Sr. Director:
Tras los resultados del plebiscito del 4 de septiembre, los ataques de uno y otro lado no tardaron en llegar. Por medio de las redes sociales, vi cómo amigos y conocidos a los que quiero y estimo se dirigían, en ocasiones utilizando muy duros términos, a quienes habían votado por una opción diferente a la propia. Y mucho me temo que este escenario se repitió entre los amigos y conocidos de todo Chile.
Este clima de animadversión viene incubándose desde hace muchísimo tiempo en el país y precisamente por ello las últimas elecciones —incluyendo la del plebiscito— han tenido mucho de una retórica que privilegia la lucha épica entre el bien y el mal. Por un lado, estamos «nosotros»: los que conocemos y queremos lo mejor para Chile. Y, por otro, están los «otros»: esos egoístas e/o ignorantes que velan por sus propios intereses.
Frente a esta realidad creo que es más actual que nunca leer y rezar la carta pastoral «La paz es posible» que el comité permanente de la CECh publicó con ocasión de la Navidad de 1972. En sus números centrales dicho documento nos recuerda:
«5. Siempre pensamos que la paz depende de los demás. Nos creemos pacíficos y estimamos que los culpables de la falta de paz son los demás. Pero no es así.
«6. El primer responsable de la falta de paz es uno mismo. Empecemos por nuestro propio hogar: ¿vivo en paz con los míos? ¿Les doy paz? ¿Creo en mi casa un clima de paz? Y con mis amigos, mis compañeros de trabajo, mis vecinos, los conocidos y los mismos desconocidos: ¿soy hombre de paz?
«7. Todo el que insulta, grita, pelea sin necesidad, es enemigo de la paz. El que quiere a la gente, el que ayuda, el que participa, el que busca arreglo, el que es capaz de conversar con el que piensa de otro modo, ese es el hombre de paz, esa es la mujer de paz.
«8. No es que importe lo mismo el error y la verdad, el bien y el mal. No es que no se deba luchar por la justicia. Pero una cosa es tener adversarios o contendores, y otra cosa es tener enemigos. Una cosa es luchar y otra cosa es odiar.
«El que odia es el enemigo de la paz, el responsable de que no haya paz. Es también la primera víctima de la falta de paz».
Patricio Jiménez P.