Su invitación a la universalidad y a reconocer la complejidad de los valores actuales es un reto importante para las instituciones de educación superior. ¿Qué significa esto?
La vida de quien fue Superior General de la Compañía de Jesús entre 2008 y 2016, Adolfo Nicolás S.J., estuvo delineada por una vocación misionera. Su desempeño en esa tarea estuvo marcado, entre otras características, por una gran valoración del diálogo intercultural e interreligioso, el impulso misionero de vivir y buscar nuevas fronteras apostólicas, y una reafirmación del compromiso con la promoción de la justicia y la reconciliación.
Tras su fallecimiento en mayo pasado, hemos presentado en revista Mensaje un par de artículos referidos a su trayectoria y a su pensamiento (1). Ahora ofrecemos algunos componentes de su visión de la vida universitaria.
Recordamos que estuvo en Chile el año 2010 y visitó el Hogar de Cristo, el Santuario del Padre Hurtado, INFOCAP, el colegio San Ignacio Alonso Ovalle y sostuvo reuniones con estudiantes, profesores(as), administrativos(as) y académicos(as) de la Red Educacional Jesuita. En tono amable y cercano, propuso grandes desafíos. Para ilustrar, recuerdo dos ejemplos. Cuando estudiantes universitarios le preguntaron acerca del rol que les cabía, les respondió, entre otras cosas, que debían hacerles difícil el camino a sus profesores, que debían hacer preguntas duras: no solo “todas” las preguntas, sino que “preguntas totales”. En otra oportunidad, reunido con jesuitas en el Santuario del Padre Hurtado, contó que, en general le tocaba responder a la pregunta de qué espera de los jesuitas. Su respuesta es: TODO. Se debe esperar todo, o dan todo o no sirven.
En dicha visita, se visualizaban algunas de las orientaciones que caracterizaron su período como Superior General, como su llamado a la profundidad y a la universalidad, y al reconocimiento de la complejidad de los fenómenos actuales, los que solo pueden ser abordados desde una perspectiva integral y amplia. Estas ideas pueden parecer sencillas, pero representan enormes desafíos para las universidades jesuitas. ¿Cómo debe responder una universidad jesuita a este llamado a abordar su misión con mayor profundidad y universalidad? ¿Qué significa enfrentar el desafío académico con una perspectiva integral y amplia?
Abordaremos estas preguntas observando algunas fuentes identitarias de la universidad jesuita y también sus características, para hacer dialogar a estas instituciones con este llamado a una mayor profundidad y universalidad.
RASGOS IDENTITARIOS
En términos muy sintéticos, es posible plantear que las universidades jesuitas tienen dos grandes fuentes o vertientes identitarias: está su carácter universitario, que establece un marco de propósitos particulares y definidos, exigiéndoles un modo de gobierno y gestión específicos, y están las orientaciones que la Compañía de Jesús. Ambas fuentes se expresan en contextos singulares, proponiendo desafíos institucionales y organizacionales que permiten abordar la misión, adaptándola a nuevos contextos sin hacerles perder su carácter universitario ni la impronta jesuita.
Las orientaciones que la Compañía tienen su origen en un conjunto de inspiraciones y mandatos expresados en documentos, que partieron en Ratio Studiorum (1599) y que citamos a pie de página (2). Sin embargo, también hay que destacar que en los discursos del P. General Peter Hans Kolvenbach hay gran cantidad de indicaciones acerca del carácter de las universidades jesuitas.
Es posible así mencionar ocho características esenciales de la educación universitaria a que aspira la Compañía de Jesús.
Perspectiva universal. Apunta a la vocación por la apertura a diversas culturas, religiones, razas, etc., opción que es coherente con el sentido de universalidad. También se refiere a la necesaria colaboración y trabajo en red entre universidades, lo cual permite el enriquecimiento mutuo y el abordaje de problemas desde un conjunto de valores compartidos.
