Presidenta de la Asamblea General de la ONU elogia la “voz de conciencia” del Papa

Francisco recibe en audiencia a María Fernanda Espinosa Garcés y alaba su “liderazgo” en cuestiones tales como el cambio climático o las migraciones.

Es la primera mujer latinoamericana en presidir la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cuarta en los 73 años de historia de esta organización. Entre las prioridades de su mandato, el trabajo decente, las personas con discapacidad, la acción por el medio ambiente, los migrantes y refugiados, la igualdad de género, la renovación de la ONU, la juventud, la paz y la seguridad. María Fernanda Espinosa Garcés, inauguró el 18 de septiembre su mandato. El lunes 29 de octubre se reunió con el Sumo Pontífice. En el encuentro ambos líderes dialogaron sobre la crisis migratoria y de refugiados, el cambio climático, la necesidad de fortalecer el multilateralismo, el rol de los jóvenes y la necesidad de fortalecer también las Naciones Unidas y su capacidad de respuesta.

Desglosando las siete prioridades de su gestión, preguntamos a la Sra. Presidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuáles considera que serán son los mayores retos a afrontar ante cada una de ellas.

La agenda de la Asamblea General para este año está muy poblada, hay como cincuenta mandatos, tenemos alrededor de quince conferencias y eventos de alto nivel, y por lo tanto había que priorizar y poner el foco político en siete puntos: siete por los siete días de la semana. Es algo simbólico: estaremos trabajando siete días a la semana por la gente que más lo necesita.

Cada uno de estos temas plantea una serie de retos: la igualdad de género, el empoderamiento político y económico de las mujeres. Pero también, las mujeres y las niñas que son víctimas de los conflictos, de la discriminación y de la violencia. No puede ser más importante la agenda del cambio climático, sobre todo después de la devastadora evidencia del último informe del panel de expertos en cambio climático que señala que los esfuerzos que hemos hecho no son suficientes, y que está en riesgo la propia existencia de la vida y de la vida humana en el planeta.

Estaremos trabajando en algo que también está afectando el bienestar de las personas, nuestra salud, que es la contaminación de los océanos por plásticos. Los expertos dicen que ahora hay más plásticos que peces. Haremos una cruzada mundial en contra de los plásticos de un solo uso, para que las sociedades del mundo cambien sus patrones de consumo, y pues, utilicen materiales alternativos al plástico.

Entre los temas que se mencionó, está el de los derechos de las personas con discapacidad. Básicamente, estaremos trabajando en el ámbito de la accesibilidad, es decir, ciudades y lugares que estén más preparadas para que las personas con discapacidad puedan tener una vida normal y entrar a todos los lugares y poder hacer uso de los servicios, pero también el derecho al empleo, al trabajo decente de las personas con discapacidad, que son personas que pueden contribuir muchísimo a la sociedad.

Usted mencionó el tema de los jóvenes, la paz y la seguridad.

Sabemos que uno de los problemas más serios es la falta de empleo para los jóvenes, la falta de oportunidades. Ha concluido un Sínodo donde precisamente se le da una importancia central a los jóvenes en la construcción del desarrollo, y nosotros desde la Asamblea estaremos poniendo un acento especial en el acceso de los jóvenes al empleo decente, a la participación política, como quizá el antídoto más poderoso para evitar que los jóvenes, por ejemplo, puedan dedicarse a actividades como el extremismo violento. Eso es una gran preocupación, sobre todo de los países del África, de los países caribeños. Estaremos trabajando fuertemente en asocio con los propios jóvenes que tienen su propia voz y su propio espacio en el escenario político mundial.

Mencionaba usted el tema del fortalecimiento de la ONU y de su Asamblea General.

Efectivamente, la Asamblea General es el Parlamento de la Humanidad, es donde están representados los 193 países del mundo tomando decisiones y estableciendo normativas que alimentan el derecho Internacional. Es la Asamblea General de la ONU la que tiene el mismo asiento, el mismo micrófono para hablar y el mismo botón para votar. Todos somos iguales ahí; un pequeño país del Pacífico y una gran potencia: todos votamos igual, todos tenemos voz y todos podemos tomar decisiones sobre los temas que aquejan a la humanidad. Y en este momento, donde parece que el mundo está desordenado, lleno de conflictos, quizá el único espacio que está allí para resolver y atender los problemas globales, son las Naciones Unidas y su Asamblea General.

En la mañana del 29 de octubre encontró al Papa, ¿de qué se trataron los coloquios?

