Una exposición que nos habla de la memoria y los derechos humanos. Derechos que hubo que defender en los años de la dictadura y que hoy hay que seguir defendiendo.
El 16 de mayo se dio inicio a la muestra “Arpilleras, por la vida y sus derechos”, en el Museo de la Memoria. En ella se expone el trabajo de diez arpilleristas que representaron los treinta artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esto como conmemoración de los cuarenta años de la convocatoria realizada por el cardenal Raúl Silva Henríquez, en 1978, a participar del “Año de los Derechos Humanos”, en tiempos que el país pasaba por una represora dictadura.
Entre las participantes hay arpilleristas de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, mujeres que trabajaron en talleres a nivel poblacional en las capillas de Santiago y mujeres jóvenes que se dedican hoy al arte de la arpillera.
La arpillera es un material de aspecto áspero y grueso, empleado en la fabricación de sacos. De la mano de la folklorista Violeta Parra, el bordado sobre arpillera tomó fuerza como expresión artística y desde entonces en Chile muchas mujeres han plasmado en esta económica tela, valiosas y emotivas historias.
En el año 1974, la Vicaría de la Solidaridad abrió el primer taller de arpilleras. Nació como una especie de terapia, de desahogo ante el enorme sufrimiento de un grupo de mujeres por no saber el paradero ni estado de sus familiares detenidos en dictadura. Cada hebra, cada punta, llevaba consigo dolor y sentimiento. Poco a poco, de ser una herramienta de terapia, el bordado en arpillera pasó a ser también un instrumento de denuncia y de apoyo económico. En ellas se contaban las vivencias diarias del pueblo: allanamientos, detenciones y violencia, como narra Laura Herrera: “Cuando llegué a la Agrupación de Detenidos Desaparecidos, la importancia para mí de las arpilleras fue el poder hacer la denuncia. Comenzamos haciendo 4 Álamos y los distintos centros de detención donde podían estar nuestros familiares. Narramos el encadenamiento, las huelgas y la pobreza después. Además de ser un acto de denuncia, nos ayudaba a tener un poco más de tranquilidad al poder entrar en conversación, porque éramos todas personas de distintos lados y no nos conocíamos, pero con un dolor común. Sirvió para hacer un encuentro entre nosotras”.
Victoria Díaz vivió una historia profundamente dolorosa. Su padre Víctor Díaz López, Subsecretario General del Partido Comunista, fue detenido en el año 1976. Victoria y su familia nunca más lo volvieron a ver. Para palear un poco el dolor, Victoria se integró al grupo de arpilleristas de la Vicaría de la Solidaridad. “Al ir confeccionando este trabajo, que era narrar lo que se vivía, la lucha misma, plasmar el dolor, se fue generando al mismo tiempo una gran fraternidad entre nosotras.
Muchas veces con lágrimas se bordó esto, y lo que era un desahogo fue adquiriendo otra connotación y se transformó en una herramienta de denuncia, aunque siempre con el dolor presente, siempre, porque no hemos encontrado a nuestros familiares. Tengo compañeras de la asociación de arpilleras que ya murieron sin saber nunca nada, sin haber obtenido justicia”.
En el año 2007, Victoria abandonó este arte del bordado, al cerrar la Vicaría de la Solidaridad. “Ese año (2007) tuve, entre comillas, con mi hermana, el privilegio que otras no han tenido de saber qué pasó con mi padre, cómo lo mataron; pero el cuerpo nunca lo vamos a encontrar, porque habría sido lanzado al mar. La incertidumbre que vivimos es lo peor, es como un duelo permanente. Y ahí está el tremendo daño de no haber podido cerrar. Con otras compañeras vamos a veces a dejar una flor en el mar, porque dicen que en las costas del mar de San Antonio lo habrían lanzado de un helicóptero. Así que el 2007 hice una última arpillera por mi papá, narrando su vida, su pasión y muerte”.
Para la Fundación, haber participado de este proyecto implicó una gran responsabilidad. Creemos firmemente, en palabras de Isabel del Campo, Gerente de la Fundación, que “como país, no podemos dejar de cuestionarnos y de poner cada uno lo necesario para que la verdad sea posible y para que la defensa de los derechos humanos en todo momento sea un trabajo de cada uno y, por supuesto, del Estado”.
Pero, además, habernos hecho parte del mismo, estuvo cargado de profunda emoción. Durante los meses de ejecución del taller vimos el reencuentro de algunas antiguas compañeras de bordado, la catarsis y sensibilidad del recuerdo y en cierto modo el perdón, como relata Isabel López, arpillerista: “Este trabajo, volver a hacer esto, para nosotras ha sido una oportunidad para perdonar muchas cosas que vivimos y que uno cree que las olvidó y no las ha olvidado, están ahí, entonces esto es para cerrar un ciclo en cierto modo”.
El trabajo consistió en bordar los 30 Artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por lo que no solo permitió el cierre de un ciclo, si no que abrirse a nuevos problemas y desafíos de la actualidad.