Integración de Fe y cultura, articulación entre fe y razón (ciencia). Esta característica es, probablemente, una de las más identitarias y propias de las universidades jesuitas. Remite a la necesaria apertura que debe tener la propuesta evangélica cristiana. No se trata de imponer el Evangelio, sino de confrontarlo con las preocupaciones del hombre de hoy. Un objetivo central es incorporar el modo de pensar y sentir de los pueblos en las expresiones de la fe y de la vida de las iglesias locales.
La articulación entre fe y razón, o entre fe y ciencia, presenta otro desafío de gran importancia. Las universidades jesuitas se esfuerzan por que la comunidad universitaria logre una síntesis adecuada de fe y ciencia, de vivencia cristiana y práctica social y profesional. La ciencia permite una correcta compresión de la sociedad, lo cual ayuda a transformarla orientándose por los principios de la fe. Aún cuando debe reconocerse que, en algunos casos, puede haber un aparente conflicto entre fe y razón, debe buscarse la verdad con plena libertad académica y orientarse —a través de lo racional— a lo razonable, es decir, a lo universalizable.
Formación integral. Las universidades jesuitas entienden que la formación integral incorpora tanto aspectos prácticos y científicos como valóricos y espirituales. Es decir, la formación debe impactar en “la cabeza, el corazón y las manos”. Una formulación elaborada recientemente habla de la formación de personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas. Esta formación requiere de acompañamiento y conocimiento del otro. Desde esta perspectiva, la “cura personalis” es un modo propio e identitario de la apuesta formativa de las universidades jesuitas.
Formación de excelencia. Apunta a la búsqueda de la excelencia integral, no solo académica, sino principalmente humana. Desde esta perspectiva, no hay un criterio único de excelencia. Buscar el Magis es proporcionar el tipo de educación adecuada a cada grupo de estudiantes, según su contexto específico. En términos concretos, la formación de excelencia requiere contar con investigación que enriquezca la formación, así como adecuados planes de estudio, profesorado competente y suficiente, una adecuada gestión de los recursos y una buena y consolidada capacidad de aprendizaje institucional.
Perspectiva transformadora. Las universidades jesuitas entienden que su labor va más allá de la investigación y formación de personas, un objetivo muy relevante es la transformación de la sociedad. En este sentido, la selección de carreras y programas académicos no es neutral, y debe considerar la perspectiva transformadora y la promoción de la justicia. Se trata de preparar ciudadanos capaces de analizar la dinámica de la sociedad y de comprometerse con su transformación. La investigación debe ir más allá del diagnóstico, pues es fundamental proponer recomendaciones y soluciones.
Al servicio de la Iglesia. La universidad jesuita se caracteriza por entender su trabajo académico como un instrumento apostólico al servicio de la Iglesia. Para ello, establece una estrecha colaboración con la Iglesia jerárquica y local. Esta relación se da sobre la base de la confianza, respeto y diálogo permanente.
Solidaridad, compromiso social y opción por los pobres. En una universidad jesuita, la opción por los pobres debe reflejarse tanto en los estudiantes que son admitidos como en el tipo de formación que se imparte. Es un criterio de priorización y discernimiento esencial al momento de definir la oferta formativa y las líneas de investigación. Si los pobres no pueden ir a la universidad, la universidad debe ir a los pobres.
Modo característico de proceder. La articulación de experiencia, reflexión y acción, en un contexto determinado, son el corazón y el modo característico de proceder, de las universidades jesuitas. Concretamente, la Congregación General Nº 33 confirmó que son modos adecuados: informar a los involucrados, consultar y reflexionar con otros, pedir sugerencias, evaluar alternativas mediante el discernimiento, contar con un plan de acción, evaluar y hacer seguimiento. Finalmente, el acompañamiento personal y la aplicación contextualizada de todas estas orientaciones constituyen otro aspecto esencial del modo característico de proceder.
A modo de síntesis, es posible decir que las orientaciones relevadas abordan tres aspectos esenciales de la identidad: i) cuáles deben ser las perspectivas desde las que se realiza el trabajo, ii) a quién se pretende servir, y iii) cuál debe ser el modo de actuar, gestionar y liderar.
