Hace una década las tres comunidades jesuitas de frontera —Tacna, en Perú; El Alto, en Bolivia, y Arica, en Chile— se unieron para crear un espacio que sanase las rivalidades entre los pueblos. Durante este tiempo, se ha consolidado el trabajo con migrantes y jóvenes, y se ha reconocido una historia común.
“Hoy la presencia de la Compañía de Jesús en Arica tiene sentido solamente si mira la frontera”, dice el padre Orlando Contreras sj. Él, que es ariqueño, estuvo en los orígenes de la Misión Triple Frontera (MTF), y la recuerda como “el tiempo que con más claridad y fuerza siento que hemos sido un cuerpo dialogante, en búsqueda, y más conducido por el Señor”.
La Misión nació en 2006, sin embargo, el proceso de su gestación fue mucho más largo.
TIEMPO DE BÚSQUEDA
La primera comunidad jesuita en Arica se formó en 1959, con la tarea de levantar una diócesis allí. Cuando se consideró que la prelatura ya estaba madura, surgió entre los religiosos la pregunta de qué se debía hacer a continuación.
El P. Orlando Contreras llegó a la comunidad de la ciudad cuando nacía esa inquietud. Recuerda que en una visita del P. Guillermo Baranda sj, Provincial de la época, él habló de crear redes: “Ahí me cayó la chaucha. Redes entre jesuitas, redes con laicos, redes entre obras y redes internacionales de Chile, Perú y Bolivia”, pensó. Y todo le hizo sentido otra vez cuando leyó el discurso dado a los jesuitas por Benedicto XVI en 2008: “La Iglesia necesita con urgencia personas de fe sólida y profunda, de cultura seria y de auténtica sensibilidad humana y social; necesita religiosos y sacerdotes que dediquen su vida precisamente a permanecer en esas fronteras para testimoniar”.
La Misión fue encomendada a las tres comunidades de frontera: Tacna, El Alto y Arica. El objetivo fue crear un espacio de encuentro para sanar las rivalidades entre los pueblos, así como también para trabajar por la reconciliación y la paz en la región.
El P. Cristián Rodríguez sj fue coordinador de la Misión Triple Frontera por un par de años. Recuerda que la experiencia implicaba “estar empapado espiritualmente y creerse el cuento”. Frente al desafío de una frontera herida y dividida, cuenta que la Compañía de Jesús buscó salir de los provincialismos y tener una mirada más amplia de su trabajo. Una de las dificultades que se presentaron en el camino, fue que no todos los jesuitas tenían un vínculo directo con la MTF. A esto se sumó que las tres comunidades eran muy diversas y era más complejo compatibilizar: por ejemplo, en Arica no hay colegios ligados a la Compañía, mientras que en Tacna su misión estaba marcada por lo educativo.
MIGRANTES, PROFESORES Y JÓVENES
El Servicio Jesuita a Migrantes de Arica es uno de los proyectos de la Misión Triple Frontera que más ha “agarrado vuelo”. Javiera Cerda, su directora, cree que el sello distintivo del equipo es que sus integrantes son católicos o creen en Dios, ya que para ella “tienen un sentido humano distinto”. Un segundo pilar de trabajo ha sido integrar a las nuevas generaciones de las tres ciudades en el encuentro de Jóvenes Rompiendo Fronteras. Rosita Blanco, de Perú, cuenta que ellos venían con los prejuicios de los adultos, pero que aquí han notado que lo que se dice no es real y forman lazos de amistad. Raúl Bustos es profesor de la Universidad de Tarapacá de Arica y ha participado del proyecto Formadores para la Paz, que ha tenido tal impacto académico que incluso publicaron un libro, editado por Eduardo Cavieres, premio nacional de Historia. Cree que las comunidades de las tres fronteras deben imponerse a la diferencia y destacar la historia que los une por sobre la que los separa.
DÉCIMO ANIVERSARIO
El pasado 12 y 13 de junio se celebraron en Tacna los diez años de la Misión Triple Frontera. Allí se realizó una evaluación de lo vivido y sus proyecciones.
A futuro, sus miembros esperan que haya aún más integración y que se vean más entre los países. Que la conozcan todas las obras de la Compañía en la región. Que esto se extienda “más hacia dentro”, en todo Perú, Bolivia y Chile. Que se transforme en una semana de carnaval y baile.
Y otros también albergan un ideal más grande, como Erika Vilacza, participante laica de la MTF: “Seremos realmente más humanos, más hermanos y seremos un continente sin fronteras; sin odiosidades, sin distinciones de raza, de idiomas ni de posiciones sociales ni políticas. Así habremos logrado unirnos todos bajo la premisa del amor a Dios y a nuestros hermanos”.
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Fuente: www.jesuitas.cl