómo los fieles piden “ser liberados del mal”, frente “al maligno, que hace sentir su presencia amenazadora”.

Por eso es tan relevante el Padre Nuestro. “Si no existieran las últimas palabras, ¿cómo podrían orar los pecadores, los perseguidos, los desesperados, los moribundos?”, preguntó Francisco, quien admitió que “hay un mal en nuestra vida, que es una presencia indiscutible”. Así lo demuestran los libros de Historia, un “desolado catálogo de cuánto de nuestra existencia en este mundo ha sido una aventura a menudo fracasada”.

EL MAL QUIERE ASUMIR EL CONTROL

“Hay un mal misterioso, que ciertamente no es la obra de Dios, pero que penetra silenciosamente en los pliegues de la historia. A veces parece asumir el control: en ciertos días su presencia parece incluso más aguda que la de la misericordia de Dios”, advirtió.

Frente a ello, la persona que reza, que “no es ciega, y ve este mal tan incómodo y en desacuerdo con el misterio de Dios, lo ve en la naturaleza, en la historia, incluso en su propio corazón. Porque no hay nadie entre nosotros que pueda decir que está exento del mal, o al menos, no ha sido tentado”.

“Líbranos del mal”. ¿Qué es el mal? Hay “grandes márgenes” en ese término, que acoge “las experiencias más diversas: el luto del hombre, el dolor inocente, la esclavitud, la explotación del otro, el grito de los niños inocentes”. Todos estos eventos, añadió, “protestan en el corazón del hombre y se convierten en una voz en la última palabra de la oración de Jesús”.

DESPRECIO, CRUELDAD, TRAICIÓN

“Jesús experimenta plenamente el mal, no solo la muerte, sino la muerte en cruz. No solo la soledad, sino también el desprecio. No solo malicia, sino también la crueldad, la traición contra él”, recordó Bergoglio, subrayando cómo “podemos sentirnos tentados a desesperar al hombre”, incluso al hijo de Dios.

Frente a este peligro, el Padre Nuestro se parece “a una sinfonía que pide componerse en cada uno de nosotros”. Porque, pese al poder del mal, “Jesús, quien nunca ha sucumbido a sus halagos, está de nuestro lado y nos ayuda”.

“Así, la oración de Jesús nos deja la más preciosa de las herencias: la presencia del Hijo de Dios que nos ha liberado del mal, luchando por convertirlo”, culminó el Papa.

SALUDO DEL PAPA EN CASTELLANO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy reflexionamos sobre la última invocación del Padre Nuestro, que dice: «Líbranos del mal». No basta pedir a Dios que no nos deje caer en la tentación, sino que debemos ser liberados de un mal que intenta devorarnos. La oración cristiana es consciente de la realidad que le rodea y pone al centro la súplica a Dios, especialmente en los momentos en el que la amenaza del mal se hace más presente. Así la oración filial del Padre Nuestro se hace oración para los pecadores y los perseguidos, para los desesperados y los moribundos.

El hombre se presenta como el que, a pesar de soñar con el amor y el bien, expone continuamente al mal su propia persona y la de sus semejantes. Un mal que encontramos en la historia, en la naturaleza y en los pliegues de nuestro corazón, y que probó también Jesús. Antes de iniciar su pasión, suplicó a Dios que alejase de él ese cáliz, pero puso su voluntad en las manos de su Padre. En esa obediencia, experimentó no solo la soledad y la animosidad, sino el desprecio y la crueldad; no solo la muerte, sino una muerte de cruz.

Sin embargo, Jesús nos da ejemplo de cómo se vence este mal: pidió a Pedro de envainar la espada, aseguró al ladrón arrepentido el paraíso y suplicó al Padre el perdón para los que lo condenaban. De ese perdón que vence al mal, nace nuestra esperanza.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica, en modo particular a los sacerdotes participantes en el curso de actualización promovido por el Pontificio Colegio Español de San José. Los animo a que recen con espíritu renovado la oración que el Señor nos dejó, y a que la enseñen a cuantos los rodean, para que, reconociendo a Dios como Padre, nos conceda la paz, el más preciado don del Resucitado, más fuerte que ningún mal. Que el Señor los bendiga.

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Fuente: www.religiondigital.org

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