Más allá del «internetcentrismo»

Resolver los problemas actuales requiere algo más que tecnología. Implica reconocer y confrontar los intereses enfrentados que estructuran nuestras sociedades.

En los últimos años, las tecnologías de la comunicación han sido exaltadas como motores principales de las transformaciones sociales. Sin embargo, considero que este discurso, al que podríamos llamar «internetcentrismo», peca de superficialidad. Las transformaciones en nuestras formas de relacionarnos, de participar en la esfera pública o de ejercer la ciudadanía no se explican prioritariamente por avances tecnológicos, sino por profundos cambios políticos y sociales vinculados a la contrarreforma neoliberal que comenzó a consolidarse en los años ochenta.

El neoliberalismo no solo transformó las economías, sino que también erosionó los espacios de encuentro y solidaridad social. Al debilitar los lazos comunitarios, promover la competitividad individual y desmantelar proyectos colectivos, sentó las bases para una sociedad fragmentada. En este contexto, las tecnologías digitales emergieron no como soluciones espontáneas, sino como paliativos para el aislamiento. Se promovieron como herramientas que «democratizarían» la información y las relaciones, pero, en realidad, terminaron replicando las jerarquías e intereses que el neoliberalismo instauró.

Las tecnologías digitales emergieron no como soluciones espontáneas, sino como paliativos para el aislamiento.

El internetcentrismo, entonces, no es más que un síntoma de la era neoliberal, una narrativa que intenta convencernos de que los problemas sociales pueden resolverse con más plataformas, algoritmos y conexiones virtuales. Pero este enfoque evade lo esencial: los conflictos materiales y políticos que están en la base de nuestros problemas. La desigualdad, la precarización y la mercantilización de la vida no desaparecerán porque existan redes sociales más inclusivas o aplicaciones más sofisticadas.

Resolver los problemas actuales requiere algo más que tecnología. Implica reconocer y confrontar los intereses enfrentados que estructuran nuestras sociedades. Mientras no abordemos estas tensiones, cualquier intento de superar las consecuencias negativas del neoliberalismo mediante la tecnología será en vano. El cambio real no vendrá de la pantalla, sino de una transformación política que vuelva a colocar a las personas y sus derechos en el centro.


Imagen: Pexels.

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