El cese del fuego ha acallado a aviones y cohetes, pero este ha sido otro de los varios ciclos de violencia en la región que han dejado cicatrices profundas.
Israel y Hamás se proclamaron vencedores tras once días de fuego cruzado. El Gobierno israelí declaró que había debilitado severamente a sus adversarios islámicos en la Franja de Gaza. Apuntó que había destruido vastos trechos del “metro”, como denominan a la kilométrica red de túneles o refugios antiaéreos que corre bajo el territorio que alberga a dos millones de palestinos. Voceros del ejército israelí señalaron que numerosos militantes de Hamás murieron sepultados en los ductos subterráneos.
En la superficie, en tanto, la poderosa fuerza israelí realizó cientos de misiones empleando bombas y misiles de precisión sin encontrar resistencia alguna. La destrucción de viviendas e infraestructura fue extensa. En consecuencia, se adjudicaron la victoria en la campaña bautizada como “Guardianes de las murallas”. El Gobierno aseveró que las organizaciones palestinas combatientes tomarán varios años para recuperarse de sus pérdidas. Los caídos palestinos a lo largo de la operación sumaron 230 muertos, entre los que se contó un centenar de niños y mujeres.
Hamás, la organización islamista palestina que gobierna la Franja de Gaza desde 2007, descargó, por su parte, 4.400 cohetes, según dan cuenta fuentes israelíes. Estos son plataformas con cabezas explosivas que carecen de sistemas de puntería. En su mayoría fueron interceptados por el sistema de defensa antiaérea israelí conocido como el “Domo de hierro”, que cubre el grueso de las grandes ciudades. En rigor, la efectividad militar de la cohetería de Hamás es prácticamente nula. A lo largo de la campaña, ocasionaron doce muertes, en su mayoría civiles.
El desigual balance de muertes entre ambos bandos da cuenta de cuán asimétrico, como gustan decir los expertos bélicos, fue el enfrentamiento. Pero el número de caídos dice poco y nada sobre quién tuvo mayor éxito. En Vietnam, Estados Unidos exhibía el altísimo número de víctimas infringidas a sus enemigos: fue el tristemente famoso “body count”, para demostrar que vencía. A lo largo de casi dos décadas de intervención, Washington sufrió 58.126 muertes, en tanto que sus enemigos norvietnamitas y del Viet Cong cosecharon 1.100.000 bajas fatales. Pese a la desproporción, Estados Unidos fue derrotado.
El éxito o fracaso de una operación militar es definido por el cumplimiento de los objetivos políticos que fija cada bando. La meta de la campaña israelí fue mermar severamente la capacidad operativa de Hamás luego de que este disparó algunos cohetes contra Jerusalén, objetivo que fue definido por Israel como “una línea roja”. Hamás sabía bien que carecía de toda capacidad militar para enfrentar a Israel. Y, sin embargo, lanzó su ineficaz cohetería. Su objetivo era político: mostrar a sus compatriotas que mientras la Autoridad Nacional Palestina (ANP), junto a Al Fatah, permanecían paralizados, ellos tomaban la iniciativa para defender a sus acosados compatriotas jerosolamitas.
Jerusalén es la capital religiosa de Occidente. La ciudad es venerada por las tres grandes religiones monoteístas. Allí, en un radio de pocas cuadras, están el Santo Sepulcro, el Muro de los Lamentos y la mezquita de Al Aqsa. La propia composición demográfica de Jerusalén es explosiva: en la parte oriental de la ciudad habitan 350.000 palestinos rodeados por 200.000 colonos judíos, en su mayoría ultraortodoxos, que ejercen una presión creciente para forzar la salida de la población árabe.
