En su carta pastoral expresó: “Clamamos el cese de toda forma de violencia, y anunciamos que el diálogo respetuoso y honesto es una de las vías más adecuadas y eficientes para acuerdos fecundos que aseguren en justicia el bien común para todos».
Monseñor Héctor Vargas Bastidas realizó la presentación de su Carta Pastoral: “Construyamos el ‘buen vivir’ en la Araucanía”, en el marco del II° Congreso Internacional ODUCAL de Interculturalidad denominado “Estado e Interculturalidad: La praxis del poder dentro de las urgencias culturales y las iniciativas de diálogo, imposición y reacción”, organizado por la Universidad Católica de Temuco.
En dicha actividad señaló: “A 15 años de la difusión de la última carta pastoral de los Obispos del sur y frente a un contexto nacional y regional complejo, donde la globalización sigue siendo un proceso silencioso que produce cambios importantes en las identidades y valores, siguiendo las huellas de mis predecesores, con humildad he considerado necesario aportar a este proceso histórico, poniendo a disposición esta reflexión pastoral. Ella desea ser un llamado desde el Evangelio a reorientar los pasos de la construcción histórica de un país pluriétnico y pluricultural que requiere pasar a la interculturalidad y reconocernos en nuestra esencia y derechos, pero también respetarnos, valorizarnos, interactuar y enriquecernos mutuamente en lo que somos, sentimos y aspiramos, para iniciar un camino de reconciliación y reencuentro, en la paz y justicia para todos en la Araucanía”.
En el documento, el Obispo comienza valorando el innegable aprendizaje que ha significado para la Iglesia el “caminar por la historia de los pueblos indígenas”, destacando particularmente que a partir de este vínculo, “también aprendió en ellos a descubrir a Dios”.
Monseñor Vargas nombró su carta pastoral recogiendo precisamente una expresión del pueblo mapuche “küme mongen”, que denomina “un modo de vida y de establecimiento de relaciones de la cultura mapuche que está basado en la armonía de todos los elementos que constituyen un sistema”, y es precisamente un llamado a este buen vivir en armonía, que implica un nuevo trato al pueblo mapuche, al que invita el Obispo en esta misiva.
REFLEXIONES DE LA IGLESIA ANTE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
“La Iglesia católica, desde los albores de la historia del encuentro de este pueblo, ha estado presente con aciertos y desaciertos. Primero europeizante, buscando evangelizar de modo asimétrico, de características colonialistas, de acuerdo a las convicciones de la época; luego, dialogante y con miras a la aceptación de la cultura, hasta lograr la distinción y el reconocimiento de los pueblos que, poseedores de cosmovisiones distintas, reconocen en su sabiduría la presencia de Dios en la esencia de la vida”.
UN ACERCAMIENTO A LA INTERCULTURALIDAD
“La dimensión intercultural es, en cierto modo, parte del patrimonio del cristianismo por su vocación universal. (…) La experiencia de la intercultura, a la par del desarrollo humano, se comprende profundamente solo a la luz de la inclusión de las personas y los pueblos en la gran familia humana, que es una sola, fundada en la solidaridad y en los valores fundamentales de la justicia y la paz”.
ACERCA DEL PUEBLO MAPUCHE
“Durante las últimas cuatro décadas, la Iglesia católica del sur de Chile ha sido recurrentemente interpelada por las comunidades mapuche y sus dirigentes, como colaboradora en la búsqueda de ser escuchados, de encontrar espacios de amparo para el reconocimiento y defensa. (…) La visita de Juan Pablo II fue una clara respuesta de la Iglesia católica universal y un impulso para el pueblo mapuche y la Iglesia chilena, que se sintieron respaldados por el Santo Padre en el camino del reconocimiento”. En el contexto del retorno a la democracia, “la Nueva Ley Indígena marcó un hito, sin embargo, las altas expectativas y profundas debilidades de la nueva ley condujeron a una progresiva desaparición del diálogo entre comunidades indígenas y gobierno”.
RESPUESTAS A LA TENTACIÓN DE LA VIOLENCIA
“Durante el último tiempo, muchos de nuestros hermanos y hermanas han sufrido la experiencia denigrante de la violencia, que constituye una grave y profunda herida infligida a la fraternidad”. Como Iglesia, nos preocupa enormemente ser testigos de la violencia en nuestra región, muchas veces cometida por personas que dicen apoyar lo que denominan la causa mapuche. “Debemos afirmar que no compartimos la estrategia del uso de la violencia como forma de dar respuesta a las legitimas demandas de este pueblo”. Pero tenemos que reconocer también “que el inicio de todo esto hunde sus raíces en la violencia que utilizó el Estado de Chile hace más de un siglo para someter a este pueblo sin resultado definitivo”. Como pueblo de Dios, “nos duele inmensamente la muerte de cada una de las víctimas de estos sucesos en los últimos años, ya sean comuneros mapuche, agricultores, carabineros, como también el hondo sufrimiento de sus familias. (…) Es por esto que en el nombre del Señor, clamamos el cese de toda forma de violencia, y anunciamos que el diálogo respetuoso y honesto es una de las vías más adecuadas y eficientes para acuerdos fecundos que aseguren en justicia el bien común para todos. Se requiere establecer un tipo de diálogo que no solo considere lo que la sociedad chilena en general entiende por dialogar, sino que integre y respete el concepto, la forma, el tiempo y el espacio con que el mundo mapuche dialoga”.
ALGUNOS DESAFÍOS QUE EMERGEN PARA EL DIÁLOGO
En materia de educación, la incorporación de los saberes tradicionales en las aulas es un recurso inestimable para acercar a niños de diferentes culturas a una visión equilibrada y enriquecida del otro y sus diferencias.
En lo relacionado con la denominada deuda histórica con los pueblos indígenas, se plantea el desafío de la reparación, que se debe “traducir en una política territorial eficaz, transparente y, antes que todo, fundada en la conciencia y consenso social sobre la existencia de tal daño histórico y su necesario abordaje institucional”.
Debemos ser categóricos, “a la luz de los derechos internacionalmente reconocidos, diciendo que en Chile existen pueblos indígenas, que tienen un conjunto de derechos que se ubican en el marco de los derechos humanos y que su reconocimiento constitucional es un tema que debe abordarse sin más postergaciones. (…) En una nación pueden convivir diversos pueblos, incluso, en un país pueden convivir varias naciones”.
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Fuente: Comunicaciones Temuco-Prensa CECh. www.iglesia.cl