Adolfo Nicolás realizó pocas intervenciones destinadas específicamente a la educación superior. De hecho, en la mayor parte de sus discursos en universidades y centros educativos, Nicolás plantea que, a diferencia de Kolvenbach, su conocimiento del mundo universitario es muy limitado. Esta aproximación al tema permitió que se consolidaran años de trabajo y desarrollo encabezados por Kolvenbach, y no hubo retrocesos, no hubo refundaciones ni revisiones importantes. Al contrario, Nicolás reafirmó lo trabajado, aunque lo recondujo proponiendo tres conceptos fundamentales, con los que es posible revisar el quehacer de las universidades en general y de las jesuitas en particular: profundidad de pensamiento; reconocimiento de la complejidad y universalidad, y apertura al diálogo.
PROFUNDIDAD VERSUS SUPERFICIALIDAD
En el año 2010, Adolfo Nicolás S.J., participó en el Encuentro de Rectores(as) de Universidades Jesuitas. Dicha actividad, realizada en México, contó con la participación de representantes de más de doscientas instituciones de educación superior vinculadas a la Compañía de Jesús. Esa conferencia es, probablemente, una de las mejores síntesis de la propuesta que él hizo a las universidades y centros de educación terciaria.
Adolfo Nicolás S.J. diagnostica que la sociedad está viviendo un proceso de creciente superficialidad, proceso marcado por la inmediatez de las comunicaciones, poca capacidad de pensamiento crítico y cierta dificultad para comprometerse con otras personas, proyectos y sueños. En sus palabras: “Un mundo de superficialidad globalizada de pensamiento significa un reino sin oposición de fundamentalismo, fanatismo, ideología y todos esos escapes del pensamiento que causan sufrimiento a tantas personas” (3). Esta falta de profundidad y cierta levedad de pensamiento, estarían marcando la actualidad y conformarían parte de las causas que hoy explican grandes sufrimientos, desigualdades e injusticias.
Ante esta realidad, ve que “la globalización de la superficialidad constituye un desafío para la educación superior jesuita en el sentido de que es menester promover nuevas formas creativas de aquellas características que distinguen la tradición ignaciana como profundidad de pensamiento e imaginación”. En estas últimas palabras está la invitación que Nicolás hace a las universidades. Ante el reconocimiento del imperio de la superficialidad, las universidades deben promover la profundidad de pensamiento e imaginación. La primera es parte de la tradición universitaria: el ejercicio de la razón, la aplicación del método científico, la interdisciplinariedad, los recursos epistemológicos y arquitectura conceptual. Se trata de ejercicios característicos del proceso de investigación y generación de conocimiento, herramientas de las que la institución universitaria debiese disponer para alcanzar profundidad y hondura en su hacer.
Sin embargo, el trabajo académico requiere también creatividad, novedad. El método no puede inhibir el pensamiento diferente, la mirada innovadora o el ángulo distinto. Al contrario, debe promoverlo y asegurarlo. Para esta apertura plantea que es fundamental saber escuchar con amplitud y apertura de mente, sin prejuicios, intentando entender otras posiciones, pero principalmente estar en permanente interacción con la realidad. En este sentido, y de modo coherente con las orientaciones antes consignadas, propone un desafío muy claro, pero complejo de abordar: las universidades deben buscar la profundidad de pensamiento en todo su quehacer y estar abiertas a la creatividad, a lo distinto.
COMPLEJIDAD Y UNIVERSALIDAD
Vinculado a lo anterior, Nicolás enfatiza la complejidad de los desafíos que la sociedad está enfrentando. Utiliza el concepto en el más amplio sentido, es decir, tan complejo como difícil y desafiante, pero también como algo que no conocemos en detalle, que no entendemos completamente, cuyos márgenes se mueven y redibujan permanentemente. La complejidad de los fenómenos estaría dando cuenta, además, de la insuficiencia de algunas de las herramientas que actualmente utilizamos para abordar los desafíos socioculturales.
