Solo hace algunos días, lo llamaron de la Nunciatura Apostólica en Chile y lo sorprendieron con una gran noticia: el Papa pidió que formara parte de la Comitiva Oficial durante su visita a Chile, en enero de 2018. El motivo, a juicio del padre Jorge Delpiano sj, es porque es amigo del Papa Francisco.
El padre Jorge, actualmente con 75 años de edad y 46 años de sacerdocio, realiza un valioso servicio como formador. Es director espiritual del Seminario Metropolitano de Concepción y, además, director del Departamento de Espiritualidad del Arzobispado; junto con ello, permanentemente está dictando retiros y jornadas de formación para laicos y consagrados. Lleva 11 años, en Concepción, de los cuales los últimos 9 han sido al servicio de la Iglesia local.
Confiesa que está feliz con ser jesuita y de la misión que le ha correspondido realizar no solo en Chile, sino también la desarrollada en Roma, en dos ocasiones. Y esa felicidad se acrecienta al saber de la invitación del Papa Francisco.
Señala que “recibí una invitación del Papa, a través de la Nunciatura Apostólica en Chile, para pedirme que yo estuviera en la comitiva papal. Eso significa participar en todas las actividades que tenga el Papa, durante los cuatro días de la permanencia en Chile. Supe después, por el Obispo de Iquique —quien me mostró, en una reunión con él, un correo que había recibido—, que el Papa había pedido que se reservara un lugar para mí, en su mesa, en el almuerzo en Iquique. De manera que estaré almorzando con él antes que viaje a Perú”.
—¿Cómo recibe esta invitación?
Es una mezcla un poco curiosa. En primer lugar, no me imaginaba nada de esto. Yo pensaba tener una posibilidad de dar un abrazo al Papa, en la reunión que él va a tener con los jesuitas, en Santiago; pero esto no lo había imaginado siquiera. También lo veo como algo extraño, porque parece algo muy grande y yo lo tomo como la posibilidad de encontrarme con un amigo, de poder conversar un ratito con un amigo. Es una mezcla de sensaciones, de impresiones y de puntos de vista, con lo que enfoco esta petición del Papa.
—¿Ud. se siente amigo del Papa?
Somos amigos. Yo lo conocí en 1960, pero nos vimos en otras situaciones. Fue el año ‘92 cuando se consolidó la amistad. Ahí pudimos conversar muy en confianza y con una comunicación muy bonita. Entonces, de ahí para adelante hemos mantenido esta amistad. Yo le escribo de vez en cuando y él me contesta mis cartas: por supuesto que mis cartas van tratándolo de “tú”, porque él es mi amigo desde hace años. Él es muy directo en las respuestas y yo puedo ir comentándole lo que veo, lo que siento sobre la Iglesia, sobre las orientaciones pastorales, sobre el trabajo en favor del pueblo de Dios; bueno, pienso que puedo conversar libremente con él. Es una ventaja.
—El Papa debe acoger con cariño lo que usted le comenta. ¿Esta comunicación es frecuente?
Obvio que no todas las semanas, por lo menos dos o tres veces al año. Siempre le escribo cuando estimo que es importante. En el último tiempo, le he escrito dos veces. La última fue para agradecerle que yo estuviera en la Comitiva Papal (Séquito Papal) y, ahora, estaba pensando en escribirle sobre la formación de los sacerdotes, porque es una manera de compartir lo que yo veo y siento, y después él tiene su punto de vista.
—¿Ud. fue compañero de formación con él?
El año ‘60 él estuvo en nuestra casa de Padre Hurtado, cerca de Santiago, estudiando lo que correspondía a nuestra formación, que es una formación en humanidades clásicas, abrirnos el horizonte de la visión de la vida, de la visión del hombre, de la visión de la Iglesia. Estábamos en distintas secciones, y cuando Jorge Mario estuvo, yo era novicio y él era de los estudiantes mayores. Y un año antes había hecho sus votos, pero yo tengo recuerdos muy claros, con momentos de convivencia, como parte de nuestra formación; y me acuerdo que también hacíamos presentaciones de teatro. Me acuerdo muy bien que Jorge Mario tuvo un papel muy preciso en una obra.
