La familia, la primera escuela; la más alta universidad…

Aunque este texto fue escrito en los años cuarenta del siglo pasado, da cuenta de la moderna mirada del padre Alberto Hurtado sobre la familia: conceptos como corresponsabilidad familiar, equidad de roles e incluso una alusión a la naciente neurociencia, mantienen plenamente vigente su pensamiento. Extracto de «Acción educadora de la Familia», Alberto Hurtado Cruchaga.

«¡De tal palo tal astilla!». Es un adagio bien conocido en nuestro idioma; lo mismo que «¡nadie da lo que no tiene!». Ambos proverbios encierran una pedagogía profunda. Lo que sean sus padres en el orden intelectual, en el orden moral, en el espiritual, eso serán sus hijos y… de ordinario un poco menos.

Se puede aplicar a la familia lo que el santo Cura de Ars decía refiriéndose al Párroco: «Un cura santo, una buena parroquia; un cura bueno, una parroquia tibia; un cura tibio, una parroquia pésima…». Hay en el orden moral una ley que se asemeja a la de la degradación de la energía en el orden físico. Por eso es muy importante señalar con precisión la influencia educadora del hogar y los medios precisos en que ha de insistirse para formar un hogar cristiano.

La presencia de ambos esposos en el hogar, sabiendo el marido desentenderse de negocios, del club, de diversiones con amigos; y la esposa de las tertulias, comadreos, partidas…, para darse el uno al otro. En un Santiago tan lejano teníamos ocasión de presenciar ejemplos como el de don Ramón Barros Luco, que aun siendo Presidente de la República y de avanzada edad, salía cada tarde del brazo de su esposa, dando muestra de la unión íntima del hogar.

El respeto mutuo. Que cada uno de los miembros del hogar trate a los demás con el mayor respeto y delicadeza. El marido que trata con poca consideración a su mujer, que le echa la culpa de todo, ¿cómo va a formar un hogar cristiano? ¡Palabras altas en la mesa, delante de los hijos…, ¿cómo van los niños a respetar a su madre si no la respeta su propio marido? Del fracaso de la educación de los hijos que no culpe a nadie el padre que no supo respetar a su mujer. Esta educación del respeto debe irse adquiriendo desde la primera infancia: respeto de los hermanos entre sí, respeto con los empleados, respeto a los pobres, los mendigos y hasta a los borrachos.

Ambiente de gran idealismo en el hogar: toda acción no es más que la proyección de un ideal. Si no hay ambiente de idealismo generoso no habrá vida honesta, porque no habrá fuerza para aceptar los esfuerzos que supone la honradez de la vida. En psicología se prueba claramente que el elemento más poderoso para orientar una vida es la visión clara de un ideal. Esto vale más que la repetición de actos, que los castigos y amenazas, o más todos estos medios son inútiles donde no hay un gran idealismo que impulse al joven a superarse a sí mismo.

El ejemplo: ser y hacer, vivir y enseñar, son verbos diferentes y los primeros son mucho más valiosos que los segundos. Es casi nula una educación que no se basa en el ejemplo… «Nuestras obras nos siguen» es el hermoso título de una novela que es una profunda realidad; nos siguen y nos sancionan en nuestros hijos… La educación del ejemplo es, pues, la primera educación y la que se da todos los días.

…En un último párrafo de este texto, el Padre Hurtado se adelanta incluso a las conclusiones de la neurociencia: «Las modernas experiencias de psicología… tienden a confirmar que incluso cualidades adquiridas por trabajo personal van modificando nuestro sistema nervioso y tienden a transmitirse, no en forma que supriman la libertad, pero sí tienden a modificar las condiciones internas de la vida del niño… Esto nos llevaría a la conclusión alentadora de que no hay esfuerzo perdido…, que todo lo que hagamos nos irá transformando y tenderá a transmitirse a nuestros descendientes». MSJ

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Fuente: Reflexión publicada en Revista Mensaje N° 668, mayo 2018.

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