Las preguntas incómodas

Que no comprendamos todo lo que propone la Iglesia no significa que tengamos que abandonar, eso tiene sus dosis de cinismo.

Es habitual que los cristianos caigamos de vez en cuando en algún interrogatorio ejecutado por amigos y conocidos con mayor o menor cercanía a la Iglesia, en el te plantean cuestiones —con cierto toque inquisitorial— sobre algunos temas problemáticos del mundo de hoy, y donde la propuesta de la Iglesia no es bien comprendida ni aceptada. O sencillamente no se quiere asimilar porque no está de moda, porque hay ideología de por medio o porque la respuesta es demasiado profunda a nivel teológico para el común de los mortales.

Hay que asumir que la propuesta de la Iglesia tiene algo de profético y de contracultural al mismo tiempo, y lo preocupante sería que dijera a todo que sí, como unos malos padres que claudican ante los caprichos del niño para que este no se ponga a llorar. Y es que yo no recuerdo cómo funcionan muchos medicamentos y no por ello renuncio a ir al médico. Tampoco sé de informática y no por ello dejo de usar mi ordenador o mi móvil. Y menos idea tengo de física y esto no me lleva a no coger un tren, un coche o un avión. Que no comprendamos algo, no significa que no tenga sentido o que no sea bueno para mí.

Hay que asumir que la propuesta de la Iglesia tiene algo de profético y de contracultural al mismo tiempo, y lo preocupante sería que dijera a todo que sí, como unos malos padres que claudican ante los caprichos del niño para que este no se ponga a llorar.

Que no comprendamos todo lo que propone la Iglesia no significa que tengamos que abandonar, eso tiene sus dosis de cinismo, porque nadie renuncia a su nacionalidad por discrepancias políticas con el gobierno de turno. Debemos intentar comprender siempre el porqué de las cosas —a la fe también se llega por la razón, y en la Iglesia todo tiene su sentido—, por supuesto. Y al mismo tiempo deberíamos aceptar que en ningún sitio pone que tengamos que comprenderlo todo, porque esto no ocurre en ninguna disciplina, y menos en cuestiones de fe, porque tratamos con un misterio que nos desborda y que lo necesitamos para vivir y comprendernos.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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