Una pregunta crítica en esta pandemia es ¿cómo afrontar efectivamente nuestros déficits? ¿Cómo atacar enfermedades de base extendidas en nuestra población? ¿O una baja inversión en salud, con sistemas que no han permitido enfrentar la pandemia? ¿O es que la población no siguió las indicaciones preventivas?
Hace un año, al inicio de la pandemia, nunca pensamos que iba a ser tan prolongada, tan profunda, tan incierta y que después de tantos meses íbamos a estar igual que al inicio, con gran número de casos y muertes diarias y con una ocupación casi total de las camas de Unidades de Cuidado Intensivo (UCI). Las cifras son decidoras: en Chile hay más de 900.000 casos y 22.000 muertos y en el mundo 119 millones de casos y 2.650.000 muertos. Por lo tanto, es necesario hacer una evaluación general de lo que ha significado esta pandemia para cada una de las personas y para la humanidad en su conjunto.
Es así como nadie imaginó en sus inicios la magnitud y profundidad de la crisis: su magnitud no puede ser mayor porque ha llegado a todos los confines de la tierra, incluida la Antártida, y su profundidad es imposible de cuantificar en el corto plazo.
Esta pandemia ha afectado profundamente a cada una de las personas en su vida cotidiana y el costo para la convivencia social es inimaginable. Por último, es claro que el mundo y las personas no volveremos a ser iguales que antes de la pandemia.
GOBERNANZA
Después de varios traspiés iniciales de la autoridad sanitaria, que no lograba convencer a la población de las cifras de la pandemia y menos de las medidas de cuarentena, aislamiento, trazabilidad y otras que se debían tomar, se logró un afianzamiento, credibilidad y respeto con el cambio de Ministro de Salud. La extraordinaria capacidad comunicacional y de empatía del ministro Paris permitió superar los problemas que hasta entonces había tenido la autoridad sanitaria, dando continuidad y credibilidad a la información. Esto permitió que se centralizara en una persona y su equipo, sin otras interferencias y con el apoyo de la comunidad científica, que evitó la confrontación y entró en una etapa de mayor colaboración y de menor crítica a la autoridad.
Otro acierto fue la elaboración del Plan “Paso a paso” que dio una cierta lógica a las decisiones que se iban tomando, especialmente para establecer las cuarentenas. Sin embargo, la población siguió renuente hasta el día de hoy para cumplir con las medidas sanitarias mínimas exigidas por el bien común y la autoridad, como son el uso de mascarillas, lavado frecuente de manos y la más importante de todas, el distanciamiento físico evitando aglomeraciones, las que se han mantenido e incluso aumentado, llevando los contagios a su máximo nivel desde junio del año pasado. Indignantes han sido las organizaciones de fiestas clandestinas que se han repetido a lo largo del país y otras actitudes ciudadanas que indudablemente han impedido un control de la contagiosidad del virus.
Además, hubo medidas sanitarias poco comprensibles. Pocas veces se había visto algo tan absurdo, discriminatorio, arbitrario y carente de fundamento científico, como fue la restricción de permisos de salida para los adultos mayores de 75 años, que después de varios meses debió ser eliminada. Es cierto que la mayor mortalidad por covid-19 se focaliza en ese grupo, pero si desagregamos las muertes por sus comorbilidades, va a suceder lo mismo que en la población general: tienen más probabilidades de morir aquellos que presentan obesidad, hipertensión, problemas cardiovasculares, diabetes, enfermedades respiratorias crónicas, independiente de la edad que tengan. Del total de los adultos mayores, solo 15 por ciento es dependiente. El resto se mantiene en buenas condiciones de salud y muchos trabajan con alta productividad; pero para mantenerse en buenas condiciones, requieren estar activos y no confinados. Aislar a los adultos mayores es un factor de riesgo grave para su salud y calidad de vida.
Otra medida que no se entendió, pero que fue corregida rápidamente, fue el cierre de las ferias libres para poder comprar frutas y verduras. Estos productos, por su alto contenido de fibra, substancias bioactivas y antioxidantes, son fundamentales para mantener una buena inmunidad, como ha quedado ampliamente demostrado en la literatura médica.
En una situación de pandemia como la actual, si las personas están confinadas sin poder hacer actividad física, y además no pueden comprar frutas ni verduras por el cierre de ferias libres, se está condenando a la población a tener menor inmunidad contra el covid-19, con una mayor posibilidad de contagiarse, enfermar y morir.
Otro tema que aún está en discusión es el regreso a clases presenciales, donde hay posiciones encontradas. Después de casi un año de discusión, se dispuso el regreso a clases de los escolares en marzo de este año, lo que desafortunadamente coincidió con el alza de la pandemia y los resultados están por verse en el futuro.