Fue una reunión realmente muy enriquecedora, muy inspiradora. Fue una reunión de muchos agradecimientos de parte de las Naciones Unidas por el compromiso del Santo Padre con los temas de migración y refugio, por su total adhesión a los principios de la Carta de las Naciones Unidas, y al rol del multilateralismo no como una opción, sino como la única respuesta para enfrentar los problemas comunes que tiene la humanidad, como el cambio climático, como las grandes enfermedades, como la tuberculosis, que mata 1,6 millones de personas cada año, enfermedades que son prevenibles y tratables.

Creo que es bueno que se agradezca ese rol, ese liderazgo, esa voz de conciencia que el Santo Padre ha tenido sobre estos temas, también con su compromiso con el combate al cambio climático. Estos fueron temas de nuestra conversación: la necesidad de fortalecer el multilateralismo, de fortalecer las Naciones Unidas y nuestra capacidad de respuesta, y los temas que he mencionado: el rol de los jóvenes, el tema del cambio climático, el tema de la migración y el refugio, que han sido temas de constante preocupación del Santo Padre. Él con su voz autorizada y su liderazgo será un gran embajador de estos argumentos que son tan importantes para la agenda de las Naciones Unidas ahora.

En 73 años de Asamblea, usted no es la primera mujer que la preside, pero sí es la primera proveniente de América Latina, y ha dedicado esta elección a las mujeres del mundo que participan en política y que se enfrentan al machismo y a la discriminación. Entre sus compromisos está el de luchar por la paridad de género. ¿Cree que la comunidad internacional la acompañará en esta lucha?

Creo que, definitivamente, sí. Efectivamente, en 73 años de historia de las Naciones Unidas soy la cuarta mujer; la primera, fue una destacada mujer de la India; luego tuvimos una presidenta de Liberia; varios años después, hace catorce años, una mujer de Baréin. Yo soy la cuarta, la primera de América Latina y El Caribe, efectivamente, quiere decir que todavía tenemos una gran deuda con la paridad de género, con los espacios para las mujeres en los lugares de toma de decisiones. Yo creo que hay todavía mucho que hacer: de todos los presidentes, jefas de estado y jefes de estado en el mundo, solo el cinco por ciento son mujeres, es una cifra todavía muy pobre.

Del mismo modo, en los parlamentos, en los directorios de las empresas privadas, en las alcaldías, el número de mujeres todavía no refleja la relación demográfica: somos cincuenta/cincuenta, somos mitad hombres, mitad mujeres, lo que quiere decir es que necesitamos seguir luchando por conseguir esta igualdad de oportunidades, paridad y el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres. Por eso también Naciones Unidas lucha cada día. Se dice: “pues bien, ¿qué hacen de especial las mujeres?”. Yo creo que, primero, nos hemos ganado el espacio en el que estamos, y segundo, por lo general las mujeres en lugares de liderazgo suelen hacer la diferencia.

Vemos números muy contundentes. A modo de ejemplo, cifras del Banco Mundial reflejan que cuando las mujeres participan plenamente en la economía, el producto interno bruto de un país crece de manera proporcional. Que cuando se utilizan más mujeres en mediación de conflictos —me parece que en el 30 por ciento o más de los casos— hay más éxito en los procesos de negociación en situaciones de alto conflicto. Que cuando participan más mujeres en operaciones de mantenimiento de la paz en zonas de guerra y conflicto, las misiones, por lo general, son más exitosas. Es decir, eso está documentado: que la actuación y la participación de las mujeres, efectivamente, hace la diferencia.

En su agenda inmediata, el Pacto Global de las migraciones: ¿existe esperanza de que Estados Unidos cambie su posición al respecto?

Se avecina esta cumbre en Marrakech donde los Estados adoptarán el Pacto Mundial de las Migraciones. Creo que lo importante es que hay una gran mayoría —prácticamente la totalidad de países del concierto internacional— que están comprometidos con este marco regulador, con este acuerdo —que por cierto no es un acuerdo vinculante—, con la idea de que los países puedan cooperar, se puedan comprometer a ciertos estándares de mantenimiento de la dignidad de las personas que por una razón u otra están en movilidad. La realidad es que la historia de la humanidad es la historia de las migraciones y que ninguna persona, ninguna familia, migra o deja su patria, sus pertenencias a veces, sus seres queridos, por voluntad propia. La gente que se mueve a otros países es porque tiene alguna carencia o alguna necesidad, porque huye de un conflicto, porque huye de la escasez, porque huye de la falta de oportunidades.

