La reciente muerte del Premio Nacional de Ciencias (1994) nos ha recordado cómo a lo largo del mundo sus planteamientos han sido valorados por quienes buscan entender el fenómeno de la vida.
El 6 de mayo murió de neumonía Humberto Maturana Romesín, a los 92 años de edad, dejando entre nosotros el valor de un enfoque de pensamiento sistémico que va más allá de las ciencias biológicas, la filosofía, la educación, la ecología o la sociología.
Cuando niño, a los 12 años, enfermó de tuberculosis. Permaneció en reposo y hospitalizado durante cinco años, y comenzó a recuperarse en paralelo al inicio de sus estudios de Medicina en la Universidad de Chile. Fue un adolescente solitario, lector de Nietzsche a escondidas, con un gato como amigo de juegos. Cuando el gato no se movió más, preguntó qué estaba viendo y le respondieron que estaba mirando un cadáver. De esa y otras experiencias nació su reflexión sobre la vida que comprende un concepto revolucionario: la autopoiesis molecular. Lo vivo es lo que se produce a sí mismo en un sistema cerrado de organización, dijo, junto a Francisco Varela, en el libro De máquinas y seres vivos (1973).
Más allá de su formación como doctor en Biología —grado obtenido en la Universidad de Harvard—, de su calidad de investigador en el MIT, de sus aportes como profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile y luego fundador de la matríztica, Humberto Maturana fue catalogado como un maestro. El “doc”, según lo llamaban quienes trabajaron con él, habló sobre el desapego de la propia formación con el Dalai Lama.
Su pensamiento ha marcado a muchas personas en el planeta, a quienes les ha hecho sentido la interdisciplina y la visión sistémica para explicar qué es lo vivo. Entre ellos, está Pablo Razeto, doctor en Ciencias y magíster en Filosofía, actual director del Instituto de Filosofía y Ciencias de la Complejidad (IFICC). Estudiando en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, se posicionó en el universo de Maturana de manera natural. Lo que lo cautivó fue que “la academia se ha ido especializando cada vez más; entonces, son pocos los que tratan de plantear un sistema” y Maturana tiene un planteamiento coherente que pasa desde concebir a un ser vivo como autopoiético a considerar temas relevantes para la astrobiología, la ética, la educación, la sociología y la antropología, según expresa en una enumeración que suena infinita.
IDEALISTA Y CONSTRUCTIVISTA
—A su juicio, ¿cuál fue la relación de Maturana, como científico, con la fe, es decir, con lo que no se puede medir?
La teoría epistemológica de Maturana pertenece a una familia de teorías entre las cuales está el verificacionalismo, el constructivismo y el idealismo. ¿Qué tanto se puede desprender de eso para el sentido de la vida o la espiritualidad? Me cuesta responderlo. Maturana es más estrictamente idealista y constructivista. Varela menos, porque reconoce una experiencia psíquica co-construida entre el sistema y el entorno (la “enacción”), pero ambos tienen una visión constructivista del conocimiento. Uno es muy espiritual, Varela, y el otro es súper materialista, Maturana. Del ser idealista, por lo tanto, parece que no se desprende un sentido claro respecto de la existencia de lo inmaterial o trascendente, versus pensar que no hay nada más que lo material.
Toda la visión científica del mundo en Maturana es estrictamente materialista, sin excluir los fenómenos del amor o los valores, por ejemplo, que, sin dejar de ser humanos, tampoco dejan de ser materiales. La diferencia con Varela es que, tal vez en contraposición a su maestro, trató de armonizar la idea de autopoiesis con la fenomenología, y su descubrimiento número uno fue la intencionalidad, la experiencia de que la subjetividad se da con dirección, que las experiencias se refieren a algo. Varela trató de entender la intencionalidad de los seres vivos como sistemas autopoiéticos. Pero, para Maturana, el conocimiento, al ser cerrado, no puede ser intencional: no apunta a nada, sino que la dinámica de los sistemas está determinada por su estructura interna dinámica, en adaptación con su entorno (o nicho) dinámico. Organismo y nicho están acoplados (por eso, el sistema mantiene su autopoiesis), pero son autónomos uno del otro, por lo que su devenir en el tiempo es una deriva, que llama “deriva natural”.
—¿Sería como un azar?
Más que azaroso, es no dirigido. Nadie podría predecir hacia dónde va. Tal vez es más caos que azar.
ACEPTAR LA DEMOCRACIA DIRECTA MODERNA
—En su opinión, ¿qué elementos del pensamiento de Maturana podrían tener especial interés en este tiempo de Convención Constituyente y de estallido social?
El concepto clave para guiar cambios positivos a nivel estructural en Chile y en el mundo es la mirada sistémica, porque uno no puede hacer una propuesta política que sea económicamente inviable o una propuesta política que sea económicamente inviable, ecológicamente inviable. (…) Los sistemas complejos no son como el ajedrez. Nadie puede mover las piezas a su antojo, pero, si uno entiende bien el sistema, se puede intentar “guiar”, “conducir” los sistemas complejos y eso para mí es un tremendo aporte de Maturana, particularmente para la sociedad.
