A los pueblos hay que darles espectáculo y entretenimiento para que aleje la atención de sus miserables condiciones de vida y de la corrupción y errores de sus gobernantes.
La frase original en latín se encuentra en las Sátiras de Juvenal, quien en su empecinada crítica a la corrupción y decadencia de Roma sostenía que el pan y el circo eran los deseos más fervientes de un pueblo criado en el vicio y la molicie. La frase fue reproducida siglos más tarde, en términos parecidos y con igual sentido, por el gobernante florentino Lorenzo de Médicis.
Décimo Junio Juvenal, poeta satírico latino, trazó un retrato ácido y despiadado de sus contemporáneos al momento de una Roma en decadencia. El circo fue entre los antiguos el lugar destinado a la celebración de diversos espectáculos para entretener a la multitud. César Cantú, en su Historia Universal, relata que “del África y de la India traían las fieras, con las cuales se ofrecía un espectáculo de matanza al pueblo y que, a costa de grandes gastos, cazaban leones, elefantes, hienas y cocodrilos, ideando el modo de atraparlos sin herirlos para ser llevados a la arena de los espectáculos”.
Dicen que César Augusto se alababa de haber hecho matar en los juegos del circo cerca de tres mil quinientos animales. Era una orgía de sangre y crueldad con la cual se desviaba la atención del pueblo para que no mirase la codicia, las riquezas, el lujo, la concupiscencia y la voluptuosidad de los emperadores y de sus cortesanos. De aquellos antiguos acontecimientos surge la expresión “pan y circo” con la que se quiere significar que a los pueblos hay que darles espectáculo y entretenimiento para que aleje la atención de sus miserables condiciones de vida y de la corrupción y errores de sus gobernantes.
Los fascistas de la primera mitad del siglo pasado, con sus despliegues de música, banderas, estandartes, con sus presentaciones marciales, fueron maestros en la coreografía política y en hacer de los actos políticos grandes espectáculos para entretener a las masas. Los gobernantes populistas siguieron el ejemplo, expertos en el arte de convertir la política en una continuada farándula para recrear a los pueblos. Todos los días los divierten con sus histrionismos y sus bufonadas, o los enfervorizan con sus arengas, o los exasperan con sus brutales ataques contra los enemigos escogidos. La televisión, los medios públicos y las redes sociales, en la actualidad, los ayudan a que el espectáculo, impecablemente montado por expertos en comunicación e imágenes, tenga una amplia difusión.
El lenguaje de Juvenal en las sátiras para ridiculizar el discurso de los gobernantes romanos es copiado por personeros del actual gobierno que siempre encuentran un culpable a quien achacarle los males que aquejan al pueblo venezolano, es decir, aún hoy, el circo sigue existiendo, pero el pan está muy escaso y caro. El premio a la estulticia, conjuntamente con las 800 horas mensuales trabajadas, según un alto dirigente del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), se lo lleva un dirigente de ese mismo partido, quien expresó que en Venezuela la gente muere “porque está viva”. Juvenal recoge las expresiones de los gobernantes del Imperio: “En Roma, muchísimos enfermos mueren por no dormir.
En el área metropolitana de Caracas, se hace casi imposible trasladarse actualmente, ya que el 80% del transporte público está paralizado por falta de cauchos, aceite, baterías y repuestos, y no pueden circular por los barrios porque la alcaldía no recoge la basura. En la sátira, así justificaban los romanos la falta de transporte para los pobres: “Y el paso de los grandes carros por las estrechas curvas de los barrios de la ciudad, el clamoreo de los rebaños detenidos quitarían el sueño a Nerón”.
Cuando la burgomaestre caraqueña anuncia que visitará la ciudad, retiran los buhoneros, limpian los espacios y le brindan todo tipo de comodidades para su desplazamiento, como lo hacían con Nerón, solo que el Druso no tenía celular de última generación, carro con vidrios ahumados ni aire acondicionado. La Nerón moderna, mientras tanto, irá leyendo, escribiendo o durmiendo, porque con la ventanilla cerrada, la litera provoca sueño.
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Fuente: http://revistasic.gumilla.org