No es posible vislumbrar el panorama económico y geopolítico a corto/mediano plazo, sino a mediano/largo plazo.
La pandemia provocada por el coronavirus ha afectado desde fines de 2019 las relaciones económicas en todo el mundo. Particularmente las que se rigen hasta la fecha por el denominado sistema capitalista neoliberal, que iniciara su vigencia a partir de la crisis financiera que afectara el hemisferio norte occidental en 2008, Y con el cual los países de la región se encontraban alineados en materia económica y comercial, inclusive los que por su régimen político no lo abrazan como ideología o sistema (caso de Venezuela, Nicaragua y Cuba).
La región presenta características seculares muy diversas en términos de desarrollo, riqueza, cultura, pero aun así puede ser dividida en cuatro grandes subdivisiones siempre aglutinadas por una lengua común, el español, y mitad de este subcontinente por una lengua más reciente y en formación, pero vecina, el portugués del Brasil. Pero otro factor que marca la cultura —la religión—, es común a todos los países. Y es la cristiana, en su mayoría católica romana, aunque comenzando en la segunda década del siglo XX se siente en grados diversos, conforme los países, la introducción de confesiones protestantes, particularmente las moldadas por el llamado neopentecostalismo introducido por misionarios de origen estadounidense. Pueblos originarios, hasta el día de hoy, conservan idioma y religión al punto de tornar ciertos habitantes y hasta estados, bilingües. Y cabe destacar la influencia afro a partir de la importación de mano de obra esclava desde el siglo XVI hasta finales del XIX. Se hace necesario destacar estos aspectos ya que ciertas medidas macroeconómicas podrán ser adoptadas en momentos diferentes en cada cultura a lo largo del tiempo. Y esta es una de las consecuencias que imprimirá el post-coronavirus, ya que no es posible vislumbrar el panorama económico y geopolítico a corto/mediano plazo, sino a mediano/largo plazo. Inclusive, conceptos como retorno sobre el capital, carga tributaria, dividendo mínimo, preferencial, lucro, participación accionaria, reservas de capital, depreciación, propiedad y control, pasarán a tener un significado distinto frente a esta crisis de la humanidad. Sin embargo, este aspecto no es tan diferente de lo ya acontecido históricamente desde que la moderna contabilidad naciera en monasterios benedictinos hasta su formulación por varias escuelas económicas, desde Adam Smith durante la predominancia del imperio británico hasta la contemporánea definición de la escuela austríaca de Mises y Hayek, desembocando en la escuela de Chicago de Milton Friedman. La ciencia económica vuelve a ser entendida como ciencia de todo y de todos, si por ciencia entendemos al “conjunto de conocimientos que alguien tiene, adquiridos por el estudio, la investigación o la mediación” o como “conjunto de los conocimientos poseídos por la humanidad acerca del mundo físico y del espiritual, de sus leyes y de su aplicación a la actividad humana para el mejoramiento de la vida” (María Moliner, Diccionario de uso del español, Editorial Gredos, 1ª. Edición 2007). Esta ciencia se confrontará con conceptos que necesariamente se incorporan —ecología, valores, salud, educación, cooperación, globalización, propiedad intelectual, entre otros— y que están siendo de interés para la academia y los medios antes y durante la crisis. Por su parte, la ciencia económica abandonará al menos parcialmente su tendencia a sobrevalorar los recursos matemáticos o meramente estadísticos, y reconquistaría así su carácter de ciencia humana, en forma transversal, al dedicarse al estudio de las actividades económicas incluyendo todas las demás afines, incluyendo el cuidado doméstico de la casa común.
El Papa Francisco adopta didácticamente la figura del poliedro para explicar que el Tiempo supera el espacio, la Unidad prevalece sobre el conflicto, las Realidades son más importantes que ideas y el Todo es mayor que la parte. Antepone cada fase con mayúsculas a las minúsculas correspondientes, de acuerdo con la importancia, y siendo ocho las fases, puede construirse una figura perfecta como la del octaedro. Estos principios deben indicar el rumbo del bien común y la subsidiariedad de la Doctrina Social de la Iglesia dentro de la Política, a la que el Papa considera la forma superior de ejercicio de la caridad, y propone entenderla siempre así de forma mayúscula como servicio y no como ejercicio del poder.
CORRUPCIÓN
En tiempos de pandemia, este vicio se hermanó con un pariente próximo, el negacionismo, que por la historia reciente encuentra sus primeras manifestaciones en aquellos que negaron el Holocausto (Shoah) poco después de acabada la Segunda Guerra Mundial. De la misma manera, y hasta inaugurando se diría el siglo XXI, no faltaron negacionistas de la pandemia, aliándose a otra manifestación deformante contemporánea: la del populismo que contamina democracias sólidamente establecidas. Tratándose de un fenómeno abordado por la Ética, en el quehacer de la Política, solo con transparencia por el resguardo de tal vez la mayor libertad social de la democracia, la libertad de expresión, es posible controlar la corrupción; y es el Poder Judicial el que consigue mejor velar por ella.
LIBERTAD
Con el libre mercado y solo el necesario Estado, para el eficiente ejercicio de la actividad económica se impone el control y constante vigilancia sobre la constitución de oligopolios, particularmente en lo que respecta a las actividades esenciales —se entiende por estas, con el Papa Francisco, a las que aseguran a la población Techo, Trabajo y Tierra—. Siendo América Latina un vastísimo territorio en gran parte despoblado y a la vez constituido por grandes masas, expresión del fenómeno de la urbanización descontrolada, superar esta contradicción demandaría una reforma agraria que apunte tanto a la eficiencia del minifundio y también una reforma urbana. El caos de las áreas suburbanas con sus favelas y villas miseria puede ser vencido con el otorgamiento de títulos de propiedad a los ocupantes, y a lo largo del tiempo (que supera el espacio) el propio mercado se ocupa del ordenamiento civilizado. Se alía además el incentivo a la construcción con materiales duraderos y la implantación de servicios esenciales, sin despreciar la creatividad de los más pobres, que generan su propia economía, de lo que da cuenta la obra de recientes ganadores del Premio Nobel (2019 y 2015).