Por lo tanto, creo que Marrakech va a ser un potente mensaje de compromiso en favor de los derechos de las personas migrantes. La migración debe ser vista como algo natural y el aporte de los migrantes es un aporte que probadamente se ha visto en favor de las economías, en favor del enriquecimiento cultural de distintas sociedades. Así que tenemos mucho optimismo en que Marrakech será un gran momento. Si Marrakech sirve para que el Pacto Global sea unánime y que todos los países del mundo lo acompañen, ¡qué mejor! Si hay países que con todo derecho deciden no acompañar el Pacto, eso también debe respetarse, porque la ONU es un lugar para consensos, para acuerdos, pero también para respetar los disensos y las diferencias.

En ese sentido, ¿piensa que su empeño por el multilateralismo podría efectivamente ayudar?

Definitivamente. Estoy convencida —y muchas personas, muchos líderes y lideresas alrededor del mundo están convencidos— de que el multilateralismo, las Naciones Unidas, no somos una opción. Sino que somos la única manera de enfrentar los problemas comunes que tiene la humanidad, que requieren de una acción colectiva, de compromisos y responsabilidades compartidas.

Esto es evidente cuando hablamos del cambio climático, cuando hablamos de los refugiados. Hay más de 28 millones de refugiados alrededor del mundo, hay cerca de 70 millones de personas en movilidad: requieren respuestas y compromisos compartidos.

Los temas comunes a la humanidad, como el tema de la inseguridad, de la guerra, de las grandes enfermedades, de la desaparición de la biodiversidad, de la contaminación de los océanos, tienen una sola forma de ser abordados: a través de un esfuerzo colectivo, y la casa de ese esfuerzo colectivo son las Naciones Unidas. Por eso es que el multilateralismo debe estar más vigente que nunca y debe ser fortalecido con mayor compromiso político y mayor decisión.

Sobre la revitalización de la Asamblea, usted afirmó que cambiar los métodos de trabajo ayudará a acercar la Asamblea a la gente. ¿Puede darnos un ejemplo de cambio?

Por ejemplo, creo que la opinión pública, la gente común, tiene una idea de lo que son las Naciones Unidas: que es un aparato muy grande, pero no se traduce la acción cotidiana de las Naciones Unidas en el mejoramiento de la condición de vida personal y familiar de cada uno. Se sabe que la ONU y las Naciones Unidas es algo bueno, que hacen bien, que están en las zonas de conflicto, que atienden a las personas que tienen hambre, a los refugiados. Pero no hay ese “valor”, esa “traducción” del trabajo de Naciones Unidas a la vida de las personas. Eso se hace mejorando la comunicación. Hay un esfuerzo para comunicar mejor y de manera más oportuna: esa es una vía. Otra, también a través de la comunicación, es la de acercar la organización más a las personas y las personas a la organización, con una mayor participación de la sociedad civil organizada, de los grupos ciudadanos y de los líderes locales al trabajo que hace la ONU.

Un ejemplo concreto es que acabamos de adoptar una declaración política muy fuerte sobre el tema de la tuberculosis. Se trata del compromiso de 193 países que unen sus esfuerzos para prevenir la tuberculosis y compartir experiencias exitosas en tratamientos.

Otro puede ser cuando constatamos que casi la totalidad o la mayor parte de los alimentos son producidos por mujeres en las zonas rurales, en pequeños y medianos emprendimientos, y ahí vamos a poner el esfuerzo: eso tiene un efecto directo en el combate a la desnutrición y en la mejora de las condiciones de vida de las personas más necesitadas.

También cuando —luego de la gran fuerza que estamos poniendo en una campaña contra los plásticos— países como Antigua y Barbuda decide prohibir los plásticos de un solo uso, siendo uno de los países pioneros junto con Kenia; los plásticos están matando la vida en los océanos y eso afecta directamente las fuentes de vida de los pescadores, de las comunidades que viven de la pesca.

Son cosas que no son de la gran burocracia ni de las grandes decisiones, sino temas que se deciden y que afectan la vida directa de las personas: lo que comen, su salud, su convivencia, su derecho a vivir en paz.

En la conclusión de su mandato dentro de un año, ¿qué querría poder decir sobre esta Asamblea?

Primero, que la opinión pública en el mundo conoce de primera mano y mejor el trabajo de la ONU, y que está más involucrada y conectada con el trabajo que hace la organización, una organización que transforma y mejora la vida de las personas. Segundo, que hay una convicción sobre la importancia del rol de las mujeres en la vida pública y en la vida política. Y tercero, quizá y si se puede, que la campaña mundial contra los plásticos haya mejorado la salud de los océanos y la salud de las personas. Eso requiere, por supuesto, un cambio en los patrones de consumo, pero también en los patrones de producción. Así, si se logran estos pequeños cambios, yo me sentiría muy satisfecha. (RD/Vatican News)

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Fuente: www.vaticannews.va

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