Sr. Director:
Hay buenas razones para pensar que la COP 25 (Conferencia de las Partes para el Cambio Climático de las Naciones Unidas), que se hará a fines de año en Santiago, llega tarde. El panorama es trágico. El calentamiento medioambiental pone al ser humano en peligro de extinción. Si esperamos que la calidad de vida de la humanidad mejore por parejo, mientras más seamos y más elevemos los estándares de bienestar, el calor retenido en la atmósfera sobrepasará con creces el aumento en 2°C promedio, límite que permitiría hipotéticamente superar la catástrofe.
Vistas las cosas desde el ángulo meramente económico, parece evidente que la humanidad llega a un callejón sin salida: consume y muere, o no consume y muere también. Es así, pues el modo de organizar la economía que ha predominado hasta ahora —el modo que triunfó sobre los pueblos originarios en los que la propiedad privada no existió o fue subordinada a la colectiva— exige crecer para consumir y consumir para crecer. Entonces, ¿qué hacer?
Propongo: «Consumir menos y compartir más», aunque esta no sea una solución para el problema político global. Es una alternativa ética al nivel de lo interpersonal. Es, podría decirse, una elección por un estilo de vida sobrio y comunitarista. Es, incluso más, una cuestión de creencia. Nadie puede asegurar que el ser humano se realiza verdaderamente cuando solidariza con los demás. Unos lo creen, otros no. No se puede decir, por cierto, que es irracional compartir, pero tampoco se puede demostrar, antropológicamente hablando, que compartir sea en última instancia la razón del ser de la humanidad. Pero hay gente que cree que compartir tiene un valor eterno, que se saca el pan de la boca, lo parte y lo comparte. No hablo de imposibles. Esta gente existe, vive con menos y hace feliz a los demás.
Es muy difícil imaginar que esta convicción antropológica pueda constituir un principio de organización macroeconómico. Los sistemas son éticamente inimputables. Pero, además, la versión neoliberal del capitalismo que conocemos es hoy casi imposible de contrarrestar. Si este es el motor del progreso del mundo en que vivimos, lo que tenemos delante es una muerte colectiva. Si esta muerte ha de ser también personal, triunfarán quienes crean que compartir es más importante que consumir, y lo practiquen. Pues si en lo inmediato si los solidarios no salen ganando, es completamente seguro al menos que mejorarán la vida de su prójimo.
Jorge Costadoat S.J.