Lo volví a encontrar en el año ‘65, en Argentina, porque fui desde Buenos Aires, donde estaba estudiando, a visitar el colegio de la Inmaculada Concepción, de Santa Fe. Ahí, Jorge Mario aún era estudiante, porque no había hecho la teología, era el vice inspector del Colegio y lo hacía muy bien. Él me pidió dar una charla y fue una oportunidad para conversar distintas cosas y me comentó que tenía que asegurarse una hora de oración, y de tener la Misa antes de empezar su trabajo, a las 8:00 horas, en el colegio. La verdad es que, hasta ese momento, había mucha simpatía, pero no una amistad consolidada. Después lo vi el año ‘73, cuando vino a Chile, recién nombrado provincial. En el año ‘92, poco después que a él lo nombraron Obispo auxiliar, le escribí para indicarle que, en un viaje a Roma, el avión haría escala en Buenos Aires, en Ezeiza, y que ahí rezaría personalmente por él. Me respondió —no había correos electrónicos— que iría al aeropuerto y que yo saliera del avión para saludarnos. Pudimos conversar 45 minutos y fue una conversación de mucha cercanía, y diría que allí nació la amistad entre ambos.
Volvimos a reunirnos cuando fue elegido Cardenal, en Roma, después de la ceremonia. Fue un encuentro muy simpático, con la espontaneidad que le caracteriza, porque es un hombre muy alegre. Posteriormente, cuando fui otra vez a Buenos Aires (fui a dar ejercicios espirituales), pasé por el Obispado; eran las 16 horas y no me atreví a molestarlo, pero le dejé un mensaje en Recepción y me dirigí al Colegio del Salvador, que queda en el centro de Buenos Aires. Creo que demoré unos 20 minutos. Al llegar al lugar, el portero del colegio me informa que me había llamado el Arzobispo y que le devolviera la llamada. Lo hice, me agradeció mi mensaje y lamentó que no lo hubiera interrumpido, pero que sería de todas maneras para otra vez; que siguiéramos rezando uno por el otro. Esta es una amistad con base sólida, aunque no ha sido de muchos encuentros, pero la comunicación con cartas toma todo lo que ha sido la relación con Jorge Mario Bergoglio, porque se puede hacer referencia a experiencias del pasado, porque se puede mirar con él la realidad de la Iglesia y lo que el mundo de hoy necesita, de manera que es una comunicación espontánea, muy de amigos.
—Y siendo Papa, ¿ha continuado esta amistad?
Las cartas a las que yo hago referencia corresponden a cuando estuve en Ezeiza, y las otras las he escrito después que lo eligieron Papa. Al comienzo, me causaba un poco de impresión esto de tratar de “tú” al Papa: con algunos cardenales me ha tocado tratarnos de “tú”, pero nunca con un Papa. Y él me contesta como amigo.
—¿Lo ha visto personalmente desde que fue elegido Papa?
No. La última vez que nos vimos, aún no era elegido. Ahora es el Papa y lo saludaré con el cariño que uno le puede tener al Papa y como un amigo.
—¿En qué momento se encontrará con el Papa, en Chile?
No sé en qué momentos. El Secretario de la Nunciatura me informó que el día 15 tengo que estar temprano, porque el Nuncio, el Secretario y yo vamos a ir a esperar al Papa al aeropuerto. Después, en qué otro momento, no lo sé aún. Sé que será también en el almuerzo en Iquique. Pero tendré que ir a todos los lugares a los que vaya el Papa.
—¿Podría acompañarlo en el avión a los distintos lugares en Chile?
Eso depende del Papa. No tengo mayor información.
—¿Otros sacerdotes jesuitas han vivido esta experiencia de ser amigo del Papa?
Creo que no. Por cierto, otros han compartido con él, han sido compañeros, pero no han mantenido una amistad. En mi caso, fue una amistad que fue preanunciándose, porque después se convirtió en una amistad real y se ha conservado así. Creo que es esto lo que lo ha llevado a él a que yo esté en la comitiva papal. Otros sacerdotes fueron compañeros: por ejemplo, el padre Montes, que alcanzó a estar con él, en los estudios de Filosofía.
—¿Le escribirá al Papa antes que llegue a Chile?
Creo que le puedo escribir, pero no lo he decidido, sería una especie de saludo y comentarle algo. Por ahora, estoy viendo un traje que me quede bien, porque ahí deberé estar más formal, ya que es una actividad oficial de la Iglesia.
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Fuente. www.iglesia.cl