Envueltos en la corriente del vivir, nos perdemos, nos asustamos y olvidamos ser quienes realmente somos. ¿Podemos sin embargo crear nuestra vida y escribir el propio guion?
Vivir es una enseñanza sin método que todos practicamos, aunque no siempre seamos conscientes de ello. La vida está donde estamos nosotros porque somos vida.
Todos tenemos la mejor práctica espiritual: la vida misma, la vida de todos los días. Las situaciones que nos plantea, buenas o malas aparentemente, siempre son una oportunidad para descubrir quiénes somos, para situarnos cara a cara frente a nuestra verdadera naturaleza.
“Yo sé que estoy aquí, no para que las personas me quieran o no me quieran, sino para que me vean de manera verdadera, porque si me ven de manera verdadera, se verán a ellos de manera verdadera” – Yolande Duran.
Tarde o temprano, todos estamos destinados a evolucionar, a desplegar ese potencial rico e inmenso que ya traemos con nuestra existencia. Solo recorriendo el camino que se abre ante nosotros a cada paso podemos reconocer nuestro auténtico ser.
Cada persona tiene un enorme potencial que es su esencia; ¿por qué esa esencia, que es lo más poderoso que tenemos, no se convierte en nuestra propia vida? ¿Dónde está lo mejor de nosotros?
La mayor enfermedad es la ignorancia de nuestro potencial, y no es sano estar total y forzosamente adaptado a un sistema social-educativo, profundamente desequilibrado, que sigue subrayando límites y carencias, intentando domesticar y manipular ese infinito que llevamos dentro.
EL CORAJE DE SER HUMANOS
“Hoy la gente te juzga por la imagen que tienes, ve solamente las máscaras, ni siquiera sabe quién eres. Debes mostrarte invencible, coleccionar trofeos, pero cuando lloras en silencio, descubres realmente quién eres. Creo en los seres humanos que tienen el coraje de ser humanos” – Marco Mengoni.
Todo el mundo posee tesoros, pero muy pocos lo saben; hay una gran parte de nosotros que no conocemos y quedamos atrapados en trampas que nos sumen en un sufrimiento perenne y no sabemos ni cómo ni por qué.
El gusto por la vida, el deseo de explorar, de descubrir y de captar la inmensidad que nos fue regalada es innato en cada uno. ¿En qué circunstancias y en qué condiciones emocionales y psicológicas se sofoca ese gusto por la vida y va erigiéndose, en su lugar, ese miedo constante a equivocarnos, con un esfuerzo agotador por disimular nuestros errores?
Los errores, las equivocaciones, los fracasos son aspectos inevitables de nuestra condición humana y el factor clave —como siempre— radica en el enfoque, en la mirada con que abordamos y acompañamos nuestras falencias y limitaciones. Según qué mirada nos rige, pueden convertirse en una fuente de pavorosos miedos y culpas paralizantes o en un estímulo para un nuevo comienzo, un nuevo aprendizaje que nos permita crecer y evolucionar, que es nuestro destino común.
Toda situación que vivimos es extraordinariamente importante, aunque la banalicemos o la consideremos insignificante. ¿Por qué? Porque es lo que necesitamos vivir en este momento presente de la vida para evolucionar; nada es azaroso y no hay acontecimientos inútiles. Dentro de cada momento están todos los elementos necesarios para crecer; es necesario mirar con otros ojos.
Cuánta vida tenemos recortada por el miedo a equivocarnos y a que nos juzguen. Solo hace falta soltar ese puñado de ansias y de miedos.
¿Por qué muchas veces no superamos el dolor? Sencillamente porque nadie nos acompañó para comprenderlo y trascenderlo; una educación basada en el miedo encoje y limita nuestra visión y, como sabemos, “un ciego no puede conducir a otro ciego”.
La vida se afirma a sí misma y se potencia, y lo que queda bloqueado vuelve a aparecer para ser completado; este es el ciclo natural de nuestra existencia, que se va desplegando para experimentar lo que realmente somos, aquello que está detrás de todas las apariencias.
Un síntoma, una enfermedad o cualquier circunstancia adversa o dolorosa que aparece en nuestra vida es un bloqueo aparente de dones ocultos que esperan salir a la luz.
Todas nuestras limitaciones son presuntas porque no sabemos de qué somos potencialmente capaces. Lo verdadero y lo profundo subyacen en estado latente en el corazón de cada uno y están siempre a nuestro alcance para quienes se atreven a mirar detrás de los espejos.
SALIR DEL DRAMA
El psiquismo promedio de la mayoría de la gente suele estar abrumado por capas y capas de condicionamientos, de patrones inconscientes profundamente arraigados que moldean —sin que nos demos cuenta— nuestro modo de vivir, sentir y actuar.
El sufrimiento psicológico se deriva de la repetición mecánica y reactiva de pautas y dinámicas emocionales en las que nos sentimos atrapados y que desearíamos modificar.