La sociología de Niklas Luhmann, inspirada en Maturana, enseña que los sistemas sociales son sistemas autopoiéticos de comunicaciones. El sistema político es un sistema autopoiético, el sistema económico, el sistema jurídico también (…) y eso significa que son sistemas con lógicas de funcionamiento que se cierran organizacionalmente sobre sí mismas. Entonces, si queremos cambiar la sociedad hay que entender que las cosas no pasan solamente porque hay gente mala que se está aprovechando de los demás, sino que hay sistemas sociales complejos que se pueden entender casi independientemente de los seres humanos, que permiten su existencia en un determinado momento… Tenemos que entender muy bien la estructura de los sistemas sociales, cómo y dónde gatillar cambios que puedan conducir los sistemas sociales en las direcciones que queremos. Luhmann era muy escéptico de que se pudiera hacer eso, pero sus discípulos son más críticos, porque creen que el ser humano tiene en principio la capacidad de modificar intencionalmente la sociedad, si comprende sus aspectos autopoiéticos y aprende a lidiar con ellos.
Maturana dijo que convenía entender la política y lo que está pasando como una red de conversaciones. Enfatizó que la organización de un país, en términos democráticos, tiene como esencia el respeto mutuo, la intención de armonizar en las acciones, y todo eso en base a la conversación. En particular, para esta nueva Constitución, basándose en eso, se podría defender un sistema de democracia directa moderna, al modo suizo.
Una de las grandes cosas que genera la democracia directa moderna es la conversación, porque la ciudadanía tiene la herramienta de juntar firmas para vetar una ley que haya salido del Congreso o para proponer una ley, la que va a un referéndum. Eso, naturalmente, genera la necesidad de conversar y la primera regla de los suizos es que, si el Estado quiere hacer una reforma constitucional o firmar un tratado internacional, tiene que ser aprobada por la ciudadanía vía referéndum. Desde la política, estas son medidas concretas que hacen que las estructuras del sistema social te obliguen a conversar. Se logra así más integración y armonía. En una democracia representativa tradicional, si como ciudadano no se está de acuerdo con una ley, hay que esperar años para votar por otra persona. En cambio, la democracia directa moderna pide juntar 100 mil firmas para un veto y 200 mil firmas para una iniciativa y, si las logras, eso va a referéndum. Eso sería más política “a lo Maturana”, más conversación.
Lo interesante es que cualquier iniciativa de la ciudadanía tiene carácter constitucional y, si alguien quiere cambiar la Constitución, esa iniciativa tiene que ser aprobada por la ciudadanía.
—Teniendo a la vista el pensamiento de Maturana, ¿cómo cree Ud. que “la conversación” podría ser considerado un mecanismo para trabajar la legitimidad de los interlocutores?
Muchos me han dicho que los partidos políticos no van a querer aceptar la democracia directa moderna, porque significaría que la clase política traspase parte de su poder a la ciudadanía. Pero lo que ocurre hoy es que ningún político puede caminar tranquilo por la calle. La democracia directa moderna puede sanear eso, pues conversar significa convivir pacíficamente.
UNA CONVERSACIÓN AUTOPOIÉTICA
—¿Cuál, según su opinión, podría decirse que es la mirada de Maturana respecto de la falta de legitimidad de la Iglesia católica?
Ella vive una crisis de legitimidad pública, pues su forma de ver el mundo está muy desconectada de la gente. El desprestigio no solo tiene que ver con casos de corrupción, sino que se debe a que la Iglesia no está pudiendo dar respuesta a los problemas que enfrentan hoy las sociedades. No se ha replanteado sus dogmas en un Concilio, que es justamente una instancia para reconversar todo. Creo que el papa Francisco ha dado buenas señales en el sentido de reconversar esa concepción de Iglesia jerárquica romana. Ha buscado que se tome más en serio a las otras teologías, como la teología de la liberación que enfatizó el cristianismo de comunidades, el que vivieron las generaciones de cristianos más cercanas a la vida de Jesús. La Iglesia debe repensar todo, con altura de miras, con amor y buscando ser fieles a la enseñanza de Jesucristo. Ha habido momentos de la historia en que eso ha pasado y a la Iglesia le ha hecho muy bien. Creo que este es el momento. A lo Maturana, diría que “conversen y lean harto el Nuevo Testamento”.
—¿Qué elementos debería tener este conversar al estilo de Maturana que implicaría una legitimación del otro?
Según mi lectura de Maturana: una conversación tiene que ser autopoiética, es decir, que lo que me dices produzca en mí que te comunique una cosa, y esa cosa que comunico produce en ti algo coherente que nos conduce en direcciones armoniosas. Creo que lo que destaca Maturana y también asume Elicura Chihuailaf en la tradición mapuche es que escuchar es legitimar al otro. Si escucho tu pregunta bien, lo más probable es que mi respuesta contribuya a la autopoiesis de nuestra conversación. El respeto es parte de las condiciones que se requieren.
CONSTRUIR CONOCIMIENTO
—A su juicio, ¿qué aspectos del pensamiento de Maturana podrían observarse para la reforma a la educación chilena?
La educación se ha visto muy influenciada por el pensamiento de Maturana con la corriente más constructivista, que ve a los sistemas como autopoiéticos, que se producen a sí mismos en una red de componentes que los mantienen como una unidad discreta en espacio-tiempo. Somos sistemas cerrados organizacionalmente y, además, determinados estructuralmente. Entonces, lo que nos pasa tiene que ver más con nuestra estructura interior que con las particularidades de los estímulos. Los profesores, el colegio o la familia serían esos estímulos; por lo tanto, más que transmitir representaciones a los educandos, esta escuela defiende que el educando construya su conocimiento. Se centra en el individuo, en el despliegue de toda su potencialidad y capacidad, como una especie de sentido de la vida. MSJ
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Fuente: Entrevista publicada en Revista Mensaje N° 699, junio de 2021.