Sr. Director:
Las próximas elecciones de la Unión Europea, programadas para los días 6 y 9 de junio, son cruciales para la democracia del continente, ya que se elige a los diputados que tomarán decisiones y votarán textos en el Parlamento Europeo. Sin embargo, a medida que se acercan estas elecciones, se evidencia una tendencia preocupante: el creciente ascenso de la derecha radical en Europa.
Este fenómeno político, que se manifiesta de diversas formas en diferentes países miembros, plantea interrogantes importantes sobre su origen y su arraigo a lo largo de las décadas. Oficialmente, dos países de la Unión Europea están gobernados por la derecha radical (Italia y Hungría), mientras que otros muestran colaboraciones o influencias de esta corriente en su política nacional. Este acercamiento entre la derecha mainstream y la derecha radical no es nuevo, y sucede en contextos donde los gobiernos centristas buscan mantenerse en el poder adoptando discursos y políticas que reflejan ideologías radicales.
El auge de la derecha radical en Europa no surge en un vacío político o social, sino que se alimenta de las crisis económicas, migratorias y sociales que enfrenta el continente. La brecha creciente entre clases sociales, la falta de respuesta efectiva de los gobiernos ante las demandas de la población, y la explotación del miedo y la xenofobia son elementos que contribuyen a la consolidación de esta corriente política. En este sentido, la narrativa de la derecha radical se basa en la exclusión y el nacionalismo, utilizando la crisis migratoria como un chivo expiatorio para desviar la atención de las verdaderas causas de las dificultades económicas y sociales.
En consecuencia, incumbe a los gobiernos actuales y a las instituciones europeas abordar de manera efectiva las preocupaciones de la población y promover soluciones inclusivas y sostenibles. La omisión frente a estas demandas solo fomentará el progreso de la derecha radical y socavará los pilares fundamentales de la democracia europea. En esta línea, es imprescindible adoptar medidas concretas que aborden las causas subyacentes de las tensiones sociales y económicas, así como promover un diálogo constructivo y una participación ciudadana activa en el diseño e implementación de políticas públicas.
Finalmente, es importante subrayar que la inacción frente a las crecientes tensiones políticas y sociales solo alimentará la polarización y el descontento generalizado entre la población europea. Por lo tanto, los líderes políticos y las instituciones pertinentes deben asumir un papel proactivo en la búsqueda de soluciones equitativas y efectivas que aborden las preocupaciones de todos los sectores de la sociedad. Chile también puede extraer lecciones de esto.
Fabián Bustamante Olguín