El inicio de un nuevo año continúa con ese telón de fondo que es la pandemia y nos obliga a reflexionar: la vida es finita y el bienestar material no está asegurado. ¿En qué dirección orientaremos nuestros esfuerzos los años y décadas que vienen?
Muchos consideran que el 2020 pasará a la historia como un año para olvidar. Muchos seres queridos han muerto producto de esta pandemia y nos queda la sensación de haber perdido muchas vidas antes de tiempo. Este descalabro sanitario y económico ha tenido graves consecuencias tensionando la vida social y política. En lo global hoy somos más pobres, hay menos trabajo y el comercio está frenado. El inicio de un nuevo año continúa con ese telón de fondo que es la pandemia y nos obliga a reflexionar: la vida es finita y el bienestar material no está asegurado. ¿En qué dirección orientaremos nuestros esfuerzos los años y décadas que vienen? Nos parece que los acontecimientos recientes deben leerse a partir de los aprendizajes de este último año y las perspectivas que nos aporta la nueva encíclica Fratelli Tutti. En este contexto, quisiéramos destacar algunos hechos que creemos deberían hacernos reflexionar en los meses de verano para proyectar el año con más esperanza.
ENTRE EL 11 DE ENERO Y EL 11 DE ABRIL
En estos días se ha cerrado la inscripción de candidatos a la convención constitucional, quienes tendrán tres meses para presentar sus ideas y campañas. Llama la atención la gran cantidad de candidatos independientes que aspiran a alguno de los 155 cupos de la convención.
Es una buena noticia el entusiasmo que ha generado la inscripción. Por una parte, habla de un deseo de participación que viene manifestándose desde hace tiempo. Por otra, señala cómo los partidos políticos han perdido capacidad de interpretar a la ciudadanía porque aparecen encerrados en luchas internas, despreocupados del bien común y de los graves problemas de una sociedad clasista e injusta. La independencia se esgrime como un valor en el candidato, que alude a la autonomía y libertad de conciencia. Sin embargo, ese alto número de postulantes hace más difícil para el elector conocer qué es lo que estos piensan respecto de cada tema constitucional. Un voto plenamente informado de las posturas de cada uno parece virtualmente imposible.
Nos parece positiva la capacidad de la derecha para ponerse de acuerdo en una lista única. En este punto, quienes pertenecen a ese sector han sido capaces de deponer sus diferencias internas para cumplir un objetivo estratégico: obtener más de un tercio de los convencionales. Es de esperar, con todo, que su actuación no repita las actitudes del pasado en que se dedicó a bloquear iniciativas en el Congreso impidiendo obtener los quórums requeridos. Esos comportamientos impedirían ahora alcanzar los quórums ahora necesarios y llevarían a la parálisis de la convención, escenario que nadie desea. Sería un fracaso para el país: aprobar un proceso constituyente y, finalmente, no llegar a puerto. La capacidad de diálogo de los convencionales será la clave en este proceso.
Uno de los aprendizajes de la pandemia es que la fragmentación social hace más difícil, si no imposible, resolver problemas que nos afectan a todos. Es aquí donde Fratelli Tutti con su propuesta de amistad social vuelve a cobrar relevancia (FT 7).
DE ASEDIOS Y FIESTAS
Salvo alguna película de acción, no era imaginable hasta hace poco tiempo que el Capitolio de los Estados Unidos fuera asediado por ciudadanos de ese mismo país. Tan poco imaginable era, que la seguridad de dicho edificio resultó absolutamente insuficiente en relación con la multitud que ingresó por sus pasillos el 6 de enero pasado con la intención de detener la ratificación de Biden como nuevo presidente. De fondo estaba la resistencia del presidente Trump a asumir su derrota. Una vez más, es el ego de un hombre lo que incita a utilizar la violencia contra todo aquel que piense distinto. Ese mismo egocentrismo impide ver que esos gestos ponen en juego la democracia de un país que se jactaba de ser un modelo democrático para el mundo y provocan la pérdida de vidas humanas.
