En el país asiático hay más de 700 las víctimas a causa de la represión de las manifestaciones contra la junta militar que tomó el poder el pasado 1 de febrero y depuso a la líder democrática Aung San Suu Kyi. El Cardenal Bo: “El país está viviendo un verdadero Vía Crucis, llamo a la misericordia”.
Otro fin de semana de disidencia en Myanmar, en el que se actualiza continuamente el número de muertos civiles. La Asociación de Ayuda a los Presos Políticos informa de al menos 701 muertes y denuncia el uso de la tortura en los detenidos. Unas 3 mil personas han sido detenidas desde que comenzaron las manifestaciones. Solo el viernes murieron 82 personas en la ciudad de Bago, en el sureste del país, donde, según algunos medios de comunicación locales, los militares utilizaron artillería pesada contra los civiles. “Las Naciones Unidas en Myanmar —tuiteó ayer la Oficina de la ONU en el país— están siguiendo los acontecimientos en Bago con informes sobre la negación de tratamiento médico a los heridos. La violencia debe cesar inmediatamente. Pedimos a las fuerzas de seguridad que permitan a los equipos médicos atender a los heridos”. Ayer, mientras tanto, un guardia de seguridad resultó herido en Mandalay, la segunda ciudad del país, al explotar una bomba frente a un banco de propiedad militar.
“Un verdadero Vía Crucis” hecho de “sangre y lágrimas, tiempos sombríos, oscuridad y muerte, recuerdos dolorosos, madres que lloran a sus hijos”: así describió el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, la situación del país, más de dos meses después del golpe militar del 1 de febrero.
En un mensaje difundido el 11 de abril, Domingo de la Divina Misericordia, el Cardenal recordó, en particular, el “sufrimiento humano” experimentado por la población, refiriéndose a los acontecimientos de Myitkyina, capital del Estado de Kachin, en el norte del país: aquí, a principios de marzo, la hermana Ann Nu Thawng, de la Congregación Religiosa de San Francisco Javier, se arrodilló en súplica ante las fuerzas de seguridad, rogándoles que no dispararan a los jóvenes manifestantes que protestaban pacíficamente. “El mundo ha contemplado con asombro el gran testimonio de sacrificio ante el tsunami del mal”, dijo el Arzobispo de Yangon, instando a los fieles a tomar ejemplo de este “testimonio del amor redentor”, porque “en la oscuridad, los simples actos de generosidad brillan con gran poder”.
“Las buenas acciones son necesarias hoy en día en todas partes”, añadió, “y el Señor de la Divina Misericordia nos recuerda que no debemos tener una fe carente de acción”. Por eso, “la Iglesia ha estado cerca de la lucha de su pueblo, llamada a acompañarlo en la sangre y las lágrimas” que derramó. Fortalecidos, pues, por la esperanza de la Resurrección, el Cardenal invitó a los fieles a recordar que “la vida nacerá de la muerte” y que “Dios puede crear maravillas incluso desde la tumba”.
En medio de “todos los grandes desafíos a los que nos enfrentamos hoy —continuó—, buscamos la misericordia de Dios. Los tiempos son sombríos, el camino parece desafiante, necesitamos la luz de la misericordia de Dios en Myanmar”, porque este es el mensaje del Señor: “El perdón frente a las tinieblas, el amor frente al odio”. Finalmente, el Cardenal invocó la protección “del amor de la Divina Misericordia” sobre todo el país, para que “el corazón de Jesús sane a todos: a los oprimidos y a los opresores”.
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Fuente: www.vaticannews.va