Mensaje del Papa Francisco con motivo del segundo Foro Mundial sobre Refugiados que se celebra en Ginebra: “Salvar vidas es la prioridad. Pero todos deben tener la oportunidad de vivir una vida digna en su propio país”. “Cada persona —afirma el Pontífice— merece un lugar al que llamar hogar. Ser refugiado no debería ser la mera concesión de un estatus, sino el reconocimiento de la plena dignidad humana”.
“Proteger y salvar vidas debe seguir siendo nuestra máxima prioridad”.
Y en este sentido, “nadie debe ser repatriado a un país donde podría enfrentarse a graves violaciones de los derechos humanos o incluso a la muerte”. Una vez más, el Papa Francisco reitera su llamamiento en favor de quienes se ven obligados a emigrar de su patria en su mensaje para el II Foro Mundial de Refugiados (Global Refugee Forum), celebrado del 13 al 15 de diciembre en Ginebra.
Se trata del evento organizado cada cuatro años para apoyar la aplicación práctica de los objetivos del Pacto mundial sobre los refugiados (Global Compact on Refugees), que reúne a representantes de Estados y organizaciones. Por la Santa Sede estuvo presente el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, que leyó el mensaje del Papa.
En el documento, Francisco reafirma que al hablar de los retos de la migración, el primer supuesto es que “todos deben ser libres de elegir si emigran o no”. Y “todos deben tener la oportunidad de vivir una vida digna en su propio país”.
Pero ante la realidad de 114 millones de personas “desplazadas a la fuerza, muchas internamente, por conflictos, violencia y persecución, incluso por motivos de creencias religiosas, así como por los efectos del cambio climático”, no necesitamos teorías, sino respuestas urgentes y eficaces.
Aunque los factores se han ido haciendo “cada vez más complejos”, “nuestras respuestas no han abordado adecuadamente estos desafíos emergentes y acuciantes”, señala el Papa. Y así nos encontramos “lamentando las innumerables vidas perdidas en tierra y mar mientras buscaban protección o huían de un futuro sin esperanza”.
La invitación del Pontífice es, por tanto, a “proteger y salvar vidas humanas”. Son “rostros, no números”, reitera, “cada uno con su propia historia y sufrimiento”, cada uno es un “hermano” o una “hermana” que “necesita ayuda”.
En este sentido, el Santo Padre insiste en el “principio de repatriación segura y voluntaria de las personas obligadas a huir” que, afirma, “debe ser estrictamente respetado”.
El Santo Padre insiste en el “principio de repatriación segura y voluntaria de las personas obligadas a huir”.
“Nadie debe ser devuelto a un país donde podría enfrentarse a graves violaciones de los derechos humanos o incluso a la muerte”.
En cambio, “todos estamos llamados a crear comunidades dispuestas y abiertas a acoger, promover, acompañar e integrar a quienes llamen a nuestras puertas”.
Para ello, hay que aceptar que “ser refugiado no debe ser la mera concesión de un estatuto, sino el reconocimiento de una plena dignidad humana dada por Dios”. “Como miembros de la misma familia humana —señala el Pontífice— cada individuo merece un lugar al que llamar hogar”.
“Esto significa tener alimentos, acceso a la atención sanitaria y a la educación, y un trabajo digno. Pero también significa tener un lugar donde te comprendan y te incluyan, donde te quieran y te cuiden, donde puedas participar y contribuir. Los refugiados son personas con derechos y deberes, no meros objetos de asistencia”. Al contrario, estos hombres y mujeres, con sus dones y habilidades, pueden convertirse en “un recurso para las comunidades de acogida”.
La mirada de Francisco es, sin embargo, de esperanza. El propio encuentro de Ginebra, escribe, es una demostración de la voluntad de “resolver el gran problema de los refugiados como una responsabilidad común”. También hay muchos “signos positivos” que pueden verse cada día, y el Papa enumera algunos de ellos:
“Los países y comunidades de acogida que han mantenido sus fronteras y sus corazones abiertos para recibir a los refugiados; las manos tendidas de quienes salvan vidas en el mar, muchos de los cuales ofrecen su solidaridad en los centros de acogida; (y) los ojos llenos de vida y esperanza de los migrantes que desean cambiar sus vidas y contribuir a las sociedades a las que emigran; y cada uno de nosotros, que seguimos viendo la cooperación como la solución clave a los problemas globales”.
El progreso, pues, está ahí, pero aún queda mucho trabajo por hacer, sobre todo ante la encrucijada de elegir “o la cultura de la humanidad y la fraternidad, o la cultura de la indiferencia”.
“La decisión es crucial porque —afirma el Papa Francisco repitiendo lo que dijo en su viaje de septiembre a Marsella— la historia nos llama a una sacudida de conciencia para evitar el naufragio de la civilización”.
De ahí la esperanza de que el Foro reavive el multilateralismo y también el “espíritu” y la “visión” de la Convención de Ginebra de 1951 sobre los refugiados, “aprovechando al mismo tiempo la oportunidad de reafirmar los principios de fraternidad, solidaridad y no devolución mediante una mayor cooperación internacional y el reparto de la carga, aliviando así la presión sobre los países que acogen a refugiados”.
Fuente: www.vaticannews.va/es / Imagen: Pexels.