Como en un laberinto de espejos, vagamos perdidos y confundidos, persiguiendo las imágenes de un espejo a otro, y nuestra vida se va convirtiendo en una interminable y afanosa búsqueda para escapar del laberinto.
Para la mayoría, la vida se vuelve repetitiva —casi siempre volvemos a transitar por los mismos pasillos del laberinto— y se produce ese cansancio que pesa e inmoviliza, el cansancio emocional. ¿De qué estamos cansados? De repetir siempre el mismo papel y los mismos conflictos. El pesado traje de nuestros personajes que muchas veces representan una idea pobre y limitada de lo que realmente somos y nos impide conectarnos con lo más hondo que anida en nuestro corazón.
La gente no está acostumbrada a ser protagonista de su vida, estamos hipnotizados por programas y guiones escritos por otros.
¿Podemos, realmente, ser creadores de nuestra vida, sentirnos genuinos protagonistas y escribir nuestro propio guion?
La vida busca la vida y nos da infinidad de oportunidades para cruzar el umbral y ensanchar nuestro corazón y nuestra mente estrecha. Las crisis, en cualquier plano que se manifiesten, impactan porque resquebrajan, sutil o abiertamente, nuestros viejos y acorazados esquemas de vida; pero si estamos dispuestos a cambiar, se convierten en momentos de apertura, y es cuando nos atrevemos a renunciar a personajes estériles programados por lealtades familiares y sociales invisibles.
Este el punto de partida para empezar a salir del drama y del conflicto constante que desgasta y consume lo mejor de nosotros.
SABIDURÍA INTERIOR
“La mente intuitiva es un regalo sagrado, la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y se olvida del regalo” – Albert Einstein.
Cuando se subraya exageradamente que el hombre es un ser racional, se está dejando afuera lo mejor de nuestra humanidad: otras partes creativas como la imaginación, la intuición y la verdadera inteligencia, que es la más exquisita y alta sensibilidad.
“El conocimiento sin sabiduría es como una vela encendida ante la luz del sol”, dice un proverbio oriental.
Somos mucho más de lo que nos han dicho y de cómo nos han educado hasta ahora. Hay todo un continente por descubrir y este es el viaje que estamos invitados a emprender: al centro creador de nuestro ser, donde están nuestros verdaderos anhelos, nuestros dones que no vienen de ninguno de nuestros papeles o personajes habituales, sino que nacen del corazón.
La gran carencia de la educación y de la cultura que se perpetúan con sus mandatos es seguir ignorando la sabiduría potencial que llevamos dentro. Una semilla contiene todo el árbol, solo necesita condiciones favorables para crecer y madurar.
Etimológicamente, educar significa guiar hacia el pleno desarrollo de las potencialidades; lo cual está muy alejado del modelo intervencionista y enajenante que aún hoy impera. Un viejo paradigma basado en la desconexión con nuestra interioridad, que nos coloca en un estado de carencia, miedo, desvalorización, competencia y sentimientos de culpa. Por esto, los cambios suelen ser superficiales; vamos de una compensación a otra a través de ideologías y técnicas que la sociedad nos ofrece. Solo explorando nuevos territorios adviene la auténtica transformación.
La piedra angular de la educación es el educador, y todos educamos: padres, maestros, líderes políticos y sociales, guías espirituales, científicos, medios de comunicación y la sociedad entera. No podemos enseñar nada que no vivamos y no podemos comunicar nada distinto de cómo nosotros vivimos.
Para hacer realidad nuestros sueños, es decir, desplegar nuestros dones, primero hay que abrir los ojos. Despertar a nuestra sabiduría interior es el mayor regalo que podemos dar a este mundo.
TOTUM NOVUM SUB SOLE
Cuando despertamos a la vida, cuando ya no nos defendemos tanto porque esos antiguos miedos y esas ansias desbordantes se han ido disipando, entonces nuestros ojos se abren y comenzamos a ver que todo es nuevo bajo el sol.
¿Qué significa ver? Poner luz en todo lo que aparece ante nuestros ojos; como la luz del sol que ilumina lo que existe, pero no lo manipula. Y una vez que vemos, actuamos con confianza, integridad y coherencia.
Hay un fondo común que nos une a todos, ese potencial silencioso y fecundo que si bien fue aprisionado desde la primerísima infancia por moldes duros y jaulas invisibles, siempre está disponible para salir a la luz.
No se puede ser espiritual rechazando o negando nuestra humanidad, sino abrazándola.
Abrazar es permitir que toda nuestra humanidad se despliegue, y acompañarnos, sobre todo en esos aspectos incómodos, frágiles, dolorosos y, muchas veces, incomprensibles; solo necesitan una mirada de confianza y de ternura para que expresen su potencial oculto. Y no hay apartados o excepciones, porque lo luminoso y lo sombrío, todo lo que se manifiesta en nuestra existencia, son “relámpagos de lo invisible”*.
* Título de la antología poética de Olga Orozco.
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Fuente: www.revistacriterio.com.ar