COMPROMISO DEL PERSONAL DEL SECTOR SALUD
Debemos estar muy agradecidos como país de los gremios de salud, que, sin exigir condiciones especiales, desde el primer día han trabajado presencialmente durante toda la pandemia del coronavirus, exponiéndose al virus, lo que ha significado muchos contagiados y enfermos de covid-19, incluso muertes de personal de salud. La pregunta que hay que hacerse es: ¿Qué hubiese pasado si los gremios de la salud hubiesen exigido “condiciones de seguridad” para tratar a los pacientes de covid-19 desde el primer día de la pandemia? Desafortunadamente, como consecuencia del intenso trabajo realizado, existe una disminución de personal especializado en las UCI producto del agotamiento, estrés y “burn out”, lo que pone en riesgo la atención de pacientes graves que están copando las UCI en la actual ola de la pandemia.
VACUNAS
Ante una situación de pandemia tan grave por la que atravesamos, con más de 22.000 muertos y cientos de miles de contagiados, la vacuna representa una gran esperanza que no podemos dejar pasar. Haber conseguido un número importante de vacunas diferentes en menos de un año, es un acierto importante de la comunidad científica a nivel mundial. Esto fue así porque se pusieron los recursos necesarios, los científicos dejaron sus tareas habituales y se focalizaron en obtener las vacunas; hubo gran cantidad de sujetos disponibles para las pruebas en ensayos clínicos, que se hicieron con número suficiente de voluntarios, que no se consiguen en situaciones normales. Además, las revistas científicas estuvieron disponibles para publicar resultados con el máximo de rigurosidad y celeridad en un período muy corto de tiempo.
Por eso llama la atención la inmensa cantidad de dudas que tuvo la población ante la posibilidad de ponerse una vacuna, llegando a existir verdaderas campañas de grupos “antivacuna” para oponerse a ellas. Estos grupos están constituidos en su mayoría por jóvenes que no vivieron la época anterior a las vacunas, cuando existía la viruela, poliomielitis, sarampión, coqueluche, difteria con sus secuelas de muerte y discapacidad, que hoy día están erradicadas. Ante estas dudas y oposición, es necesario insistir en la seguridad de las vacunas actuales.
Chile tuvo un comportamiento ejemplar en el caso de las vacunas. Desde el inicio de la pandemia hubo preocupación de los científicos nacionales por participar en la elaboración de vacunas, colaborando con laboratorios y científicos internacionales en la realización de los ensayos clínicos. Luego se hicieron los contactos a nivel de gobierno en forma oportuna y rápida para que el país pudiese tener acceso a ellas en la cantidad suficiente. El gobierno y los científicos participaron en las negociaciones con los laboratorios y países implicados en su producción, y se dispuso de los recursos necesarios para comprarlas en todo el mundo. Esto no ocurrió en otros países de América Latina y del mundo, que no cuentan con las vacunas necesarias para proteger a su población.
Una vez conseguidas las vacunas, la organización de la autoridad sanitaria para su aplicación ha sido impecable, lo que demuestra que nuestro sistema de Atención Primaria de Salud responde cuando hay políticas adecuadas y una buena dirección que garantiza la gestión. Se calcula que a fines de junio 2021 el 80% de la población estará vacunada, lo que podría garantizar la “inmunidad de rebaño” requerida para disminuir la contagiosidad del virus. Una noticia auspiciosa respecto a la vacuna fue la de un hogar de ancianos en Ancud donde habían sido vacunados con una sola dosis, quienes se contagiaron, pero no tuvieron casos graves ni muertes que lamentar.
OBESIDAD Y CORONAVIRUS: LAS DOS PANDEMIAS
La relación obesidad-coronavirus se conoce desde el inicio de la pandemia. Sin embargo, a medida que esta avanza, cada vez se ve con más claridad el altísimo riesgo que significa la obesidad para enfermar, agravarse y morir. Una reciente publicación del Observatorio Global de la Obesidad de la Organización Mundial de la Salud, junto a la Universidad Johns Hopkins, muestra que la mortalidad por covid-19 es diez veces mayor en los países que tienen al menos un 50 por ciento de adultos con sobrepeso y obesidad. Además, el estudio señala que el 90 por ciento de los 2,7 millones de muertes por la pandemia, es decir 2,3 millones, se han producido en países con altas prevalencias de obesidad y para demostrarlo comparan la alta mortalidad en Estados Unidos y Gran Bretaña, ambos países con alta obesidad, con la de Japón y Corea del Sur, donde los niveles de sobrepeso y obesidad son bajos. Además, recomiendan que la obesidad sea considerada un factor de riesgo prioritario para la vacunación, lo que no sucedió en Chile, donde no aparece la obesidad entre las prioridades para vacunar.
Nuestro país tiene un 74,4 por ciento de adultos con sobrepeso y obesidad, según la Encuesta Nacional de Salud 2017. Sin embargo, desde el sector salud no ha existido una política pública sólida para enfrentar el problema y hoy nos encontramos ante una pandemia con más de 22.000 fallecidos, la gran mayoría con sobrepeso y obesidad. Es posible que el alto número de fallecidos en Chile tenga relación con la presencia de este problema, lo cual deberá investigarse más adelante.
Es hora de considerar en serio el tema de la obesidad en políticas públicas de salud, especialmente cuando se discuten reformas al sector, donde este tema no ha estado presente.
