En su nueva exhortación, el Papa Francisco señala la importancia de contar con autoridades mundiales capaces de hacer cumplir los compromisos y la necesidad de la participación de todos.
Con la exhortación Laudate Deum, el Papa Francisco no solo ha precisado y completado el mensaje de la encíclica Laudato si’ publicada hace ocho años. Este nuevo documento, repleto de datos y cifras extraídos de la literatura científica más reciente, no se limita solo a dar una nueva y dramática alarma sobre las consecuencias cada vez más graves del cambio climático con la esperanza de que la COP28 de Dubái pueda, finalmente, invertir la tendencia antes de que sea demasiado tarde.
Laudate Deum contiene mucho más, y en el capítulo dedicado a la debilidad de la política internacional pone el dedo en una plaga de nuestro tiempo: la ausencia de instituciones y organizaciones supranacionales capaces de hacer cumplir los compromisos y resolver las controversias.
Son indicaciones que el Sucesor de Pedro contextualiza en el ámbito de la crisis climática y de la necesidad de reducir las emisiones nocivas mediante una verdadera conversión ecológica, pero que conciernen a nuestro futuro no con relación a la custodia de la creación. De hecho, son aplicables a otros ámbitos, baste pensar en la guerra, o más bien en las muchas guerras que se están librando en el mundo en este preciso momento, teselas de un mosaico espectral que Francisco ha definido repetidamente “Tercera Guerra Mundial a pedazos”.
La visión que propone el Papa es la multipolar, la del multilateralismo, insistiendo en la necesidad de favorecer los acuerdos multilaterales entre los Estados y de la posibilidad de “alguna forma de autoridad mundial regulada por el derecho”, es decir, de “organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales”. Organizaciones capaces de “asegurar el cumplimiento de algunos objetivos irrenunciables”. Se necesitan nuevos instrumentos, no una mera reedición de los viejos.
La visión que propone el Papa es la multipolar, la del multilateralismo, insistiendo en la necesidad de favorecer los acuerdos multilaterales entre los Estados y de la posibilidad de “alguna forma de autoridad mundial regulada por el derecho”.
Al igual que con la guerra en curso en Ucrania, el Pontífice desea un redescubrimiento del “espíritu” de Helsinki, consciente de que la Conferencia sobre la seguridad y la cooperación en Europa de 1975 como tal sería hoy irrepetible, así a propósito de la crisis medioambiental escribe:
“Más que salvar el viejo multilateralismo, parece que el desafío actual está en reconfigurarlo y recrearlo teniendo en cuenta la nueva situación mundial”, reconociendo y valorando el trabajo que tantas agregaciones y organizaciones de la sociedad civil realizan compensando las debilidades de la comunidad internacional. Es significativo en este sentido que el Papa cite el proceso de Ottawa contra la producción y el uso de minas antipersona, “un ejemplo que muestra cómo la sociedad civil con sus organizaciones es capaz de crear dinámicas eficientes que las Naciones Unidas no logran”.
En su exhortación, el Obispo de Roma propone por lo tanto el multilateralismo como un “camino inevitable, un ‘multilateralismo desde abajo’ y no simplemente decidido por las élites de poder”. Reconociendo la importancia de las nuevas potencias emergentes que “se vuelven cada vez más relevantes”.
Para realizar este nuevo multilateralismo, se necesitan nuevos procedimientos de toma de decisiones, se necesitan “espacios de conversación, de consulta, de arbitraje, de resolución de conflictos y de supervisión y, en definitiva, una suerte de mayor ‘democratización’ en el ámbito global para que se expresen e incorporen las variadas situaciones”.
Fuente: www.vaticannews.va/es / Imagen: Pexels.