HAMÁS TOMA LA DELANTERA
La primera rebelión cívica palestina, conocida como intifada, comenzó en 1987 y se prolongó a lo largo de siete años, hasta 1994, costando la vida a 1.400 de sus participantes. En ese proceso fue alterada la imagen pública de los protagonistas. El alzamiento tuvo un profundo impacto en ambas sociedades y también a nivel internacional. Se invertía la historia bíblica, pues la imagen de David, el más débil, correspondió a muchachos palestinos frente a un Goliat: los israelíes en sus vehículos blindados. La simpatía pública suele inclinarse instintivamente hacia el más débil.
Esta insurgencia movilizó al grueso de la población, a hombres y mujeres de todas las edades que libraron permanentes enfrentamientos a pedradas con las fuerzas armadas israelíes. De la mano de tales movilizaciones masivas, surgió en diciembre de 1987 Hamás, la organización confesional cívico-militar filial de los Hermanos Musulmanes de Egipto. Su objetivo fue establecer un Estado islámico palestino para desbancar a Israel. En el seno de los palestinos, su rival directo en los territorios ocupados fue Al Fatah/OLP. Hamás postuló desde un comienzo su oposición a sostener negociaciones directas con Israel y protagonizó numerosos atentados suicidas. El grueso de sus iniciativas se concentró en la Franja de Gaza. Los objetivos declarados en su Constitución, de agosto de 1988, incluyen, además de la liberación de Palestina y la creación de un Estado islámico, la oposición a toda presencia occidental en los países musulmanes y el rechazo a la secularización y la occidentalización de la sociedad árabe. En junio de 2007 aplastó militarmente a Al Fatah en la Franja de Gaza, con lo que pasó a controlar dicho territorio.
Hamás es vista por Estados Unidos y la Unión Europea como una organización terrorista. Se le exige que, antes de ser considerada como un interlocutor válido, renuncie a las acciones armadas y que reconozca a Israel, así como acepte todos los acuerdos previos contraídos por la ANP.
La segunda intifada, llamada de Al Aqsa, comenzó con una visita al venerado lugar por parte del primer ministro Ariel Sharon, el emblemático líder de la derecha israelí, en febrero de 2001. Este segundo alzamiento mostró un grado creciente de militarización por parte de sectores palestinos. La multiplicación de los atentados llevó a la pérdida de capital político y diplomático acumulado por la causa palestina. También permitió a Israel lanzar duras represalias.
El choque más violento entre palestinos e israelíes tuvo lugar en la Franja de Gaza, en julio de 2014, con la operación Margen Protector, lanzada contra Hamás y otras organizaciones para terminar con los ataques por cohetes a Israel. Este fue el conflicto, que algunos califican como guerra, de mayor envergadura en la Franja de Gaza. Una ofensiva sostenida israelí dejó un saldo de 2.205 muertos palestinos durante los bombardeos y la incursión terrestre, de los que 1.563 eran civiles y 538 menores de edad, según Naciones Unidas. En el lado israelí, los cohetes de las milicias y el fuego de mortero acabaron con 71 vidas, seis de ellas civiles.
El reciente round entre israelíes y palestinos concluyó este 20 de mayo. El luctuoso listado de víctimas da cuenta de hasta qué punto persiste una absoluta desigualdad de fuerzas militares, pues Israel desplegó en pleno su moderna aviación artillada con bombas y misiles de precisión.
EL BALANCE
En Israel algunos señalan que el primer ministro Benjamin Netanyahu tenía interés en precipitar la campaña bélica. La escalada de tensiones que precedió al conflicto ocurrió justo cuando Netanyahu, el líder más veterano del país, se enfrentaba a la posibilidad de abandonar el cargo por no conseguir los apoyos necesarios para un gobierno de coalición. La tarea de formar un nuevo gabinete estaba en manos de Yair Lapid, quien parecía avanzar en su cortejo a políticos situados desde la extrema derecha judía hasta parlamentarios árabes. Pero las cargas policiales contra palestinos en Jerusalén que oraban en Al Aqsa y la violencia subsecuente echaron por tierra la posibilidad de cerrar la brecha entre las facciones. Si Lapid no consigue formar un gobierno antes del 2 de junio, habrá que convocar a nuevas elecciones que darán a Netanyahu otra oportunidad para retener el poder.