IMPACTO PSICOLÓGICO DE LA PANDEMIA
Desde el inicio de la pandemia se conocía por estudios realizados en epidemias anteriores, el efecto nocivo de las cuarentenas o confinamientos en la salud mental de la población, tales como estrés post traumático, confusión y rabia, producidos por la duración de la cuarentena, temor a la infección, frustración, aburrimiento, falta de insumos como alimentos y medicamentos, información inadecuada, pérdidas financieras y estigma. En los niños esto puede ser aún más grave y existe la necesidad de dar información precisa y apropiada para la edad que corresponda, porque tienden a llenar los vacíos de información con la fantasía y la imaginación, y pueden llegar a auto inculparse o imaginar que esta pandemia es un castigo por algo malo que hicieron, lo que aumentará su estrés.
En los niños, la arquitectura cerebral puede verse afectada por el aislamiento, la falta de interacción social, el exceso de pantalla, la presencia de emociones negativas, disminución de espacios de juego y de la comunicación verbal con los pares que afectan la construcción neuronal. Si a esto agregamos el uso de mascarillas, vamos a tener una generación que verá menos sonrisas y que tendrá una distorsión en las comunicaciones con los demás.
Sin embargo, en los inicios nunca se pensó que la pandemia del covid-19 iba a ser tan prolongada, con frecuentes períodos de cuarentena. El no poder tener interacción social, ni siquiera con las propias familias, va produciendo un daño permanente en las relaciones sociales de las personas. Es por ello que la autoridad sanitaria permitió salir de vacaciones por una vez, algunas reuniones familiares con un número determinado de personas, pero claramente estas medidas aumentaron los contagios al regreso de vacaciones y hoy se considera que las reuniones familiares son una de las principales fuentes de contagio para el covid-19.
Otra medida para paliar esta situación de aislamiento en los niños es el regreso a clases, cuyos resultados y efectos están siendo evaluados.
Como consecuencia de la pandemia, los problemas de salud mental que ya eran de alta prevalencia en Chile han aumentado a niveles insostenibles, frente a los cuales hay que establecer una política clara de salud pública en el futuro inmediato.
PREGUNTAS PENDIENTES
La gran pregunta es qué podemos aprender en esta pandemia de otros países que tuvieron solo decenas y no miles de muertos en su población, como ha sucedido en Chile y América Latina, con excepción de Uruguay. ¿Es porque somos países envejecidos, considerando que más del 50 por ciento de los fallecidos tiene más de 75 años? ¿O somos países con mayores enfermedades de base como obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades respiratorias crónicas y cáncer? ¿O tenemos una baja inversión en salud, con sistemas que no han permitido enfrentar la pandemia? ¿O las decisiones sobre confinamientos y cuarentenas fueron tomadas fuera de tiempo o tardíamente? ¿Es porque la población no siguió las indicaciones preventivas de las autoridades sanitarias? ¿Es por la pobreza, que obliga a salir a buscar el sustento? ¿Es por el hacinamiento en que vive la mayor parte de la población en Chile y América Latina?
CONCLUSIONES
Uno debería pensar que después de esta crisis tan prolongada y profunda, que nos ha afectado por la cantidad de muertes y cambios socioculturales en nuestros hábitos más personales, vamos a salir como mejores personas.
Es obvio que en ningún caso vamos a salir de esta crisis igual que como entramos. Sin embargo, la historia nos muestra que después de grandes crisis de la historia, la humanidad vuelve a cometer los mismos errores. Esperemos que esta vez no sea así y que al final de la pandemia tengamos menos desigualdad, intolerancia, mejores sistemas de salud, mejor trato entre nosotros y especialmente con los inmigrantes, para que por lo menos cuenten con la misma atención de salud que los residentes del país de origen, y con una mayor integración como país. Sin embargo, la peor crisis sanitaria de la historia reciente no ha detenido la violencia, destrucción, delincuencia, intolerancia ni el trato discriminatorio a los inmigrantes que hemos visto en los últimos meses en plena pandemia.
En cuanto al futuro, hay opiniones que van desde la más pesimista a consideraciones más humanistas. Por ejemplo, el escritor Javier Cercas, cuando se le preguntó en una entrevista de La Tercera ¿qué rescata de la crisis? respondió: “Nada. Me gustaría que no se hubiese producido. Y claro que podrían aprenderse muchas cosas de ella —muchísimas— pero dudo que vayamos a aprender nada: los seres humanos somos así de bestias, y me canso de citar a Bernard Shaw, que tal vez pensaba en Hegel cuando escribió que lo único que se aprende de la experiencia es que no se aprende nada de la experiencia”.
Desde otra perspectiva, la escritora Siri Hustvedt, autora de “Todo cuanto amé”, comenta: “El virus ha convertido nuestra interdependencia en algo asombrosamente evidente. Todos somos seres naturales, vulnerables a la enfermedad y a la muerte”. MSJ
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Fuente: Artículo publicado en Revista Mensaje N° 697, marzo-abril de 2021.