El problema es la profesionalización del deporte, devorado (como tantos otros ámbitos de la vida) por el ansia de hacer de todo mercancía, y mezclar valor y precio.
Habrá que ver en qué queda el nuevo culebrón, el de la propuesta de una serie de clubes de fútbol (algunos de los “mejores” de Europa) de hacer una liga europea solo para ellos, que sustituya a la Champions. Ahora mismo hay un pulso entre la UEFA y estos equipos. Amenazas de expulsar a los díscolos de las competiciones oficiales, declaraciones cruzadas… Ya veremos hacia dónde va esto. Lo triste es que no parece una cuestión de deporte, sino de dinero. Los “buenos” quieren sacar más tajada de las televisiones. La novedad les reportará —si es que llega a producirse— contratos multimillonarios. Con ellos podrán hacer fichajes prohibitivos y así perpetuar la desigualdad. Lo que esto viene a consolidar es la desproporción abismal. La UEFA protesta, pero desgraciadamente no tiene mucha más credibilidad en cuanto a los intereses económicos. Solo parece que aquí hay una pelea a dentelladas de tiburones en el mismo mar.
Personalmente, y reconociendo que no soy especialmente forofo del fútbol, veo alguna ventaja si se llega a producir el anunciando cisma, y sobre todo si implicase (aunque lo dudo) la expulsión de los superclubes de las ligas nacionales (y sí, por mí que los expulsen). Imaginemos que se van (o los echan) de la liga nacional los equipos multimillonarios cuyos presupuestos son tan desproporcionados con respecto al resto. Imaginemos que volvemos a una competición en la que “los de siempre” no ganen porque no están. ¿Podríamos volver a una competencia mucho más abierta, en la que algunos pudieran ilusionarse con la idea de que su equipo local tiene alguna posibilidad de ganar un campeonato de liga (algo que ahora resulta prácticamente impensable)? Supongo que el miedo de los promotores de lo local es que el tirón de esa liga europea fuera demasiado fuerte y se llevase no solo a los equipos, sino a los espectadores (al menos en televisión). Probablemente ocurrirá. También podría ser que, desde el punto de vista de competitividad, tenga un punto motivacional para los grandes el entrar en una liga más abierta (aunque, repito, creo que es más la mentalidad empresarial que la deportiva la que está detrás de esta operación).
La realidad es que, como en demasiados ámbitos de la vida, la desigualdad abismal genera situaciones imposibles. Malo es que los todopoderosos se unan en cotos exclusivos para relacionarse solo entre ellos (este del fútbol visa platino es solo un ejemplo más). Pero malo también que la competencia —cuando la hay— parta de situaciones de tal desigualdad que sea prácticamente imposible que un pequeño pueda ganar a un grande porque las condiciones de competición parten de una desproporción abismal (un solo jugador de algunos equipos grandes puede costar más que el presupuesto entero de equipos pequeños).
El problema es la profesionalización del deporte, devorado (como tantos otros ámbitos de la vida) por el ansia de hacer de todo mercancía, y mezclar valor y precio.
El problema es el poder de los grandes, que pasan por encima de los pequeños como aplanadoras.
El problema es que los abismos económicos tienden a ensancharse.
El problema es que esto no es deporte. Es un negocio.
(PD: un vistazo rápido a la lista de Forbes de los multimillonarios —aquí en tiempo real— siempre ayuda a estremecerse).
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Fuente: https://pastoralsj.org