Ante el reconocimiento de esta realidad, propone, además del trabajo científico serio y creativo, aproximarse “con universalidad”, es decir, con una mirada abierta, consciente de sus puntos ciegos y prejuicios, pero que se sobrepone reconociendo y valorando el aporte de las distintas disciplinas, experiencias, tradiciones e historias.
Aproximarse a la complejidad implica reconocer, con humildad y realismo, que nuestra mirada es limitada y, muchas veces, sesgada y parcial. Con gran lucidez, Nicolás no solo plantea el desafío, sino que también hace ver un posible camino para abordarlo. La mirada universal, necesaria para enfrentar la complejidad, da sentido y propósito al trabajo en red y la colaboración. El trabajo con otros se transforma en una herramienta esencial para asegurar la interdisciplinariedad, la mirada comprensiva, la búsqueda de soluciones integrales e integradoras y una mayor inculturación y sensibilidad para con las realidades particulares.
APERTURA AL DIÁLOGO
El llamado al diálogo es una constante en los discursos de Adolfo Nicolás S.J. La experiencia en Oriente lo hizo muy sensible al diálogo interreligioso e intercultural. Su planteamiento tiene una importante raigambre académica e intelectual, en el sentido de valorar el intercambio de ideas como un modo de aproximarse a la verdad mediante la razón. De manera permanente, invitaba al intercambio de aproximaciones, experiencias y pensamiento. Como se indica al inicio de este artículo, le parecía fundamental hacer preguntas, escuchar atentamente y estar en contacto con la realidad.
En sus intervenciones, permanentemente animó a las universidades a ser centros que produjeran este diálogo, que estuvieran atentas a las distintas miradas, que generaran espacios para el intercambio libre y respetuoso. Ciertamente esto sigue siendo un enorme desafío para las universidades: ya no basta con consolidar redes y vincularse con el medio, pues el trabajo universitario debe dejarse penetrar por el entorno y, a su vez, impactarlo y transformarlo. Para ello es fundamental reconocer la fragilidad de la postura propia, la limitación de la experiencia personal y valorar la complementariedad de miradas.
CONCLUSIÓN
Adolfo Nicolás entrega ciertas claves para que las universidades en general, y las jesuitas en particular, puedan entender y abordar los desafíos que el contexto actual les presenta. Así como Kolvenbach resuelve la aparente contradicción de “universidad jesuita”, aludiendo a que lo universitario constituye el sustantivo y lo jesuita el adjetivo que lo califica —es decir, lo jesuita—, y subraya que eso no impide lo universitario, sino que lo refuerza y hace más exigible, Nicolás le habla a una institución universitaria más madura y a una red consolidada, pero no por eso necesariamente más fiel a su misión. En ese sentido, el llamado a volver a las fuentes y a abordar el desafío con profundidad de pensamiento, universalidad y apertura al diálogo, dan un nuevo impulso y proponen un horizonte de desafío a las universidades jesuitas. MSJ
(1) Ver Mensaje N°689, “Adolfo Nicolás S.J.: Memoria agradecida”, p. 14, y Mensaje N°690, “De la distracción a la dedicación”, p. 38.
(2) Principalmente, también: Características de la educación jesuita (1986); Pedagogía Ignaciana, un planteamiento práctico (1993); Desafíos de América Latina y propuesta educativa de AUSJAL (1995); Proyecto Educativo Común-CPAL (2005) y Promoción de la Justicia en las universidades de la Compañía (2014). Disponibles en http://www.ausjal.org/Documentos-Institucionales.html; http://www.flacsi.net/recursos/; http://www.acodesi.org/documentos/publicaciones.html
(3) https://www.ausjal.org/identidad-y-mision/profundidad-universalidad-y-ministerio-academico-desafios-a-la-educacion-superior-jesuita-de-hoy
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Fuente: Artículo publicado en Revista Mensaje N° 695, diciembre de 2020.