Isabel López agrega: “Con este trabajo nos gustaría decir que todavía está vigente el tema de los derechos humanos, que hay problemas que todavía no se han solucionado. Que todavía se transgreden ciertos derechos en nuestro país”.
Victoria añade: “Fue revitalizante encontrarme con mis antiguas compañeras, con Emilia, Laura… Pero al mismo tiempo está el sentimiento de impotencia, de que no ha habido voluntad política de poder ayudar a que, por ejemplo, los jueces tengan dedicación exclusiva. Es decir, realmente que esto conduzca a algo, porque o si no se eterniza. Y nos vamos yendo, nos vamos yendo y tendrán otras generaciones que tomar esto, cuando uno no quisiera eso. Entonces para mí ha sido bien importante este trabajo que hicimos aquí, porque es volver a plasmar el problema, pero ahora con una crítica después de la dictadura, que es lo que ahora estamos viviendo, la impotencia de la impunidad. A mí me ha ayudado mucho, porque igualmente implica desahogarse y poder dejarlo plasmado. El legado que estampamos aquí es para que las nuevas generaciones tomen conciencia, ojalá una pequeña semillita de que esto no puede volver a ocurrir. Realmente cuando decimos nunca más, que sea nunca más, que haya verdad, justicia y reparación”.
Para Hilda Mardones fue especialmente importante este taller de arpilleras. Con 42 años nutrirse de la experiencia que sus compañeras pudieron aportarle no tiene precio. “Empecé con este trabajo porque me gustaba la historia de las arpilleras. Cuando me invitaron a participar de este grupo para mí fue tan lindo. Siempre busco personas para enriquecerme de su historia, porque plasmar una arpillera nos es lo mismo que plasmarlo con historias, con la verdad. Haberme contactado con estas mujeres fue precioso. Me llené de cosas nuevas, de energías, de pena, de lucha, de todo lo que han pasado y de qué es lo que transmiten dentro de una arpillera, porque eso es lo que a uno le apasiona. Armar algo con sentimiento. Siempre he dicho que las arpilleras no se tienen que terminar, que sepan la historia, de dónde vino, quienes la hicieron, la lucha de las mujeres, la lucha que tuvieron que hacer. Y es un trabajo que sigue vigente porque las denuncias nunca se terminan. Ahora en Chile existen otro tipo de vulneraciones. El medioambiente, los niños del Sename, siempre habrá temas donde uno tenga que trabajar. Ahora hay que seguir denunciando a través del trabajo de las arpilleras”.
Así es, porque el arte tiene ese componente de denuncia, especialmente en la medida que expresa sentimientos, percepciones, refleja realidades. Y el bordado en arpilleras es arte, y las arpilleristas artistas.
En palabras del director del Museo, Francisco Estévez Valencia, las arpilleristas son “Mujeres que, durante el periodo más determinante de nuestra historia reciente, fueron capaces de hacerse cargo de la defensa de la vida y de los derechos humanos. Las diez arpilleristas que trabajaron los treinta artículos expresan esa tradición, tradición que constituye parte de lo que se denomina el patrimonio del país y su cultura. Y cuando uno ve estas arpilleras, se acuerda que en su momento cada arpillera fue una carta de solidaridad, un pasaporte a la libertad, un acto de resiliencia”.
Por tanto, en el Museo de la Memoria, hasta el 8 de julio, podrán ver el maravilloso trabajo de estas artistas, estas mujeres llenas de fuerza, dolor, sentimiento, pasión y amor por lo que hacen.
Esta exposición, como bien dijo Francisco Estévez, nos habla de la memoria y los derechos humanos. Derechos que hubo que defender en los años de la dictadura y que hoy hay que seguir defendiendo. Las arpilleras no solo tienen un sentimiento de ayer, también tienen un sentimiento de hoy, de presente, de actualidad, de urgencia en el tiempo que estamos viviendo.
Los invitamos a apreciar esta maravillosa exposición, ya que detrás de cada una de esas obras, hay una mujer con una historia profunda y compleja. Los invitamos a empaparse de esa historia, tomar conciencia de los derechos humanos hoy y seguir trabajando para que estos sean respetados.
El Proyecto Tejiendo y Bordando Esperanzas: los treinta artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en Arpilleras fue realizado por:
— Comisión de la Cultura de la Asociación de ex trabajadores del Comité para la Paz y la Vicaría de la Solidaridad.
— Fundación de Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad.
— Fundación Trabajo para un Hermano.
Y financiado por:
— Unidad Programa de Derechos Humanos de la Subsecretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.
¿Quieres asistir? Anota los siguientes datos:
— Lugar: Museo de la Memoria, Hall Centro de Documentación Piso -2.
— Fecha de la Muestra: 16 de mayo al 8 de julio de 2018.
— Horario de visita: martes a domingo, de 10:00 a 19:00 hrs.
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Fuente: www.trabajoparaunhermano.com