Sr. Director:
Le escribo, pues deseo compartir con Ud. y con los lectores de Mensaje mi testimonio con respecto al artículo aparecido en su edición N°690, de julio, titulado «El santo de Nazaret», escrito por Paz Escárate C.
Nuestros padres (Alberto y Mali) fueron integrantes de la Fraternidad de los Hermanitos y Hermanitas de Foucauld en Santiago.
El Hermanito Benito Cassiers trabajó varios años con mi padre, sellándose entre ambos una férrea amistad. Los Hermanitos Noel, Enrique, Elías y Jerry, y las hermanitas Donata, M. Inés, Patricia, M. Elena, Monique Louise… en fin, fueron tantos y tantas que conocimos, que compartieron aventuras con nosotros cuando éramos jóvenes, animados por nuestros padres.
La Santidad de Charles de Foucauld se transmitía a los Hermanitos y Hermanitas, personas chilenas y extranjeras que dejaban sus familias (en varios casos, familias nobles) y también sus países para donarse en cuerpo y alma a vivir trabajando con los más necesitados del planeta.
Lo hacían y hacen con alegría y tesón en lugares de difícil sobrevivencia, siendo lámparas encendidas que alumbran a los que les rodean, transmitiendo esperanza, impulsando a salir adelante, orientando en los fracasos, animando en los logros, y sostenidos siempre en la oración.
Descubren en el otro, al Señor, tal como Charles de Foucauld lo hizo «en el anonimato, sin show ni televisión, con la casa siempre abierta», como recalcan Donata y Noel en el artículo citado.
Agradecemos como familia, aunque nuestros padres ya no están entre nosotros, la presencia de los Hermanitos y Hermanitas en parte de nuestras vidas.
M. Del Carmen Infante C.