Análogamente, las fiestas juveniles clandestinas desplegadas a lo largo de Chile en un contexto de pandemia muestran una juventud también volcada sobre sí misma, incapaz de entender que el placer de una noche de juerga pone en riesgo la vida de una población completa, incluida probablemente la de sus propias familias. Ese sentimiento de omnipotencia adolescente —exacerbada, en algunos casos, por contar con recursos económicos suficientes para cualquier tratamiento— produce un tipo de acción violenta que carece de toda empatía con el dolor ajeno. No podríamos descartar en el fondo de esta conducta algo de desprecio por otros seres humanos, o incapacidad para la abnegación, falta de espíritu de servicio y solidaridad.
Ambas situaciones han de ponernos en alerta. Por una parte, por las consecuencias que generan las personalidades egocéntricas a nivel político como pavimento hacia los populismos y el nocivo ejemplo que son para los ciudadanos. Y, por otra, por los efectos que un pobre desarrollo moral tiene para la convivencia en sociedad. Se hace imprescindible elevar los estándares morales de las autoridades y generar espacios de convivencia respetuosa donde niños y jóvenes puedan desarrollar esa empatía que es antesala de la solidaridad.
Esta pandemia nos ha mostrado que estamos conectados entre los seres humanos y que los intentos de encapsularse, pretendiendo que el futuro se construye a partir de un enclaustramiento, no solo son ingenuos, sino también dañinos. El egoísmo humano que encierra en intereses mezquinos es necesario combatirlo a nivel personal, pero también en su forma de nacionalismos cerrados y agresivos (FT 11, 166).
«JUSTICIA» HACIA LAS MUJERES EN LA IGLESIA
El papa Francisco ha promulgado un motu proprio en el cual decretó que las mujeres podían leer en misa, acolitar y distribuir la comunión. Con esto no hace más que regularizar una situación que venía dándose, de hecho, hace décadas en la Iglesia católica. No deja de ser relevante el gesto del papa Francisco como un paso de igualdad entre varones y mujeres al interior de las comunidades. Este decreto va en línea con lo propuesto por el Sínodo de la Amazonía respecto de la ordenación de diaconisas. Sin embargo, es claramente insuficiente. Creemos que el espíritu del Evangelio pide avanzar más rápido y más profundamente en esta dirección. Es fundamental generar amplios y participativos discernimientos de la acción del Espíritu de Dios en la línea de las grandes demandas de integración e igualdad del mundo actual. De otro modo, lo que sucederá es que el Espíritu continuará abriéndose paso de hecho en la vida de la Iglesia y no a partir de discernimientos previos a las acciones. El decreto ha llegado, pero en el intertanto hubo décadas de incomodidad en el pueblo de Dios que actuaba al margen de la norma, sumado a una cierta sordera en las estructuras eclesiásticas. La vida real fue obligando a una cierta clandestinidad que sobrepasaba normas anticuadas. La fuerza de los hechos termina normalizando las cosas y el decreto se hace irrelevante y extemporáneo.
Esto nos hace preguntarnos ¿por qué demoró tanto esta decisión vaticana? La Iglesia, como todas las sociedades, debe «reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje» (FT 23).
¿Qué fuerzas son las que impiden conversar estas cosas? Con este hecho particular se devela, una vez más, la necesidad de un debate más abierto y transparente en la Iglesia. Es muy importante que la amistad social a la cual se nos invita en Fratelli Tutti, con la consiguiente apertura al otro, que es garantía de auténtica apertura a Dios (FT 74), sea también una orientación hacia el interior de la Iglesia. Si pretendemos un futuro común en la Iglesia debemos atrevernos a soñar juntos entre la Curia y las comunidades locales: «Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos» (FT 8).
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Ojalá los hechos descritos nos ayuden a pensar sobre nuestro futuro, la sociedad que estamos construyendo y la Iglesia en que nos gustaría habitar. Solo así podremos seguir avanzando. Mensaje se propone contribuir en la realización de este cambio profundo. Que tengan un buen verano. MSJ
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Fuente: Editorial de Revista Mensaje N° 696, enero-febrero de 2021.