Sr. Director:
En agosto, la Iglesia chilena envió al Vaticano, a la Secretaría General del Sínodo, su «Informe sinodal», sobre su discernimiento realizado tras el proceso de reflexión convocado por el papa Francisco el 8 de abril de 2018, a raíz de los graves casos de abuso y encubrimiento por parte de clérigos. En el documento se recogió lo expuesto por las veintisiete diócesis de nuestro país. Se trata del fruto de la corresponsabilidad y trabajo en conjunto de un gran número de comunidades, que involucró a más de seis mil personas.
Esto se enmarca, como se sabe, en la convocatoria del Pontífice a un Sínodo 2022-2024 sobre la sinodalidad, que llama a lograr una dinámica pastoral de participación permanente en la Iglesia.
Como se lee en el texto señalado, regalarse el tiempo necesario para leer los veintisiete informes de las diócesis nos trae la alegría de descubrir cómo las distintas comunidades, independientemente de sus dificultades, mantienen viva la esperanza. Sin embargo, el texto final emitido por la Iglesia chilena no hace referencia a todos los contenidos que se plantean desde las diócesis. Entre estos, cómo fortalecer la oración en las casas, familias, comunidades; reencantar a las familias; integrar a familias completas donde participen niños, jóvenes, adultos y adultos mayores; y asumir la enseñanza de aprender a vivir la fe en casa, pues esta «es la hora de la Iglesia doméstica». Tampoco hace mención alguna de los once pueblos originarios, que, según las últimas estadísticas, suman más de dos millones de personas, representando a casi un 12,8% de la población nacional. Quienes dialogaron en las comunidades a lo largo del país habían expresado que esos pueblos «siguen mendigando un lugar en la Iglesia donde se les valore y reconozca su aporte» y que es necesario acompañarlos en la fe, redescubriendo sus propias expresiones de fe y respetando sus costumbres ancestrales.
Estoy cierto de que este «Informe sinodal» será un documento útil junto a otros, como el titulado «Sistematización. Discernimiento Eclesial 2019» o el documento de la Asamblea Eclesial de América Latina y Caribe «Un laboratorio práctico de sinodalidad», para acercarnos a la Iglesia que deberíamos ser y para darnos cuenta de la Iglesia que realmente somos, dando relevancia a lo que realmente hacemos por la evangelización, sin maquillajes y sin apariencias, para no autocomplacernos con lo que ahora hacemos.
Todos, hombres y mujeres, jóvenes y niños, personas mayores, religiosas, religiosos, consagrados, tenemos la misión de «hacer florecer la Esperanza»… porque esta es un regalo de Dios, que nos trae la Paz.
Harold Valenzuela Mouras
Laico, parroquia Santa Gemita, Rancagua