Una reforma fiscal es otra medida a adoptar con urgencia, en pos de que la economía social de mercado demuestre sus virtudes como lo hiciera en el hemisferio norte, acompañada de una descentralización y desburocratización.
IGUALDAD
Llegar al pleno disfrute de este valor no solo marca al capitalismo surgido en la revolución francesa sino también a su enemigo, el comunismo. Ambos pueden llevar hacia una utopía como la de Tomás Moro. Pero precisamente por ser inalcanzable muestra el destino y el rumbo. Sirve para caminar con los versos de Machado, en los que no hay camino, se hace camino al andar. Además de estratificar, un método sociológico para facilitar la adopción de medidas, con un interés más práctico que académico, sería la implantación de una renta mínima universal, lo cual permitiría abordar la igualdad a partir de un mínimo denominador común en una escala diferenciada para cada realidad (que supera las ideas) de forma modulada e incentivadora. En el ejemplo colombiano, la división en estratos tanto de la realidad urbana como la rural permite la locación de recursos a partir de la satisfacción de 24 servicios esenciales (saneamiento, acceso a agua potable, energía eléctrica, transporte, gas, etc.) además de los derechos humanos básicos del acceso a la atención de la salud y la enseñanza universal, garantizados en las constituciones de los diversos países.
Inversión en infraestructura de todo tipo resulta necesaria y urgente en la región, y generaría por sí sola empleos que la pandemia se encargó de suprimir. Pero cabe, a fin de aumentar la oferta de puestos, adoptar la disminución de la jornada laboral. La tecnología disponible permite el control de tales medidas a ser adoptadas en materia de recursos financieros por la adhesión a la Moderna Teoría Monetaria (MTM) originalmente propuesta por Keynes y que la pandemia revigoriza. Esta última también ha impuesto una disminución del ritmo acelerado de la industrialización del neoliberalismo decadente previo al coronavirus. De esta manera se pone en evidencia que la era de las máquinas clama por una reducción de la jornada laboral y una renta básica universal acompañada de una vitalidad fiscal eficiente.
“Primerear” (un neologismo de Francisco), involucrando a la masa de excluidos, es lo que la igualdad exige en nuestras latitudes, casi gritando. “Solo hay una clase social que piensa más en el dinero que los ricos: los pobres”, escribió Oscar Wilde.
FRATERNIDAD
Se trata de un valor olvidado en el andar histórico no solo de la región sino por la humanidad, y la pandemia en su expresión de solidaridad la reintegrará. No son pocas las manifestaciones en pos de asegurar la seguridad alimentaria o la atención sanitaria de emergencia que surgen de individuos, corporaciones y principalmente organizaciones no gubernamentales (ONG). Inclusive a las ONG, la pandemia las fortifica y les otorga ciudadanía adicional; y la adopción de la metodología RTC les permitirá avalar la eficacia del servicio que prestan en el futuro que se avecina. En este sentido, por ejemplo, corresponderá profundizar la experiencia de las madres comunitarias en las urbes colombianas. En el estrato 1, para permitir la inserción laboral de la mujer (muchas veces está sola para proveer lo necesario a la familia), si habita en un domicilio de más de tres ambientes, debidamente remunerada, puede candidatearse a madre comunitaria para el cuidado de infantes. De esta manera, la o los proveedores del hogar pueden salir para cumplir una jornada laboral. Se facilita así el acceso a la enseñanza y se incentiva el trabajo de agentes económicos de más edad, a quienes, según el Papa Francisco, el capitalismo tal como está vigente trata como descartables. Las ONG también podrán evaluar con mayor agudeza el logro de las metas que se establezcan para alcanzar los valores propuestos. Antes de la pandemia interesaba más la aceleración y lo pasajero. Conexiones más que relaciones, que sin embargo en el mundo de la pobreza siempre fueron valoradas.
Además, como corolario de la fraternidad, también debe promoverse la integración regional, constituida por el ensamble natural de ocho de sus países en el Amazonas. Aquí de hecho ya se da la existencia de un mundo sin fronteras. Y en su consecución, las fuerzas armadas, hasta ahora protectoras de fronteras, podrán redefinir su rol, con una progresiva desmilitarización y apoyo a través de su conversión en fuerza de apoyo civilizatorio.
La renta mínima universal —implementada en las décadas de 1970/80 en Canadá, en una experiencia de campo— facilita la consecución de metas para la erradicación de la miseria y pobreza en la región, comenzando por la amazónica. Y, además, al crear, como Keynes (y Benjamín Franklin) lo imaginara, un futuro con más tiempo libre, permitirá un acceso privilegiado a otros estadios educativos y la recuperación del tiempo personal.
Como sostenía Nelson Mandela, “siempre parece imposible hasta que sea hecho”. Rutger Bregman en Utopía para realistas recuerda que no obstante Hayek y Friedman eran neoliberales convencidos, consideraban su deber reinventar el liberalismo. “Debemos lograr una vez más que la construcción de una sociedad libre sea una aventura intelectual. Lo que nos hace falta es una Utopía liberal” (Hayek). Se juntan así con el uso de cierta “visión poliédrica” al Papa Francisco, que desde hace más de cinco años clama por una visión ecológica y holística de la actividad económica con la encíclica Laudato si’, que comienza a ser estudiada por los habitantes de la Tierra, cuidadores de la casa común.
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Fuente: www.revistacriterio.com.ar