Tras el alto el fuego, el Gobierno de Israel y Hamás presentan sus respectivas narrativas sobre los hechos. Benny Gantz, el ministro de Defensa israelí, señaló que la campaña “fue preparada durante años y meses” y que todos los objetivos operacionales fueron alcanzados. Sin duda, los insurgentes palestinos sufrieron un severo revés, pero también quedó claro que la táctica “de cortar el pasto” con cierta regularidad, como el mando israelí llama a los bombardeos ocasionales, no inhibió a sus adversarios. En Israel muchos políticos esperaban que con el tiempo los palestinos terminarían “israelizándose”. La realidad viene de mostrar que, lejos de producirse una asimilación, las grietas han crecido. Muchos árabes israelíes y palestinos de los territorios ocupados estiman que viven bajo un régimen que los discrimina.
Para Hamás, subsistir militarmente frente a Israel ya es un éxito. Aplican las palabras de Nietzsche: lo que no te mata, te hace más fuerte o, en la jerga insurgente, no perder es ganar. El conflicto también representa una victoria frente a sus rivales políticos de la ANP, presidida por Mahmud Abbas. El octogenario líder es criticado por cooperar con Israel. Su decisión de postergar las elecciones previstas para mayo de este año creó un sentimiento de frustración entre los palestinos. Desde 2006 que no se realizan elecciones parlamentarias, pues son aplazadas por un motivo u otro.
Ismail Haniya, uno de los líderes de Hamás, proclamó que el reciente conflicto representaba “un salto cuántico en el enfrentamiento con el enemigo”. Señaló que “esta batalla derrotó las ilusiones de negociación” y que la resistencia “era la mejor opción estratégica para la liberación”. Agregó que la idea de una normalización de relaciones con Israel ha sido destruida. En el campo político, Hamás consolidó su liderazgo sobre el conjunto de los palestinos, no solo en Gaza y Cisjordania, sino que entre muchos palestinos-israelíes. Como nunca antes, en diversas ciudades israelíes se registraron protestas de la población árabe. La creencia de que con el tiempo sería posible “israelizar” al grueso de los palestinos sufrió un brutal revés. La violencia entre comunidades que habían convivido en armonía se quebró por ambas partes. Extremistas israelíes con pancartas con el mensaje “muerte a los árabes” se enfrentaron a palestinos que los rechazaban a piedrazos.
El cese del fuego ha acallado a aviones y cohetes. Pero cada ciclo de violencia deja cicatrices profundas para todos los participantes. También a nivel internacional. En el mundo árabe se desacelerará el proceso en curso de establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel. Asimismo, se aprecian fisuras en el respaldo estadounidense. En el seno del Partido Demócrata, gobernante, crece una corriente crítica, en la que destaca el senador Bernie Sanders, de origen judío, que ya en su campaña por la presidencia en 2016 manifestó críticas a Israel por las condiciones del pueblo palestino. Más de quinientos activistas demócratas que trabajaron en la campaña presidencial de Joe Biden firmaron una reciente carta señalándole la necesidad de adoptar una postura más crítica frente a Israel. Otro sector en el que se aprecia una caída del respaldo es el de los “cristianos sionistas”, constituido por iglesias evangélicas. En definitiva, los cambios políticos, entre los sectores que tradicionalmente respaldaron a los gobiernos israelíes de las últimas décadas, podrán tener más impacto que la cohetería de Hamás.
La búsqueda de un acuerdo de paz justo y duradero entre israelíes y palestinos solo puede descansar en el respeto mutuo. Es una tarea que concierne no solo a los moradores de los territorios disputados. Alcanza también a las vastas diásporas de ambos pueblos. MSJ
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Fuente: Comentario Internacional publicado en Revista Mensaje N° 699, junio de 2021.