La formación de comunidades en la perspectiva del Sínodo sobre la sinodalidad

Entendemos que nuestros modos de vinculación están sustentados en el ser mismo de Dios que es comunidad.

En este artículo quisiera trabajar la cuestión de la formación de las comunidades en sintonía al Sínodo que se está celebrando en Roma durante este mes de octubre 2024.

Lo primero que habría que decir es que el concepto de comunidad no es usado solo en un ámbito teológico, eclesial o pastoral. Así encontramos filosofías de la comunidad, sociología de las comunidades, antropología comunitaria, psicología comunitaria. Creo importante comenzar por una definición de comunidad/comunidades a modo de consenso para saber qué estaremos diciendo con el concepto.

Para el filósofo italiano Roberto Esposito (2012), la comunidad “es una propiedad de los sujetos que une: un atributo, una determinación, un predicado que los califica como pertenecientes al mismo conjunto”. En otro momento, Esposito escribe: “Se concibe a la comunidad como una cualidad que se agrega a su naturaleza de sujetos, haciéndolos también sujetos de comunidad”. La comunidad sería, entonces, un elemento de vinculación, algo que supone un espacio compartido, un conjunto. La comunidad, con esto, es una nota que marca la estructura propiamente humana: ser comunidad.

La comunidad sería, entonces, un elemento de vinculación, algo que supone un espacio compartido, un conjunto.

En el desarrollo histórico del concepto de comunidad, Esposito recuerda la categoría griega de koinonía que se utiliza en los textos del Nuevo Testamento para referirse a la comunidad.  Esposito declara que es un concepto “teológico” y que “al menos a partir de [Hechos] 2,42 —pero sobre todo a partir de la entera primera epístola paulina de Corintios— y a lo largo de la totalidad de la literatura patrística, el “lugar común” de la koinonía lo constituye la participación eucarística en el Corpus Christi representado por la Iglesia”. Nuestra orientación eclesial-pastoral-teológica se vincula más con la koinonía en cuanto expresión “más cristiana” de la comunidad.

Ahora bien: es interesante ver que koinonía tiene que ver con una forma de ser al interior de la ekklesía-Iglesia, es decir, es algo que está implicado en una disposición de los sujetos que forman parte de la Iglesia. Por lo tanto, podríamos decir que si los cristianos y cristianas estamos implicados en la formación de las comunidades esto lo debe ser en cuanto se promueve de una disposición, de un espíritu o de una interioridad dentro de la misma comunidad, el cual nace de la acción del Espíritu que anima los procesos mismos de la comunión.

En esta perspectiva, el actual Sínodo sobre la sinodalidad nos ha posicionado en la perspectiva de comprender que este momento eclesial no responde únicamente a un evento, sino que debe ser una actitud propia de la Iglesia, es decir, a una manifestación explícita de la koinonía. Después del Vaticano II, Pablo VI tuvo la intuición de organizar, cada cierto tiempo, una reunión de Obispos (el Sínodo) para discutir algún tema de interés para la Iglesia. No era posible organizar Concilios todos los años, porque un Concilio es un acontecimiento de fuerza, de peso y de relevancia mayor en la vida de la comunidad. Por ello aparece la lógica sinodal.

Este Sínodo se puede unir de manera muy íntima con la invitación a la construcción-formación de comunidades. El Sínodo convocado por Francisco es, en sí mismo, un tiempo y un proceso de decisión, de deliberación, de comunión interna de la Iglesia, un espacio en donde se ponen puntos en común y en donde también se abre la disensión. Con el Sínodo, y eso es lo que esperamos, se abre otra mirada, otro gesto, otra página. Y esto es, a mi entender, un modo de ampliar nuestras conversaciones sobre el sentido de qué entendemos por comunidad cristiana y sobre su formación.

Si Roberto Esposito (2012) tiene razón al afirmar que la comunidad es algo que se forma por sujetos, la comunidad, y con lo que hemos indicado antes, es depósito de las cuestiones que dan forma al sentir de los mismos sujetos. Más en concreto: somos cristianos con todas las preguntas que dan sentido a nuestra existencia y no somos cristianos al margen de esa misma existencia. En definitiva, el fundamento vuelve a mirar a la Trinidad como origen y sentido de la expresión comunitaria de la Iglesia. La koinonía y la sinodalidad adquieren carácter trinitario. Por ello el Vaticano II en Lumen Gentium 51 habló de la Iglesia en perspectiva trinitaria, porque entendemos que nuestros modos de vinculación están sustentados en el ser mismo de Dios que es comunidad.


Imagen: Pexels.

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